Capítulo 19.

12 0 1
                                    

Ya no podía, simplemente. Me sentía muerta en vida, no le encontraba el sentido a nada, nada lograba llenarme de felicidad.

Ya nada era lo mismo.

Mis días eran simplemente días, nada de risas a carcajadas hasta que me duela el estómago, nada de sonrisas al ver un mensaje suyo, ya nada.

Todas las noches eran iguales, frías, solitarias y triste. La noche era mi peor parte del día, era donde los recuerdos me atacaban, donde tiraba todo por la borda sin mirar atrás. Era cuando sin pensarlo dos veces, una nueva cicatriz tendría mi cuerpo.

Y así me encontraba, con cortes en las piernas, sin comer nada en todo el día y vomitar lo que ingería, drogarme a la salida del Instituto, y llorar, simplemente llorar. .

Era todo muy estúpido, yo también creía que era todo por un chico, que estaba anoréxica por él, que me drogaba por él, que me cortaba por él.

Pero una noche, me puse a pensar más allá de toda esa situación.

La violación.

La separación.

Los golpes.

El bullyng.

Mi familia rota.

Mi mala infancia.

Mi falta de cariño.

Todo era demasiado, había pasado demasiadas cosas en tan poco tiempo, cabe decir que sí, había pasado buenos momentos, pero vamos, cualquiera se daría cuenta que más había sufrido que disfrutado.

Además, se sumaba un nuevo problema a todo esto.

Tenía una enfermedad de transmisión sexual. Y todo por mi culpa.

Ya lo veía venir. Pero en la forma que yo estaba tratando a mi cuerpo no me ayudaba en nada.

Para curarme debía asistir a un ginecólogo, pero no tenía dinero.

Otra forma de curarme era siguiendo una dieta crudivegana estricta durante un mes. No debía fumar, ni beber otro líquido que no sea agua, sólo debía ingerir frutas y verduras.

Nada más.

Ni café, ni ninguna otra infusión.

Era difícil, o al menos para mí.

No me veía capaz de nada, y joder, eso dolía.

Lo único bien que hacía era estudiar, e ir al gimnasio. Me había vuelto una adicta al ejercicio y no me favorecía en nada no comer, pero me las arreglaba como podía.

Una tarde, volvía del ANGLO (Instituto de inglés)
y mi casa se encontraba vacía, no era algo normal, pero si un alivio, hasta donde sabía.

Voy a la cocina por un vaso de agua y veo a Javier por el rabillo del ojo que estaba en el sillón dándome la espalda. Un escalofrío me recorrió todo el cuerpo. Trato de ignorarlo y me encuentro con dos botellas de cerveza en el fregadero.

Mierda.

Escucho como la televisión se apaga y sus pasos acercarse a la habitación en la que yo me encontraba.

- Pía- dijo él, no quería mirarlo, así que sólo moví mi cabeza en forma de saludo- Que tal vas

Estúpido borracho.- pensé.

- Pues bien, debo estudiar.- dije, me acerqué al refrigerador y saqué una botella de agua y me encamine hacia mi cuarto.

- Oye espera quédate conmigo, a dialogar.- Me miró de una forma tan provocadora que quería salir corriendo.

- ¿Qué quieres? Debo estudiar, mañana tengo examen.- Mentí, de igual manera debía estudiar.

- Ven, siéntate, seamos amigos.

Me senté en una banqueta y apoyé los codos en la mesa del desayunador. Él se había sentado en una punta pero al ver que estábamos lejos, se paró y se sentó a mi lado.

- Oye ahí estabas bien- dije entre una falsa risa.

- Estas más delgada.- me dijo, mientras acomodaba sus anteojos me miraba de arriba a abajo sin disimular.

- Lo sé, hago dieta y ejercicio.- dije tratando de disimular mi nerviosismo, tenía miedo de lo que él podría llegar a hacerme, no quería volver a pasar por una situación similar a la de hace años atrás.

Él soltó una pequeña risa, el olor a alcohol hizo que se me revolviera el estómago.

- Estas bien ahí, perfecta, podría empezar a ir al gimnasio contigo, así los dos nos ponemos en forma y nos ayudamos el uno al otro.- Posó su mano en muslo izquierdo y me acariciaba.

Mi cuerpo se tensó por completo hasta tal punto de no responder, siempre tan vulnerable. Respiraba con dificultad y empezaba a marearme, todo esto me superaba.

- Pía, y dime, ¿ya has experimentado con tu novio? Ya sabes, romper las reglas.- dijo guiñandome un ojo.

No hubo respuesta de mi parte, yo sólo lo miraba, tratando de reaccionar, mientras su pierna estaba cada vez más cerca de mi parte íntima.

- O me dirás que no tienes novio.- resoplo.- Ya deja de mentir, a mi no debes mentirme, yo no contaré nada, lo prometo. Además, que clase de chica tan bonita como tú no tiene un novio, por favor.

Suspiré pesadamente y logré decir algo.

- N-no tengo novio.- hablar me dolía.

Mi cuerpo comenzó a temblar sin disimulo, pero él seguramente no se percataba del exagerado temblor de mi cuerpo por su exceso de alcohol.

- Eso está más que bien, de hecho, una chica libre.- suspiró y mordió su labio inferior.

Yo no hacía más que no pensar en nada, porque así era, no podía pensar en nada, tenía miedo, mucho miedo, y no sabía como defenderme, o tal vez sí,pero no podía, a veces el miedo te impide hacer muchas cosas.

En un movimiento rápido tocó su entrepierna y sacó su pene.

Yo no miraba nada, tenía los ojos posados en su rostro, pero no lo veía a él en particular.

Comenzó a masturbarse frente a mí y yo no hacia nada más que temblar y sollozar, aunque no me caía ninguna lágrima. Él miraba mi cuerpo de arriba a abajo sin parar y movía su mano que estaba en mi pierna con lentitud y se masturbaba con rapidez. Y yo, sólo respiraba.

El miedo que sentía era impresionante, alguien intentaba abusar sexualmente de mí y si eso sucedía era por mi culpa, porque tenía la oportunidad de defenderme, claro que podía, pero no sabía de donde sacar fuerzas, no sabía si eran ganas de morirme violada o por el trauma que llevo desde pequeña.

Está claro que cosas así no dejarán de pasarme si yo lo permito, pero es algo difícil de controlar.

A mi lado se encontraba el porta cuchillos, a tan sólo un metro. Tomé coraje y agarre el primero que encontré, sin pensarlo dos veces pasé el cuchillo cerrucho de tramontina por su pene, escuché su agudo grito y palabras de odio hacia mi. Pero no hice más que correr, y correr.

No sabía de que grado había sido el corte, pero lo lastime, eso lo sabía.

Los vecinos estaban afuera cuando salí, todos mirando a mi casa seguramente por los gritos de él, yo corrí hasta la acera y ahí fue donde las piernas me fallaron, y caí, rendida, temblando del miedo y llorando.

Estaba en shock, tenía taquicardia y me costaba mucho más respirar, veía todo oscuro, sabía que se había amontonado gente a mi alrededor, incluso escuchaba gritos pidiendo una ambulancia no por él, si no que por mí. Sentía que me iba de cuerpo, me rendía.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 30, 2016 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Amor enfermizo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora