VI. Crimen Falso

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— ¡¿Qué diablos hacían en Pripyat?! —preguntó irritado aquel oficial con una voz fuerte y mirada fulminante.

—En ese lugar hay algo —dijo aún sorprendido George, con la mirada perdida y la voz monótona.

Ya el reloj apuntaba un poco más de las ocho de la mañana, los tres hombres, esposados y sentados frente al oficial a cargo, se encontraban en una pequeña oficina policiaca a pocos kilómetros al sur de la ciudad de Pripyat.

—Ahí no hay nada más que animales salvajes —vociferó el oficial.

—No, eran personas y se llevaron a Steven —confesó George boquiabierto viendo al oficial, pero pareciera que tenía la mirada en otra parte.

— ¡Cállate! —gritó Davis.

— ¿Había otro? —preguntó el oficial.

—No —contestó inmediatamente Davis antes de que George cometiera otro error.

Pero la suerte no estaba de su lado ya que otro oficial entró a la habitación con prisa y algo desesperado por hablar.

—Encontramos el cuerpo muerto de un hombre cerca de la central —informó a prisas.

— ¿Cuál es el informe del forense? —preguntó el jefe.

—Asesinato —contestó aquel oficial—. Arremetieron contra él y parece que lo golpearon. Su nombre era Steven Jefferson, residente de España —dijo aquel oficial leyendo la identificación de Steven.

El jefe de los oficiales miró enseguida a los científicos.

—Gracias, yo me encargo.

Un ligero aire fresco se filtró por las ventanas de aquella habitación. Davis, miró un par de coches patrullas en las afueras de aquel sitio, ubicado en medio del bosque. Minutos después un par de médicos forenses cruzaron por la puerta de la habitación llevando consigo un cuerpo cubierto con sábanas azules. Supuso era Steven y se le erizó la piel.

— ¿Quién mató al hombre? —preguntó el oficial con tono amenazador captando la atención de Davis.

—Nadie —respondió inútilmente pues su palabra ya no valdría nada.

—Los extraños de Pripyat —contestó George segundos después, como si hubiese despertado de una pesadilla.

—En Pripyat solo hay soldados y policías, nada de "extraños".

—Los vimos —espetó Clarck—, no me importa si nos cree o no, yo estoy seguro de lo que vi y de lo que pasó, en Pripyat hay... bestias.

El hombre, ya cansado por la actitud de los chicos, decidió intimidarlos un poco. Se acercó a la mesa y colocó sus manos firmemente sobre ella. Sus músculos se tensaron al tiempo que los fulminó con una última mirada.

—No tienen mucho tiempo para decirme quién mató al hombre, y si no lo hacen, los tres irán a la prisión de Kiev por años —amenazó—, ¡Llévenselos a la celda! —ordenó.

Los ayudantes acataron las órdenes del jefe y encerraron a los tres científicos en una misma celda. George comenzó a llorar mientras Clarck se mantuvo callado, pensativo. Davis necesitaba un plan para que ese problema no se saliera de control, si el oficial encontraba al presunto asesino de Steven, los otros dos se librarían de la prisión.

—Chicos, tenemos que hacer algo para salir de aquí, y ya sé cómo —comentó.

Ambos lo ignoraron. El primer contacto con "los extraños de Pripyat" había marcado la vida a los colegas de Davis.

Radioactivos I: Génesis.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora