Capítulo 14.

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Pasé la siguiente semana yendo y viniendo, estaba a mil con los estudios, el gimnasio, tenía turno con el ginecólogo, mi psicóloga a diario, y ni siquiera en mis ''descansos'' tuve tiempo de ver a mi Lucas. No me hacía ni una puñetera gracia eso, pero al menos nos enviábamos mensajes por vía WhatsApp. Mis ganas de verlo crecían cada minuto que pasaba más y más.

- Hmm, ¿Pía? - habló mi mamá mientras caminaba hacia mi cama. La miré de reojo y seguí con lo mío. - Mírame cuando te hablo.

Suspiré profundo y la miré con odio, si se podría decir.

- ¿Qué? ¿Qué quieres, mamá? - pregunté deletreando cada palabra pronunciada de mi boca.

- ¿Quieres ir a la casa de Ja...- mi mal humor creció más y más.

- No.- respondí, ni siquiera dejé que terminara la pregunta que me iba a hacer.

- Bien, me voy y cierro las puertas con llaves, de aquí no te mueves.

- Tampoco es que tenía planes.- dije mientras movía mis cejas de arriba a abajo.

- Adiós.- se quedó parada durante unos segundos seguramente esperando un 'adiós ' de mi parte y al ver que no había respuesta se fue de mi habitación dando un portazo.

Esperé a que todos se fueran y me quité la ropa hasta quedarme desnuda por completo. Había llenado la tina con agua tibia y espuma para darle más tranquilidad al ambiente, apoyé mi cabeza en una toalla doblada hasta formar una 'almohada' y me relajé.

Toqué cada parte de mi cuerpo con mis dedos, desde mis notorias clavículas hasta mis muslos. Recorrí mis partes íntimas, sentí esas protuberancias en mi parte íntima y suspiré con pesar, temía a lo que fuera a ser eso. Había ido al ginecólogo dos veces esta semana, pero todavía no me animaba a decirle la verdadera razón de mis consultas a diario.

Ya había investigado por Google que podría ser y lo que leí no me gustó, me asustó más de lo que estaba, y lo peor es que llevaba el mismo tiempo que decía en esa página de internet.

Me sentía demasiado triste, estaba débil, sensible, de todas maneras. Lo que tenía era algo que no podía decirle a nadie, no era algo normal, ni que se pudiera andar contando por la calle, además, sabía que si se lo decía a alguien, terminaría por quedar más sola y aislada de la sociedad de lo que estoy.

Qué irónico, ¿cierto? Vivir en una sociedad, miles de habitantes, pero sentirte completamente solo, aislado, abandonado. Me sentía de otro mundo, sentía que no encajaba en este mundo tan cruel, mi lugar no era aquí.

Para ser más realista, las personas hicieron de este planeta un mundo cruel, a veces llegué a pensar que existe otro mundo y que este mundo, en el que vivimos; es el infierno.

Suspiré lo más profundo que pude y sentí una presión en el pecho, necesitaba tanto de un abrazo en esos momentos, necesitaba el cariño de una madre, de un padre, de amigas, de gente que me quiera...pero a mi lado no se encontraba nadie, además de estar sola en esta casa, estaba sola en la vida, sin nadie en quien pudiera contar, todos terminaban por dañarme, me clavaban un puñal por la espalda y luego escondían la mano.

Había llegado a la conclusión de que yo era el problema en todo este desastre, no era buena amiga, buena hija, buena hermana, no era buena para nada, ni siquiera tenía una profesión en algo, no servía para nada, era una completa decepción. Cerré los ojos con fuerza y con la gema de mis dedos toqué esas cicatrices que estaban en mi muñeca, algunas sanaban más rápido que otras, sí, era una completa decepción.

Odiaba por completo aquellas noches en las que todo me superaba, no podía controlar mis pensamientos, mi mente estaba contra mío todo el tiempo, y si trataba de ser positiva y decir 'bueno, estarás mejor' mi mente me gritaba un: 'no estarás mejor, no podrás salir adelante jamás, mereces la miseria de las miserias'. Era totalmente estresante, pero supongo que era la verdad.

Amor enfermizo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora