Capítulo IX: Santa Claus es un culero.

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Cuando me bajo del avión, espero ver a mi familia sonriendo en la sala de espera. Pero en su lugar, veo a un chofer de mi papá. Este es nuevo, es viejo, fornido y sostiene un letrero con mi nombre.

—Buenos días. — le digo al acercarme a él y sonrío forzadamente.

El inclina la cabeza un poco a manera de respuesta y toma la única mochila que traigo para llevarla él.
Lo sigo de cerca. Me guía a través de varias filas de coches, hasta que llegamos a uno de los carros de mi padre.
Me abre la puerta y después de haber subido, deja mi mochila en la cajuela.

No es que no me guste que manden un chofer por mi, pero por una vez en la vida estaría bien que vinieran ellos. Como cuando tenía quince años y no podíamos costear este tipo de cosas.

El señor se llama Roberto y tiene un marcado acento del norte. Me cuenta que tiene dos hijas y que su esposa falleció. Le doy mi más sentido pésame, y aunque siento que lo he hecho terriblemente porque siempre me trabo y no sé qué decir cuando me cuentan de la muerte de alguien, el sonríe y me dice que descuide, que ya hace varios años de eso.

Cuando llego a casa, mi hermana y su novia ya están ahí. De hecho los encuentro a todos sentados frente a la televisión viendo una película navideña con Reese Witherspoon.
Ahí está mi papá. Se llama Alejandro, pero todo el mundo le dice Alex. Tiene cincuenta y dos años y muy a su pesar, ya tiene el cabello y la barba salpicados de canas.
Mi madre está a su lado, rodeada por el brazo derecho de él. Su nombre es Doris, aunque todos le dicen Dory, como el pez de Buscando a Nemo. Yo me refiero a ella como "mamá".
Luego está Jen, mi hermana de veintidós años y su novia "Mars" que en los seis años de relación que llevan, se ha vuelto una más de la familia. Todos esperamos que se casen el año próximo, sin motivo en realidad, porque ellas jamás han dicho algo al respecto.
En el sillón de al lado está Lucas, mi hermano de catorce y en su regazo está Tornillo, nuestro Corgi de cuatro años de edad.

—Hola. — les digo dejando mi mochila al pie de uno de los sillones e intento sonreír, aunque creo que no lo hago convincentemente. Me acerco a mi papá, él se levanta y me da un abrazo.

—Te ves bien. Un poco peludo de la cara, pero parece que vivir solo te ha sentado bien. — me da una palmada en la espalda que es más fuerte de lo que él cree que la está dando.
Mi madre se levanta y me da un beso en la mejilla, no me ha visto por tres minutos y ya me regañó por cuarenta cosas.
Luego saludo a Jen y le pregunto por su vuelo porque ella tampoco vive aquí. Me dice que ha estado tranquilo y sonríe. Mars se levanta y me abraza, yo le devuelvo el abrazo.
Si Jen rompe alguna vez con ella, la asesino. Adoro a esta chica.

—Luke, ¿cómo estás? — le revuelvo el cabello y el no quita la vista de la pantalla.

—Lucas. Te está hablando tu hermano. — lo regaña mamá.

El balbucea algo cercano a "Ah, sí. Hola, Elmo" aún sin quitar los ojos de la televisión.
En ese momento se despierta Tornillo que tiene fama de dormir como si estuviera muerto. Me voltea a ver y se abalanza sobre mi, no sin antes brincar sobre la entrepierna de Luke. Cosa que lo obliga a quitar la vista de la pantalla y maldecir al perro, pero ya he llegado yo, así que cualquier cosa que quiera hacerle a Tornillo se la haré yo a él.

Es probable que durante los próximos once días Tornillo duerma conmigo. Por alguna razón este perro ama a las personas equivocadas. A mí, por ejemplo, que nunca estoy aquí. También a Mars, que es el eslabón más débil cuando de "salir" de esta familia hablamos.
Y a mí madre, que lo aprecia y ha aprendido a quererlo, pero no es fanática de los perros. 

Luego de haberme instalado en un sillón, es hora de pasar a lo verdaderamente importante.

—¿Qué vamos a comer? — pregunto rompiendo el silencio, sin contar la televisión.

De Zorros y HuronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora