Capítulo XIII: Nece(si)dad.

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Existe un punto sin retorno cuando alguien te gusta, pero solemos darnos cuenta muy tarde.

En este punto sin retorno, es donde internamente, sin notarlo y dependiendo de tu madurez y muchos otros factores, decides qué clase de relación vas a tener.

Puede ser una relación enfermiza, en la que tú necesitas a la persona y no te das cuenta de que estás estresado y desesperado todo el tiempo por saber dónde está y qué hace. Así como tampoco te das cuenta de que estás cayendo en algo enfermizo y la otra persona no lo sabe y no tiene nada de culpa.

Por el otro lado, puede volverse una relación madura en la que exista libertad.
Amar no es poseer. Nadie tiene a nadie.
Amar es darse cuenta que la otra persona está ahí por voluntad propia y elige quedarse contigo, sin que tú sientas la necesidad de amarrarla a ti. Pero también ser consciente de que quizá un día quiera marcharse y si ese día llega, sonreírle, darle las gracias por estar en tu vida y continuar, llevándote los recuerdos que hayan construido juntos.

Cuando uno logra entender que no necesitas a la otra persona para vivir, pero estar con ella hace tú vida infinitamente mejor y verla sonreír hace sonreír a tu corazón; entonces estás amando de verdad, porque procuras el bien y el crecimiento de esa persona.

Si terminan y lo odias y le deseas los peores males del mundo y sientes una aberrante necesidad de esa persona, no sé qué hiciste, pero no fue amar.

Y no me mal entiendan, puedes enojarte y llorar porque terminó, pero al final debes ser capaz de desearle lo mejor en el mundo a esa persona. Porque, ¿quién puede desearle mal a alguien que alguna vez amó con toda su alma?

Claro que si esa persona te cortó una mano o mató a tu hermano, perdió a propósito a tu mascota o algo similar, entonces sí puedes odiarla. No es que esté bien, pero puedes.

Me hubiera gustado entender esto antes de conocer a Cara, desafortunadamente no sucedió así y hay golpes que uno debe darse.

Aquella tarde me quedé en mi casa, viendo Daredevil en Netflix y disfrutando de comida chatarra, completamente ignorante de todo lo que les acabo de decir. Y completamente ignorante de lo que estaba por suceder.

Me desvelé y terminé la temporada uno. Y en el transcurso de aquel solitario día, algo maligno crecía en mi interior.

Extrañaba a Cara y era consiente de ello, aunque la extrañaba de una forma incorrecta, de una forma en la que nadie debería extrañar jamás.
Sin embargo no quería hablarle yo, porque tonta e ingenuamente creía que era su turno de invitarme a salir.

No me daba cuenta de que una necesidad enfermiza se desarrollaba adentro mío.
Una necesidad que avanzaba muy lentamente, pero daba un paso tras otro.

De Zorros y HuronesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora