XXII

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  Más que no saber a dónde iba, no sabía qué hacía.

  Las órdenes de su líder habían sido sencillas: ayuda a Ladybug y relaciónate con ella. Pero, ¿qué debía decir al conocerla? ¿Debía presentarse respetuoso o intolerante, como ese gato tonto?

  Se le erizaron los vellos de la nuca de tan sólo pensar en eso. No, claro que no podía ser como ese gato tonto. Los gatos eran arrogantes, eran la epítome de la indiferencia. Eran egoístas, convenencieros y...

—Y de ahí provenimos, somos el poder de la destrucción Dae-Hyun. No lo olvides—la voz de su kwami le resonó en los oídos, apretó los puños alrededor de sus Shurikens. 

  Guardó el par que había sacado rato antes de nuevo en el pequeño estuche de su cintura. Volvió a fijar la mirada al frente, ahora más que antes estaba seguro de que encontraría y ayudaría a Ladybug. Si no lo haría por satisfacer a su ama, lo haría por su honor, por demostrar que era mejor y que podía hacerlo aún teniendo la mala suerte en su contra.

  Más bien estaba a su favor, porque ignoraba el hecho de que su líder era la representación Romana de la pureza. 

  La vio parar sobre un balcón adornado con algunas flores, estando varios edificios detrás tenía una clara vista sobre el gran letrero que anunciaba sobre negro y en letras doradas "Boulangerie Patisserie" colgado sobre la puerta. 

  También tuvo vista clara de cómo había una expansión en la parte trasera del local, probablemente de una reconstrucción reciente, en donde había largos ventanales adornados con bellos barrotes de estilo Rococó Francés, y dentro podía alcanzar a ver mesas blancas con floreros de rosas.

«He escuchado sobre esta pastelería antes...» Pensó. «Simplemente que no puedo recordar en dónde o por qué...»

  Para su buena —o mala— suerte, obtuvo la respuesta mucho antes de lo previsto. Tan pronto aterrizó sobre el barandal pudo distinguir con facilidad el olor a galletas recién horneadas y... ¿eso era menta?

  La portezuela en el suelo de madera estaba abierta, así que no dudó en sacar la cabeza e investigar. Fue fácil encontrarla a ella, corriendo hacia el suelo de abajo por algunas almohadas y sacando ropa desenfrenadamente de su ropero, el chico Cerbero frunció el ceño.

—Lo siento, señorita, ¿pero no cree que es poco adecuado esculcar las cosas de una civil mientras nadie se encuentra en casa?—se dejó caer y aterrizó en la cama con gracia y sigilo, la chica de escarlata soltó un respingo.

  Por poco y deja caer toda la tela que tenía en manos, la mayoría eran vestidos a medio terminar, pero que pasarían desapercibidos con unos con perfecto acabado en caso de que no se les mirara detenidamente. Para su buena suerte, su acompañante castaño fue lo suficientemente habilidoso como para sujetar todo antes de que tocara el suelo.

  Irónicamente, lo hizo con la boca y no con las manos. Así que ahora había una ligera marca de media luna en tres de sus vestidos en proceso favoritos.

  Retrocedió como por instinto, casi cayéndose piso abajo por las escaleras. A tientas buscó su yo-yo, intentando poder balancear quince prendas distintas en una mano. Lo alcanzó a rozar y frunció el ceño en señal de desconfianza.

—¿Quién eres, y quién te ayudó a encontrarme?—preguntó a la defensiva. No era la primera vez que un Akuma se infiltraba en su habitación, o la primera que uno pasaba desapercibido por un portador de Miraculous, así que ambas le daban mala espina. El cachorrito sonrió, enseñando los dientes en un acto que no mostraba nada pero ternura.

Eco ||Miraculous LadyBug|| ||MariChat|| [E D I T A N D O]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora