— Tienes qué estar tranquilo, tú sabrás lo qué harás.— palmeó nuevamente mi espalda Ryan.
Sólo guardé silencio, temía saber lo qué haría.
— Saca esa cara ya.— me abofeteó Ryan. — Lo siento... es qué es difícil.— suspiré.— Está bien.
Acto seguido tome el vaso de cerveza qué me había ofrecido Ryan hace un momento atrás y me la tomé de un sorbo. Necesitaba más.
— ¡Hey!— llamé al barman qué estaba limpiando algunos vasos. — Tráeme dos más.
Asintió y enseguida se dirigió.
— Oye, ya vengo. Iré a ver a la salida a Chaz.— rodó los ojos.— Al parecer se perdió la muy mujercita. Fingí una risa y asentí.
— Aquí tienes.— habló el barman dejándome lo qué había pedido. Sería una noche muy larga.
— Nunca pensé encontrarte aquí.— susurró una voz muy familiar a mi oído.— Te extrañé.
Y cuándo me di vuelta me llevé una gran sorpresa.
Madison Park.
— ¿Qué haces aquí?— fruncí el ceño. — ¿Por qué me hablas así? Solo te encontré.
Algo me olía a " no te creo"
— Lo siento.— mire hacia otro lado. — ¿Qué haces en Canada?
— Tenía unos proyectos en mente.— respondió ella jugando con su pelo.— ¿Y Ann?
— Ella esta en San francisco, cómo siempre.— respondí un tanto triste. — ¿No han terminado?— preguntó con una ceja alzada.
— ¿Por qué habría de terminar con ella?— pregunte confundido.
— Pensé que con lo que hicimos la olvidarías, claramente veo que no.— se acomodó en la silla en la qué estaba Ryan.
— ¿Qué?
— ¿La fiesta de Amber?— sonrió.
Guardé silencio.
— Claramente estás muy perdido, haber si te puedo refrescar la memoria.— Se acerco a mi oído. — Te acostaste conmigo.
Y eso fue un balde de agua fría.