Cuando abro los ojos en la mañana, lo primero que pienso es en qué voy a desayunar. Podría ir al puesto de tacos que está a dos calles, pero me da un poco de flojera.
Siempre está la buena y confiable opción de comer cereal, así que reviso mi cel unos minutos. Contesto whatsapp, inbox, correos y twitter. Una vez atendida mi vida digital, me levanto y me dirijo al baño que está a la derecha saliendo de mi cuarto. Llevo los pies descalzos y a medio camino me arrepiento porque el piso está frío, pero ya no regreso. Así que hago pipí, me lavo la cara y las manos. Luego regreso a mi cuarto, me seco las manos y busco un par de calcetines entre el montón de ropa limpia que tengo en una mesa al final de mi cama.
Quizá debería acomodar esa ropa. Mñeh, luego. Me pongo un pantalón de pijama que trae impresa una pokebola y la palabra trainer. También me pongo un calcetín diferente en cada pie, pero no se nota porque ambos son blancos, meto los pies en los tenis negros y voy al armario pequeño.
Entonces me doy cuenta que no me he secado la cara y me sacudo como perro.
Elijo una sudadera y me la enfundo encima de la playera negra que traigo puesta.
Parpadeo varias veces, me estiro y me desperezo. Me levanto y salgo de mi cuarto, regreso para tomar mis lentes que olvide en la mesa y salgo definitivamente.
Me dirijo hacia el refrigerador con la intención de sacar la leche, pero cuando lo abro descubro que no tenemos leche. Nada, ni siquiera para un plato.
Caigo de rodillas, con los ojos comenzando a lagrimear y grito "¡Noooo!"
El cielo acompaña mi tragedia con truenos en el fondo.
Mentira, solo tomo las llaves del departamento, mi celular y salgo para ir a la tienda a comprar un par de litros de leche.
Atravieso una serie de edificios de colores para salir a la calle principal, a partir de ahí camino por un camellón en el centro de la calle. Tengo que caminar un poco más de dos cuadras antes de llegar a la tienda.
Veo a la señora que sale en bata de baño a pasear a su perro, yo le calculo más de 65 años. Casi no tiene cabello y el poco que tiene siempre lo trae revuelto. Su perro es una french con moños rosas gigantes que también tiene aspecto de vieja. Es de esos vecinos que simplemente no puedes ignorar u olvidar.—Buenos días, señora Clara. — digo sonriente y ella me saluda agitando la mano, luego bajo la vista — Clarita, ¿cómo estás?
La perrita esquiva mi mirada y me gruñe conforme paso. Y es en serio, Clara le puso Clarita a su perra.
Termino de recorrer las dos cuadras y entro a la tienda.—Hola, Don Sebas. —lo saludo al entrar y me sonríe. Me dirijo al refrigerador y tomo dos litros de leche. Llego a la caja y se me atraviesa un chocolate, así que lo uno a la lista de cosas a pagar.
—¿Es todo? — me pregunta y comienza a pasar las cosas antes de que pueda responder. Me limito a asentir y Don Sebas regresa la vista a la televisión. Están pasando un partido de futbol, ni si quiera noto de que equipos se trata.
Antes de que pueda decirme el total extiendo un billete de cien pesos, lo toma y me da el cambio.Salgo de la tienda y comienzo a caminar de regreso. Saco el chocolate, tomo ambos lados de la envoltura y cuando estoy a punto de tirar para abrirlo, mi celular suena.
Tiro el chocolate al piso debido a mi sorpresa y a mí poca habilidad para guardarlo y sacar el celular. Meto la mano a mi bolsillo, sujeto el celular y lo saco. Lo siento vibrar en la mano y leo el nombre en grandes letras blancas: Ara.Me agacho para recoger el chocolate, con la misma mano con la que cargo la bolsa que lleva los dos litros de leche y lo guardo en el bolsillo de la sudadera.
No he hablado con Ara en más de seis meses. ¿Será prudente contestarle ahora?
Dudo un momento y me quedo viendo su nombre.
La verdad es que desde aquella visita las cosas no han vuelto a la normalidad y no estoy seguro de querer hablar con ella ahora.La llamada termina.
Siento todo el peso de la orbe urbana que me rodea. De repente es como si los camiones fueran a arrollarme y como si las señoras que pasan con el mandado no hicieran más que juzgarme. No entiendo porque, pero antes de que me lo pregunte, el celular comienza a vibrar de nuevo.No lo pienso, no respiro, no veo de quién se trata y no me hubiera dado tiempo siquiera de parpadear. Respondo tan rápido que por un momento creo que mi dedo quedara encajado en la pantalla de mi teléfono.
—¿Hola? — pregunto antes de que la bocina del celular llegue a mi oreja.
—Hola, Elmo. — dice y escucho su voz. Cierro los ojos. Por una milésima de segunda la odio. Odio el timbre que tiene y también su acento. Abro los ojos.
Me siento en unas escaleras que tengo justo a un par de pasos y coloco la bolsa de plástico un escalón abajo. El local al que se accede subiendo esas escaleras está cerrado, así que no habrá problema alguno.
Una señora le hace señas obscenas a un taxista que se metió en su carril de forma imprudente y se escucha un pequeño duelo de cláxones.
Las llaves del departamento que están en la bolsa del pantalón de mi pijama, se entierran en mi pierna. Con la mano libre jalo ligeramente el pantalón y las llaves se liberan.
Siento que me he tardado una eternidad en responder.—¿Cómo estás, Ara? — le pregunto con un tono de voz bastante monótono. Agacho la cabeza y veo la tela de mi pantalón caer sobre mis zapatos.
—Bien. Gracias. Tiene tiempo que no hablamos. ¿Cómo estás tú? — la escucho decir y tragar saliva. Supongo que está en un cuarto cerrado y con mucho eco. Quizá se metió al baño para hablar con más tranquilidad o privacidad.
Medito su pregunta.
¿Estoy bien? Siendo honesto, he estado mejor, pero ya no me afecta lo que hizo durante aquel viaje. Creo que extraño la amistad que teníamos antes, pero ciertamente no me encuentro mal.—Estoy bien en realidad. — creo que nota sorpresa en mi voz. Pero no digo nada más. Hay silencio, me doy cuenta que espera que agregue algo más. No lo voy a hacer.
—Oh... eh, me alegro. Recién termine de leer La Improbable Teoría de Ana y Zak y un montón de libros más de los que no hemos hablado. — escucho honestidad en su voz. Intenta con todas su fuerzas que seamos amigos de nuevo, pero hay algo que no nos deja. Algo se siente raro o incomodo.
—Vaya. Yo no he tenido oportunidad de leer mucho. He releído Una Serie de Catastróficas Desdichas. — nos quedamos callados unos segundos porque no sabemos qué decir. No estamos molestos, pero la cosa no va bien.
Siento la necesidad de cortar la llamada y seguir con mi vida, pero es simplemente la clase de cosas que yo no hago.
No doy portazos, no grito groserías en medio de una pelea, no doy la espalda y me voy, no golpeo a alguien y definitivamente no corto una llamada solo porque si.—Escucha, ¿podemos olvidarlo? — me pregunta con lo más cercano a un tinte de ruego que he escuchado en su voz desde que la conozco.
No quiero que ruegue, esa no es la Ara que yo conozco.—¿Qué parte exactamente? ¿La parte en que me corriste o cuál de todas? — sorprendentemente no estoy enojado, solo pregunto con honestidad. Quizá soné algo duro. Me trueno los dedos contra la pierna porque no sé qué más hacer.
—Lo siento. En verdad. ¿Por qué no podemos ser amigos de nuevo? — su voz es apenas audible, incluso en ese cuarto con eco. Le duele decir eso y estoy consiente de ello.
En mi cabeza comienza a sonar "Why Can't We Be Friends?" de Smash Mouth. Y la "alegría" de la melodía contrasta con lo serio de la situación.
—Lo intento. Pero algo no va bien y sé que no solo yo me doy cuenta. —
La escucho suspirar. Cambio el teléfono de mano para tronarme los dedos de la otra mano contra la pierna.
—Probablemente deberíamos dejar de hablar otro mes. — propone y aunque la idea no me encanta, no quiero discutir.
Ahora soy yo el que suspira.
—Quizá. — creo que no me ha escuchado porque lo he dicho muy bajo, pero la oigo colgar.
Espero otro minuto ahí sentado. No estoy seguro por qué. Luego tomó la bolsa de plástico y sigo mi camino.
La extraño.
Extraño a Ara, extraño a mi amiga y no sé si es el hambre, pero de repente siento ganas de decírselo, sin embargo no lo voy a hacer.Mi celular vibra una sola vez. Lo tomo y leo un mensaje en la pantalla. Es Ara.
"Solo quería decirte una cosa. Nos leemos en un mes."
No me importa. No quiero saber qué es esa cosa.
Al menos no de momento.Lamento no decirte que te extraño, Ara.
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De Zorros y Hurones
Teen Fiction"Tomo el celular para marcarle y siento que todos en el lugar me miran. Es de ese tipo de cosas que te dan vergüenza y sientes que todos te juzgan, como cuando traes un mal corte de cabello, pero la realidad es que a nadie le importa. También es d...