Maldita Yoko... ¡Me quería comer!
Cada día me daba toneladas de comida, y me regalaba juguetes para entretenerme... Lo que me extrañaba era que mis padres no se preocupaban de buscarme.
¡Había pasado una semana y media! ¿Tan tontos eran mis padres?¡Yoko! ¡Un biberón!
-Ya voy bebeeeeeeehhh-
Extrañaba a Mami George y a Papi Paul con todo mi corazón. Cada minuto sin ellos era un infierno, y peor estando a solas con Yoko.
Yoko... extraño a mis papis...
-Oh... pobre Ringo... a lo mejor los ves... ¿Qué digo? Jajajaja... ¡nunca los verás!-
¡NOOOOOO!
Me sentia atrapado, pero no podía hacer absolutamente nada; era un bebé indefenso que sólo podía comer, dormir y hacer caca. O tal vez algo más...
De pronto, tuve una idea.¡Hey, bruja!
-¿Qué quieres ahora, idiota?-
Cómeme.
Puse mi pose más sexy, le guiñé el ojo a Yoko y esperé una respuesta. Estaba totalmente seguro de lo que iba a hacer.
-De acuerdo...- Yoko se acercó a mi. -Mmm... bebé asado...- Las pupilas de Yoko se agrandaron y empezó a babear como un caracol en celo.
Y así fue. Yoko me metió dentro de un horno, me sirvió en un plato de cerámica y me aliñó con diferentes tipos de especias. Además, hizo una ensalada con mis mocos y algunas hojas rancias de lechuga azul. Para finalizar, Yoko preparó un "delicioso" zumo con mi pipí y colas de lagartijas.
Sorprendentemente yo seguía vivo, a pesar de todas las cosas que me había hecho la Bruja-Enfermera del infierno. Yo creo que es un don que mi Papi y mi Mami me dieron al nacer.
Dejé mis pensamientos de lado y miré a Yoko con una sonrisa. Seguro que ni se imaginaba lo que tenía en mente.
-¿Listo, Ringo?- a Yoko le brillaban los ojos de emoción.
Cuando quieras, bruja apestosa.
Le saqué la lengua en forma de burla a la vez que le mostraba el dedo del medio. Había visto a Mami y a Papi hacérselo a Yoko varias veces.
-Estúpido bebé.- Yoko puso sus ojos en blanco.
¿Me vas a comer o no? Me estoy enfriando y Mami diría "¡te vas a resfriar!"
-Paciencia renacuajo. Quiero saborearte poco a poco.-
Yoko se sentó en la mesa y con sus manos mal cuidadas se puso una servilleta como babero. Levantó un tenedor con una forma muy rara y un cuchillo con una forma similar.
-Mmm... Qué rico...-
Yoko me mordió, me masticó y me tragó. Yo seguía consciente; podía hacer todo lo que hacía un bebé. Bueno... un bebé asado. Y por suerte no sentía dolor alguno.
-Y... Listo. - Yoko bebió un poco de zumo y se limpió con una servilleta. Ya se había comido todo el plato.
Ahora estaba dentro de mi peor enemiga: Yoko.