8. Tan Frio.

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De camino a mi casa, ninguno de los dos dijo alguna palabra. Él iba caminando con su mirada baja y con sus audífonos puestos, ¿y así me decía maleducada a mí? Aunque quise hacer lo mismo no pude porque a mi teléfono celular no le dura para nada la batería, muriéndose y dejándome con la única opción, caminar y tararear alguna canción en mi mente.

Cuando estábamos justo al frente de mi casa, me detuve y él por reflejo, también lo hizo. Le hice una señal para que quitara los artefactos de sus oídos y me escuchara.

- ¿Quieres entrar? Tengo que ir hasta mi habitación, podrías pasar y tomar algo.

- Bien- fue su respuesta, mientras guardaba los audífonos en su morral.

Caminé por el jardín del frente de mi casa, para poder llegar hasta la puerta de entrada, podía sentir los pasos del chico bipolar detrás de mí y me hizo sentir algo nerviosa. Ahora que lo pensaba, jamás había invitado a un chico a mi casa y menos sin estar mi madre.

Llegué a la puerta y eché mi morral a un lado de mi cuerpo para que esta quedara pendiente de un solo hombro y así buscar la llave que mi madre, después de tantas súplicas de mi parte, se dignó a entregarme a comienzos de este año. Recuerdo cuando le dije que este iba a ser mi último año en la escuela, ya estaba suficientemente grande como para tener que quedarme a esperarla mientras llegaba del trabajo, en casa de nuestra vecina, la Sra. Robinson lo cual me daba mucho miedo. La Sra. Robinson era una anciana que vivía al frente de mi casa, tenía dos perros enormes, casi del tamaño de Clifford, el perro rojo, que veía por la televisión cuando pequeña. Al no encontrar mis llaves en mi mochila, la cual pesaba como los mil demonios, la tire al suelo y busqué en los bolsillos de mi pantalón, rogando a Dios contar con la suerte de no haberlas botado porque mi madre como "buena entendedora" que era, me iba a mandar otra vez por las tardes a donde la querida vecina junto con sus perros.

-¿Qué pasa?- escuché a mis espaldas. Volví mi cabeza y lo vi recostado en el muro de madera que sostenía el techo de mi terraza, estaba en modo de relajación, como si no me viera ahí desesperada tratando de encontrar las llaves de mí casa.

-No logro encontrar las llaves.-Le dije sin mirarlo, mientras buscaba en todas las partes de mi cuerpo en que pude haber guardado esas benditas llaves.

-Entonces tendrás que llevarme mi balón a la escuela, así que adiós -él comenzaba a caminar hacia el pavimento de la calle, cuando detuve mi búsqueda y le grité:

-¿Y soy yo la maleducada? ¿Piensas irte sin siquiera hacer el intento de ayudarme? ¿Es que no tienes corazón? ¿Eres capaz de dejarme aquí? ¿Sola?- Está bien, sé que estaba exagerando, es mi casa tampoco es que no estuviera acostumbrada a esperar a mi madre afuera, pero pienso yo que no estaría de más por parte de él, tratar de ayudarme. Al escuchar lo que le dije, volvió su cuerpo hacia mí y con una sonrisa en su rostro dijo:

-¿Corazón? ¿Yo? Si, si tengo pero hace tiempo decidí creer que este no es más que un órgano importante para la circulación de la sangre y que en su interior no habita nada, a excepción de células y venas.- seguido, comenzó a caminar fuera del jardín de mi casa.

- Es lo que tú has decidido creer, pero no es así. Bien sabes que no es así.- Eso no lo podía creer, sabía que él era algo frío y soberbio, mas no lo imaginé hasta este punto.

-¡Mi vida lo demuestra, mi pasado lo demuestra, muchas otras cosas lo demuestran! No tienes porqué cuestionarlo cuando yo mismo lo he demostrado.- Dijo mientras se señalaba a sí mismo. En su rostro no se podía simplemente ver un sentimiento, solo podía notar que era frío y como él mismo lo había dicho "sin corazón."

Eso fue algo que me dio miedo y a la vez pena, por él. No conocía casi nada de su pasado, sin embargo todo lo que dejaba ver me decía que era algo oscuro y difícil de saber.

- ¡No me mires así!- dijo él en un tono alto.

-¿Así como? Solo te miro como a cualquier otra persona.

- No, no es cierto, me miras como si lo que dije hubiera sido una locura, cuando es la pura verdad, es la realidad.

-¡Eres tan frío!- le grité algo indignada por su actitud.

- Llámame como quieras, pero yo prefiero llamarlo Realista. No me engaño en la vida, pensando que todo terminará y llegará mi final feliz.

-No te creo, no creo que seas como me quieres mostrar, te estas escondiendo, asi como me has mencionado que lo has hecho con los demas todos estos años, pero...- dije, mientas sonreia y me acercaba a él, señalandolo con mi dedo acusador. No me permitió continuar hablando...

-¿No soy yo el bipolar?- tenía su ceño levemente fruncido- ¿Por qué sonries?

Con él todo era discusión.

- Eso no lo dudes. - en mi cara aún seguía una sonrisa.- Sabes que, ya me aburrí de discutir. Yo te llevo tu pelota a la escuela.

- Excelente...- contestó con el mismo gesto en su rostro.

- Hola- escuché detrás de mí, volví y era mi Tío Frank, hermano de mi madre, estaba en el marco de la puerta de mi casa.

- Hola tío, ¿Qué haces aquí?

- Tu madre me mandó, ella estaba ocupada. Dejaste tus llaves hoy e intentó llamarte pero dijo que tenías el teléfono apagado, así que tuve que venir personalmente a traerlas- sus ojos iban de mi a Isaac y de Isaac a mi mientras hablaba.

- Gracias, Hmm él es Isaac...- puse mi mano en mi cabeza tratando de recordar su apellido, como si eso ayudaría.

- Bennett - completó Isaac.

- ¿Bennett?- preguntó, noté como mi Tío se tensó y apretó el picaporte de la puerta con la mano que lo sujetaba.

-Isaac Bennett, si, es un compañero de la escuela.- Isaac caminó para quedar a mi lado y estiro su brazo hacia mi tío, por lo que este también dio un paso al frente, y estrecharon sus manos en forma de presentación.

- Frank Torres.... Ehh como te habrás dado cuenta soy tío de Ally.- No entendía que le pasaba a mi tío Frank él siempre ha sido muy seguro y gracioso, lo contrario de lo que estaba siendo en ese momento.

- Ya me tengo que ir- dijo Isaac

- ¿No esperaras tu pelota? Voy corriendo y te la traigo solo espera un momento.

-Está bien.

Fui a mi cuarto y como en estos últimos días lo primero que vi fue esa cosa redonda anaranjada, la tomé y me dirigí hacia donde estaba su dueño.

Al llegar otra vez, vi como el hermano de mi madre veía a mi compañero de arriba a abajo con su ceño fruncido y los brazos cruzados a la altura de su pecho.

- Aquí está.- extendí el balón hacia Isaac y lo tomó.

- Adiós. Fue un placer conocerlo Sr Torres.

- Igual- dijo el hombre que me estaba pareciendo tan extraño ese momento. Luego dio la espalda y entró a la casa.

- Adiós Isaac.- Él asintió y se marchó.

Todo Un Cubo De Rubik. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora