18. Oh por Dios

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Esta mañana, cuando desperté, solo faltaban cinco minutos para que empezara mi primera clase. Había pasado la noche anterior hablando con mi hermana por Skype, sin darnos cuenta hablamos hasta las dos de la mañana, la relación con mi hermana no había sido afectada por la distancia, cada vez que podíamos hablábamos de lo que se nos ocurriera y de la vida universitaria que pronto yo, al igual que ella, experimentaría y viviría. Esta vez no solo hablamos de lo común, sino que aproveché para hacerle algunas preguntas acerca de nuestra infancia, para asegurarme de que no se me escaparan pequeños detalles que seguramente aportarían alguna información para mí.

– Estos días he estado pensando en nuestra infancia, sabes.- le comenté a mi hermana.

– ¿Si? Yo he tratado de no pensar tanto en eso, hay cosas que hay que dejar ir Ally, pensar en nuestra infancia, es pensar en algo que ya no es y que ya más nunca será.

– Si, tienes razón, ayer estuve viendo algunas fotos viejas en donde se veía lo bien que la pasábamos... no pude evitar recordar también, lo que llegó después.- lagrimas estaban por salir de mis ojos, cada recuerdo, cada pensamiento de mi triste pasado no hacía más que apretarme las heridas que aunque trataban de cicatrizar, mi mente no se los permitía.

– Ally no te cuestiones más sobre lo que pasó y lo que no pasó, ya sabes que todo tiene su razón. Si algo he aprendido estos últimos años, es que los recuerdos que que te lastiman, son los mismos que crees que tienes que olvidar, pero en realidad, son los que tienes que tener presente para saber que debes y que no debes hacer para no volver ahí, a esas situaciones y a esos momentos.

– Guau Anny- fue lo único que pude decir, mis ojos estaban vidriosos y en mi garganta sentía un nudo gigante. Las palabras de mi hermana, acompañadas de los duros recuerdos que paseaban por mi memoria era todo un tornado para mi razón y mis sentimientos.

>>En serio, gracias hermana... gracias por tus palabras y por intentar seguir, por ser fuerte para mi y por ser mi apoyo.

– Te quiero hermana- escuché decirle del otro lado de la pantalla, con una sonrisa en sus labios y con sus ojos igual a los míos, amenazando con dejar salir una que otra gota de agua salada.

– Igual hermana.

Luego nos despedimos con el tan molesto 'cuelga tu' que solíamos decir para burlarnos y reírnos por un rato más.

Cuando llegué a la escuela, no me dio tiempo de ir a mi casillero, sino que corrí directamente a mi primera clase, en donde me acompañaría mi amigo Jake. Al pasar la puerta del salón de clases no pude evitar escuchar las risas de algunos y los murmureos de otros, pensé que había sido por un chiste malo del profesor o por una opinión errada o burlona de algún otro estudiante en el aula, suposición que fue lanzada y dada por invalida cuando vi cómo me miraba mi buen amigo Jake.

– ¿Qué te pasó? – lo escuche decir, mientras me sentaba a su lado.

– Nada ¿Por qué lo preguntas?

– ¿Es en serio? ¿No te has mirado en un espejo esta mañana antes de decidir venir a la escuela?- su pregunta me parecía algo rara, no solía mirarme mucho al espejo, me sentía un poco incomoda al hacerlo.

– No, no creo que haya algo en mi rostro distinto a lo que suele haber cada día- contesté.

– Mira tus zapatos- me ordenó.

– Oh por Dios- fue lo único que pude decir al ver que traía mis pantuflas de Mickey Mouse en vez de mis queridos Converse.

– Y eso no es nada- escuche decir a Jake. Levanté mi cabeza y aun con una mano sobre mi boca pregunté:

– ¿Qué pasa? ¿Aún traigo puesta mi pijama?- mi amigo soltó una gran carcajada.

– No, aunque créeme que me hubiese encantado, ahí si me hubiera desquitado de todas las que me has hecho.

– Ja ja- bufé haciendo una mueca- ¿Qué más está mal en mí?- le grité en un susurro.

– Creo que necesitas urgentemente un espejo, traes baba en la mejilla...

No le permití decir algo más, salí lo más rápido que pude, me dirigí a la salida y corrí hasta mi casa, agradecía a Dios que fuera temprano, ya que los puestos de comida y demás negocios estaban cerrados y asi menos gente pudiera ver como una loca con pantuflas de Mickey Mouse y la sabana aun pintada en la cara trataba de correr sin tropezarse.

Al estar frente a la puerta de mi casa, supuse que mi madre ya estaría en su trabajo y decidí no tocar sino que busque mi llave y entré; caminaba deprisa a mi habitación, pues tenía que volver a la escuela para entrar a mi segunda clase, era semana de exámenes no podía faltar. Unas voces en la sala de estar de mi casa, me hicieron detener, me acerqué un poco a donde podía notar que venían las voces y lo que pude oír me dejo sin palabras...

– Si Amanda, estoy seguro que se trata de él, tiene su apellido, su cabello es casi idéntico a ella.- escuche decir a la voz que reconocí como la de mi tío Frank que le hablaba mi madre.

– Eso no puede ser Frank, los padres de Elisa muy bien te dijeron que ella había decidido no tener al bebe- dijo mi madre.

– ¡Lo sé! ¿crees que no lo recuerdo?- respondió mi tío algo exaltado, - Amanda créeme, por favor, no por su parecido o por su apellido, sino por la conexión que sentí cuando apreté su mano, por lo que siento ahora...

– ¿Qué sientes ahora Frank?

– Alivio, paz...- respondió el hermano de mi madre; asomada para que no se dieran cuenta que estaba escuchando su conversación, pude ver como mi tío iba y venía de un extremo a otro de la habitación donde se encontraba, con sus manos puestas detrás de su cabeza y mirando al suelo- Sabes muy bien todo lo que me afectò la supuesta decisión de Elisa, han sido casi dieciocho años de incertidumbre por desconocer su paradero, su situacion, su vida a causa de mi cobardía, por no haber actuado a tiempo.

– Oh por Dios- es la segunda vez que menciono esta expresion y aun es muy temprano.

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2016 ⏰

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