X. Días de prueba

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La primera noche en Pripyat no tuvo relevancia. La familia DeWitt Bukater tuvo una noche sumamente serena. Una noche bastante silenciosa y abrumadora. Sin grillos. Sin viento. Viviendo en medio de más de cien kilómetros de profunda oscuridad. La segunda noche similar a la primera. Sin un búho que cante. Sin un lobo que aúlle. Sin vida en más de cien kilómetros. O eso creían. Hasta la tercera noche el experimento parecía funcionar muy bien. Sin alguna molestia. Sin algún cambio negativo o positivo en ellos. Todo bien, normal.

Fue durante la madrugada que una sensación extraña interrumpió el sueño del señor DeWitt Bukater. Abrió los ojos y se percató de su transpiración. Intentó calmarse por unos segundos y trató de tragar saliva, pero tenía reseca la boca así que decidió levantarse por un vaso con agua.

Al cruzar por la ventana su visión panorámica notó una figura frente al edificio, curioso, caminó hacia la ventana y entre las cortinas observó dicha sombra con detenimiento.

Aunque esa figura negra a simple vista mostraba una apariencia espeluznante, sabía que se podría tratar de uno de los oficiales que vigilaba la zona o que simplemente salió a tomar aire fresco. Pero el reloj marcaba un poco más de las tres de la madrugada lo que lo obligó a descartar esa opción.

Eris no lograba identificar quién era ya que su vista no se ajustaba a la oscuridad, y supuso que aquella sombra no lo veía de pie junto a la ventana. Pero la duda le entró enseguida y se le erizó la piel de saber que algo o alguien vigilaba a su familia por las noches. Aquella figura sólo se mantenía inerte mirando fijamente el edificio. O mirando a Eris.

— ¿Qué haces ahí? —preguntó su esposa entre bostezos.

—Hay alguien mirando el edificio.

Ella se levantó de la cama cubriendo su cuerpo con las sábanas para comprobar con sus propios ojos lo que su esposo le había dicho.

—No hay nadie ahí.

Al escucharla Eris volvió su vista a la oscura calle esforzándose el doble para lograr ver aquella sombra. Para su sorpresa, efectivamente aquella extraña figura ya no estaba.

—Se fue.

—Está bien —respondió su esposa con incredulidad.

—Había alguien frente al edificio, pareciera que nos vigila.

—Seguro era un policía.

—No era un policía, estoy seguro.

—No te alarmes y duérmete —ordenó mientras se recostaba.

Aunque existía la probabilidad de que fuera un policía Eris podía asegurar que era otra cosa, o al menos eso quería pensar. No obstante, decidió volver a la cama para tratar de conciliar el sueño.

Al amanecer, salió a explorar la ciudad como había hecho días anteriores, pero ahora sabiendo que encontraría algo interesante, estaba dispuesto a buscar a esa persona que los vigiló durante la madrugada, si es que existía.

El auto policial estaba estacionado a un costado de la acera, Eris notó que ambos oficiales se encontraban dentro y escuchó el llamado de la radio policial pero no descifró el mensaje.

— ¿Durmieron aquí por la noche? —preguntó acercándose a la ventanilla.

—No, estamos fuera desde el amanecer —respondió el oficial barbudo mientras mordía una dona.

— ¿Estamos completamente solos en la ciudad? —preguntó Eris mirando su alrededor.

—Sí —confirmó el oficial arrugando la frente—. ¿Algún problema?

Radioactivos I: Génesis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora