CAPÍTULO 16 ☽ Los Ojos De La Maldad ☾

282 13 5
                                    


¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


En un parpadeo empecé a notar como se desvanecía el humo negro, dejándome ver que estaba en el interior de lo que parecía una cabaña bastante vieja y descuidada, en aparente estado de abandono, por lo que supuse que ese había sido el nuevo lugar que Damond había escogido para vivir.

Poco a poco soltó mi mano lo cual me hizo girar a verlo.

— Me disculpo por el aspecto de este lugar, solo es provisional. — se excusó mientras le echaba un ojo a su alrededor.

— Descuida.

— Ven, por aquí. — hizo un ademán con su cabeza dedicándome una corta mirada, empezó a caminar así que lo seguí.

Avanzamos hasta una puerta de tamaño normal que daba a unas escaleras que bajaban a lo que parecía ser un sótano. Bajamos estando yo detrás de él, y una vez bajamos, me encontré con un lugar extremadamente oscuro. En ese instante Damond encendió una vela lo cual me hizo girar a verlo. Su rostro iluminado levemente por la luz de la vela, me hizo ver una expresión diferente en Damond, ya no era nada de lo que antes había en él, por primera vez pude ver total transparencia en su ser, y me irradió completa confianza.

— ¿Estás lista? — preguntó atento sacándome de mi análisis. Asentí decidida. Damond sonrió levemente expresando alivio. — Bien, abriré el teleportal.

Dicho esto, se centró en el lugar para luego empezar a decir unas palabras en un idioma desconocido, luego, poco a poco se dejaba ver una imagen en el centro.

Se me hizo un nudo en el estómago cuando vi una imponente criatura aparecer al otro lado del teleportal, se trataba de la misma criatura que ví en aquella visión apocalíptica que tuve en la escuela hace casi dos meses, que dijo que mi poder será suyo. Ahora tiene sentido, ese es el futuro por venir si me dejo corromper: el fin de todo.

Quedé inmóvil al ver sus alargados cuernos, ojos color rojo carmesí de los cuales percibía total locura y maldad, dientes afilados y orejas puntiagudas, su piel roja con textura similar a la de cuero animal con varias cicatrices, y un cuerpo fornido y corpulento de tamaño visiblemente mayor al de su entorno, como si midiera más de tres metros.

— Espero que hayas cumplido con tu palabra. — habló la criatura con una voz de ultratumba.

— Lo hice, señor. — respondió Damond de la manera más educada en la que lo he escuchado hablar.

— ¡Oh! Perfecto. — rio levemente el demonio. — ¿Dónde está? Tráela ante mí. — ordenó con entusiasmo.

— Enseguida. — dijo Damond para luego hacerme una seña para que me acercara.

Mis piernas temblaron, aunque me costaba admitirlo, lo cierto es que estaba aterrada; sin embargo, me armé de valor pues me recordaba a mí misma que la vida de una persona dependía de que esto saliera bien, y no toleraría que Damond perdiera a su hermana por mi culpa.

Alas Negras: Metamorfosis  | Libro Ⅰ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora