CAPÍTULO 8 ☽ Susurro Del Pasado ☾

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Con movimientos lentos, Damond me bajó con cuidado, su agotamiento evidente en cada gesto. Tras asegurarse de que estaba bien posicionada, se dejó caer en el suelo con un suspiro profundo, su cuerpo rendido por el esfuerzo. Cubrió sus ojos con el antebrazo izquierdo. Con delicadeza, me senté junto a él, observándolo por un instante, sintiendo el peso de la calma tras el caos.

— Lo siento. — hablé bajo.

— ¿Por qué? — me preguntó.

— Quise ayudarte y empeoré las cosas. Probablemente hubieras podido escapar tú sólo.

— Descuida, no es tu culpa.

— ¿En qué clase de problemas estás? Escuché al tal Eddie decir que no te dejaría a cargo después de lo que intentabas hacer.

— Es clasificado. — habló un poco burlón para luego quejarse un poco de dolor por las fracturas en sus costillas.

Reí bajo. — Vamos, soy capaz de asimilarlo.

— Estoy seguro que no. — se incorporó y se puso de pie. — Espérame aquí, ya vuelo.

— ¿A dónde vas?

— A mi casa, hay que limpiar tu herida antes de que se infecte.

— Espera...

~Vi una cabaña muy linda enfrente del mismo lago dónde estábamos, había varios sujetos adentro, entre ellos estaban Eddie y el chico del bastón, quienes estaban buscando algo y escudriñaban por todos lados~

— ¿De casualidad es una cabaña frente a este lago? — le pregunté y al instante abrió los ojos sorprendido.

— ¿Cómo lo sabes? — me preguntó serio.

— Lo acabo de ver en una visión.

— ¿Tienes visiones? — preguntó sorprendido.

— Sí, fue así como supe dónde estabas.

— ¿Y qué viste en mi casa?

— Dentro están Eddie, el chico del bastón y otros más, todos buscan algo con desespero.

— ¿Puedes caminar? — asentí. — Bien, acompáñame.

Me puse de pie con su ayuda y lo seguí hasta llegar a la cabaña tardamos unos dos minutos en llegar allí, no nos acercamos mucho, solo nos limitamos a escondernos detrás de un arbusto algo lejano, los muchachos estaban empezando a verter lo que parecía ser gasolina por toda la cabaña.

— ¡Ven, maldito! ¿Qué esperas? — gritó Eddie furioso a la nada. — ¡Enfréntame como debe ser! — gritó nuevamente sin recibir respuesta. — ¡Eres un cobarde, Damond! — gritó negando con la cabeza. Dicho esto, tomó un fósforo, lo encendió, lo lanzó al suelo y al instante el fuego se empezó a extender por toda la cabaña.

Alas Negras: Metamorfosis  | Libro Ⅰ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora