Epílogo

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Un par de oficiales tomaron de manera violenta al científico, sacándolo de la celda en la que se encontraba encerrado desde hace un mes. Clarck Richardson supuso que el descubrimiento de Davis no había sido aprobado por el gobierno y por eso no lograron sacarlo de ahí, sin embargo no comprendía por qué su amigo George no lo había visitado para darle informes de lo que sucedía fuera.

— ¿A dónde me llevan? —preguntó el científico.

—A la prisión de máxima seguridad de Kiev.

— ¿Por qué?

—El plazo acabó, parece que el plan de tu jefe no funcionó.

— ¿Qué plan?

—El anciano amenazó a tu amigo indefenso con matar a su familia si él mentía diciendo que tú fuiste el que mató al otro hombre en la ciudad de Pripyat.

El científico quedó pasmado no solo por el cruel y egoísta plan de Davis sino porque los oficiales formaron parte de eso.

— ¿Por qué ustedes no hicieron nada si lo sabían?

—El presidente nos ordenó que los liberáramos, aunque, debo aceptar que fue idea mía hacer que te quedaras, queríamos que funcione el plan del señor. Pero creo que me equivoqué.

—Entonces pueden dejarme libre.

—Claro que no —respondieron soltando carcajadas por toda la oficina.

— ¿Por qué el presidente quería que nos liberaran?

—Quería saber qué tan lejos llegarían.

— ¿También saben que ninguno de nosotros mató a Steven?

—Claro que sabemos que no fueron ustedes —respondió el oficial soltando otra carcajada—. Ese crédito es de los mutantes de Pripyat, los Radioactivos.



Radioactivos I: Génesis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora