Narra Pía
Me sentía totalmente fuera de lugar, aturdida, feliz, alegre, quería reír, llorar, gritar como loca, tantas emociones juntas que no sabía que sentir, y cuando no sé que sentir sólo sonrío.
Estaba camino a mi casa, no dejaba de sonreír como idiota, algunas personas al pasar me miraban al ver que sonreía sola, era gracioso.
Era tan...tan hermoso, él, su tatuaje, sus caricias, sus besos, es todo lo que está bien en este mundo.
Aún no creía lo que me estaba pasando, dos semanas antes no sabía absolutamente nada de él ni de su vida, estaba casi segura de que ya me había olvidado, de que ya estaba con miles de chicas acostándose en su cama, saliendo a discotecas y bebiendo hasta perder la razón y acabar en una o dos putas.
Lucas me había dicho que me amaba y que quería que todo esté bien entre nosotros, se había hecho un tatuaje de la fecha que nos hablamos por primera vez, joder.
Pero era algo que tenía totalmente claro: nada volvería a ser como antes, absolutamente nada, y eso en parte, jodía, y mucho.
Al día siguiente tenía que volver al colegio después de dos largas vacaciones y ya me estresaba de solo pensarlo, pero volvería feliz después de tanto tiempo sin serlo.
Vería nuevamente a mis odiosos compañeros y estúpidas y agrandadas y me jodía la maldita vida, pero nada ni nadie arruinaría mi día, ni la semana.
Me recosté en la cama luego de una relajante ducha y esperaría la cena.
Mi presentimiento de que no volvería a ver a Lucas crecía cada segundo más, pero no me importaba tanto por el momento, sólo recordaba lo de esta tarde, y me volvía loca recordar sus manos deslizarse por mis muslos, sus labios a apenas dos centímetros de los míos, su aliento mezclado con el mío. Y luego mi resistencia al girar la cabeza y salir corriendo.
Luego sus labios tocar los míos y que yo haya respondido al beso al cabo de unos segundos, mis ojos aguarse por el miedo, sentí tantas cosas hoy, que hacían de mi cabeza un completo desastre. Era todo tan confuso, fue todo muy de golpe, mi corazón no sabe que sentir exactamente.
Abrí mi portátil y entré en el Skype, necesitaba contarle eso a una amiga de México que conocí por internet, es la única que nunca me fallaba, estaba ahí para decirme que estaba bien, que estaba mal, que debía hacer. Nunca se fue.
- Sandy, ¿me escuchas? - Pregunté, la pregunta típica del Skype.
- Sí niña, ¿cómo te encuentras? - dijo ella mientras caminaba de un lado a otro acarreando cosas.
- A que no sabes. - dejó de moverse y mirar a la pantalla durante unos segundos mientras trataba de adivinar lo que debería saber.
- Lucas.- dijimos las dos al unísono. Luego de contarle todo lo que había pasado esa tarde y que me aconsejara sobre el tema, me dijo con cariño que debía irse a hacer las tareas de clases, a penas si había empezado el colegio.
- Sandy,- susurré, Sandra me miró en silencio esperando a que siguiera hablando- Gracias por escucharme a través de la distancia, eres la mejor.
Ella sólo sonrió, y cortó la videollamada.
Mi móvil no dejaba de vibrar, me estaban llamando.
- ¿Aló? - dije.
- Buenas noches nena, sólo llamaba para darte las buenas noches y asegurarme que te encuentras bien.-dijo Lucas del otro lado de la línea. Mordí mi labio inferior mientras que por dentro me derretía de amor. No era de noche pero buena excusa para llamarme.

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Amor enfermizo.
Romance- Lucas..- dije casi en susurro. - Dime, nena.- me dijo él. - ¿Por siempre y para siempre? - le pregunté, pensando en si lo que le había preguntado lo respondería de la manera que yo quería. - Por siempre y para siempre. - dijo sin más, y me besó.