Estaba temblando, le sudaban las manos y su pecho ascendía y descendía dramáticamente.
—Marinette, cálmate—Tikki intentaba lograr que la chica le hiciera caso—. Todo va a estar bien.
La carta roja reposaba sobre el escritorio de la misma, las letras que en ella estaban escritas, cuidando sobre todo su ortografía y caligrafía la hacían querer romperla en pedacitos antes de que alguien (además de su kwami y ella misma, por supuesto) supieran de su existencia.
Quería tomar el papel entre los dientes y devorarlo hasta que sólo quedaran vagas trizas esparcidas por el suelo de su habitación, trizas que después barrería y desecharía como polvo viejo que se quita de las estanterías en una librería. Quería olvidar que había sido capaz de escribir algo para él, y todavía peor, que había sido capaz de escribir sus sentimientos hacia él.
—Yo... no... no puedo—estaba recargada contra la pared, hecha un ovillo en su cama mientras sollozaba a lágrima viva. Faltaban poco menos de una hora para que las clases empezaran, y no había dormido esa noche desde que terminó de escribir ese poema. Tenía miedo, mucho miedo, temblaba y no quería ir a la escuela.
—Marinette, vas a estar bien—su voz sonaba por sobre todas las cosas, dulce y reconfortante, como lo hacía siempre.
La pelinegra agradeció esa confianza que su kwami le inspiraba, de no haber sido por esa pequeña cosa roja, se habría privado de grandes experiencias que la dejarían marcada de por vida.
—No quiero que me rechaze—su voz era un hilo, se mordió el labio inferior a tal punto de que ella misma se sacó sangre—. Me gusta tanto Adrien, que temo invitarlo al baile y me rechaze. Además, seguramente ya aceptó ir con esa odiosa de Chloé.
Se frotó los antebrazos, soltando un suspiro de frustración. Cerró firmemente los ojos después de afirmar.
—Probablemente moriré sola.
—No digas eso, Marinette—Tikki se acercó a ella, una leve sonrisa lastimera se curvó en su rostro—. De todas las LadyBugs, eres la más linda. Estoy segura encontrarás a alguien.
—Si, pero es que yo...
—Marinette, ¡cariño! ¡Debes ir al colegio!—escuchó la voz de su madre desde el piso de abajo, resopló y se puso en pie de un brinco.
—¡Ya voy, mamá!—replicó, colocando una mano sobre la carta en el escritorio mientras vacilaba, ¿la tomaba o no?
—Hazlo—la kwami se posó sobre sus dedos—. Hazlo, estoy segura de que no te arrepentirás, Adrien es muy tierno y no te rechazará.
—¿Y si lo hace?—frunció el ceño, preocupada.
—Entonces será mejor haberte confesado que jamás haber corrido el riesgo, Marinette.
Con una mano temblorosa, guardó el papel en la pequeña bolsa en la que guardaba a Tikki, soltó un último suspiro antes de tomar su tarea y bajar a la cocina.
Agarró un plátano del frutero de la mesa antes de darle un beso en la mejilla a su mamá en modo de despedida, comenzó a pelar y devorar el alimento cuando sacudió la mano ante su papá y salió corriendo por la puerta de la panadería.
Dejó de correr cuando faltaba tan solo una cuadra para llegar al edificio. Tiró la cáscara en un bote con el símbolo de reciclaje, sin importarle mucho lo que estaba haciendo y palpó la bolsa en busca de la carta.
Se mordió el labio inferior y tomó una gran bocanada de aire, tenía miedo, mucho miedo.
«Todo va a estar bien, Marinette...» Se repetía a sí misma una y otra vez, pronto se convirtió en un juego tedioso, y después en un trabalenguas. Pero seguía haciéndolo, cada paso que daba iba acompañado de esa frase, en un punto dejó de escuchar su propia voz y empezó a escuchar la de Tikki en vez.
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Eco ||Miraculous LadyBug|| ||MariChat|| [E D I T A N D O]
Fanfiction[Primer lugar en la categoría MariChat de los Premios LadyBug 2016] "Estoy enamorado de un ángel que le teme a la luz. Su aureola está rota, pero aún quedan rastros de que pelea en sus ojos." Las paredes que construimos están hechas para resguardar...