16. Maestro de la Persistencia.

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Esta noche había sido muy entretenida, en lugar de solo enfocarnos en el tema del 'escape', se nos pasó el tiempo entre recuerdos de nuestro pasado, nuestros gustos musicales y preferencias de cada uno. Ambos pusimos sobre la mesa nuestros secretos mejores guardados y uno por uno los fuimos revelando; descubrí de él su temor a la oscuridad, sus escapes cada fin de semana a cualquier lugar que lo llevara el primer bus que veía pasar, dijo que esto lo hacía cada vez que se sentía solo. Me habló de su madre; cada vez que hablaba de ella en sus ojos se veía un brillo indescriptible, solo se notaba el profundo amor que aún sentía hacia la mujer que a pesar de todo le dio la vida.

Después de un par de horas de no solo tener una de las mejores conversaciones de mi vida, sino también de haber culminado la planificación de lo que dependía nuestro futuro, ya que éramos conscientes de lo que podríamos descubrir; Isaac se ofreció a pagar tanto su helado como el mío, a lo que me opuse, sin embargo insistió y terminamos en un acuerdo en que la próxima va por mi cuenta.

Ahora que íbamos tan en silencio, uno al lado del otro, el miraba hacia al frente con sus manos en los bolsillos y mis ojos bailaban de el al piso.

-¿Qué pasa?- preguntó formándosele una sonrisa, mientras alzaba su maldita ceja.

-Nada, ¿por qué?- bajé mi vista ocultando lo que causo en mí, verlo hacer lo que hizo con su rostro.

-¿Crees que soy bobo?- iba a responder cuando me interrumpió - Mejor no contestes.

Ambos reímos por un buen rato.

- Ahora sí, enserio dime.

-¿Que te voy a decir?

-¿Qué pasa? ¿Por qué me mirabas?- preguntó otra vez, esta vez dejando de caminar y volteándose a verme.

-Ya te dije que nada.- comencé a caminar de nuevo, esperando que me siguiera, cosa que no sucedió, pues comenzó a caminar pero no justamente en mi dirección, sino que se dirigía a la mitad de la calle, en donde volvió a verme.

- ¿Y ahora me vas a decir?- cuestionó, abriendo sus brazos y luego dejándolos caer.

-¿Enserio? ¿Crees que el que me amenaces con irte va a hacer que te responda?- pregunté con una inevitable sonrisa, luchando por que la risa no se me escapara. Isaac en lugar de irse, se sentó en el centro de la calle, con su cara de póker.

-¿Qué haces?- pregunte, este niño de veras que estaba loco.

-No me levantaré de aquí hasta que me cuentes- dijo cruzando sus piernas y colocando las manos en sus rodillas.

-Entonces, te quedaras toda la noche ahí, porque no tengo nada que contarte.

-Ok- descruzo sus piernas y pensé que se iba a parar para seguir y poder llegar a mi casa, mi mamá estaba por llegar, y aunque no me regañaría por llegar hasta ahora, no quería tener que responder a su pregunta de en donde estaba y las otras preguntas más, que sabía, llegarían después de mi primera respuesta. pero por supuesto que Isaac no me dejaría las cosas tan fáciles, y mucho menos se rendiría tan rápidamente; no, claro que no, lo que hizo el chico de ojos verdes fue acostarse sobre el asfalto con sus brazos y piernas totalmente abiertos.

-Dios mío...- tomé un profundo respiro- ¿y ahora que haces? Podría venir un carro o lo que sea y matarte.

Isaac ni se inmuto ante mi llamado.

-Dime- fue lo único que dijo mientras miraba el cielo.

De verdad que estaba totalmente loco este niño; hacer todo esto por saber algo que seguramente no debería tener alguna importancia para él.

-Ahí viene un auto- escuché decir por el mismo; Dios es como si no le importara ser arroyado por alguna clase de vehículo. El miedo que debería sentir el al estar echado en medio de la calle, lo sentí yo.

- Esta bien, pero, ¡ya levántate de ahí!- grite.

Isaac se levantó rápidamente, a segundos de pasar un taxi por encima de él. Escuchamos un pitido seguido de un insulto por parte del conductor de aquel taxi.

-¡Loco!- le dije en la cara.

-Mmm no creo que a eso se le llame locura- respondió con una sonrisa en su rostro.

- Ah ¿no? entonces, ¿cómo?

-Persistencia, tal vez- me miraba a los ojos tratando de intimidarme, cosa que no iba a funcionar.

-No creo que a eso que acabas de hacer se le pueda denominar persistencia.

-Eso es lo que tú crees, no puedo hacer nada. Entonces- dijo apartando su vista de mí y comenzando a caminar otra vez, esta vez a la dirección indicada.- ¿qué era lo que me ibas a decir?

Tome un largo suspiro. Él se echó a reír.

-¿Ya ves porque se le llama persistencia?- cuestionó.

-Entonces, créeme que eres un maestro en el arte de la persistencia.--Ninguno aguantó y ambos reímos hasta que nuestros estómagos pidieron que paráramos.

Al llegar a la entrada de mi casa, pude notar que las luces aún no habían sido encendidas lo que significaba que mi madre aún no había llegado.

-Cuéntame.

-¿Para qué? En serio es algo sin importancia alguna.

- Si tiene importancia, si sale de tu boca, créeme que es de suma importancia para mi.- sonreí ante su comentario, me gusto que el también haya sonreído de la misma forma.

-Simplemente pensaba en lo mucho que han cambiado las cosas entre los dos, sin darnos cuenta hemos descubierto cosas en cada uno que no teníamos ni idea que existían. No me imaginé que este siendo mi último año en la escuela cambiaría las cosas, que llegaría alguien dispuesto a hacer algo que nunca me hubiese atrevido hacer.

-Llevo 17, casi 18 años así, solo, sin saber de dónde vengo, ni a donde ir el próximo año de mi vida. Soy yo quien ha estado sin hogar y sin futuro, como si fuera un cavernícola, viviendo por vivir, tratando de demostrarle al mundo que al igual que mi madre, no soy un cobarde que se rinde ante la vida.- respondió el.

-Eso se escuchó muy poético- dije.

-Ya sabes que así soy.


Todo Un Cubo De Rubik. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora