one.

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Recuerda la primera vez que tuvo una visión.

Fue hace mucho tiempo atrás; quizá cuando tenía ocho o siete años. Quizá menos. No recuerda exactamente qué edad tenía, pero sí recuerda la visión.

Y fue impresionante. Y doloroso al mismo tiempo.

Estaba corriendo por la casa de sus abuelos hacia el patio. Ellos vivían en el campo en ese entonces, y la guerra era sólo una cosa de libros de historias y anécdotas de ancianos, mirando por la ventana, contándole a sus nietos todo lo que habían visto y vivido con nostalgia. El sol brillaba sobre el pasto, haciéndolo aún más verde y el viento corría incesantemente.

Harry recuerda que sonreía y reía y el sonido de su risa inundaba las grandes hectáreas del campo. Recuerda haber perseguido al gato de la vecina. Un viejo gato con pelos de color oro que se escondía de Harry. Ese gato siempre odió a los niños, de todas maneras, así que Harry no iba hacer una excepción. Recuerda extender sus pequeñas manos tratando de alcanzarlo, corriendo tan rápido como sus cortas piernas le permitían, y luego recuerda caer. Caer, caer al vacío, sin nada a lo que aferrarse.

Y, entonces, recuerda el dolor, un dolor en el brazo. En el pecho. En las piernas. Y recuerda no poder respirar. Después, recuerda el silencio, un silencio abrumador y oscuridad. Hasta que, finalmente, recuerda haber despertado en un lugar diferente a la casa de sus abuelos.

Recuerda un camión grande, amarillo y alto y con ruedas del doble de su tamaño. Recuerda una familia cenando debajo de la sombra de un nogal, dos niños pequeños danzando mientras el padre tocaba la guitarra y la madre movía un pañuelo de color verde en el aire y en la otra mano sostenía un pandero. Tíos y tías cantando al unísono, sobrinos y nietos jugando en el pasto.

Se sentía como un extraño en un ambiente familiar con personas que desconocía, pero, aun así, recuerda haber disfrutado de la música y del ambiente relajado y cálido que ellos le estaban ofreciendo. La familia sólo estaba ahí, disfrutando de un día libre y el sol y la felicidad.

Estuvo así no más de cinco minutos, y cuando abrió los ojos tratando de enfocarse en el sol que le pegaba directamente en la cara, extremidades pesadas y una presión en el pecho, su madre estaba ahí junto a su abuela, ambas mujeres mirándolo preocupadas. Una expresión aterrada en el rostro de su madre, que Harry nunca había visto antes, pero que, después de la guerra, se había convertido en una expresión cotidiana.

Harry no había entendido qué es lo que había pasado con él. Qué era lo que lo había transportado a un lugar más lejano de los que conocía. Su madre lo había apretado fuerte y su abuela estaba mirando hacia todos lados, antes de ir a casa.

Su abuela le había dado un té caliente y un par de galletas de avena, mientras su madre aún lo sostenía en sus brazos, tratando de mantenerlo lo más cerca posible, como si en cualquier momento, se fuera a desvanecer.

Ellas se habían quedado en silencio mientras Harry trataba de entender todo. Mantenían conversaciones secretas que transmitían sólo a través de sus ojos, y su madre seguía acariciando sus rizos y besando, ocasionalmente, su cabeza.

Luego de eso, su madre le había explicado su don, de dónde lo había adquirido, por qué era tan importante y que tenía que mantenerlo en secreto. Su abuela sosteniendo el tejido con más fuerza de lo habitual.

"Puedes ver el futuro." Había dicho con una mirada triste en su cara. "Puedes ver cosas que no han pasado, pero que pasarán pronto, cariño," Un beso en su frente, un suspiro amargo. "Tu abuelo solía hacerlo. Tienes que tener cuidado."

"¿Es algo malo, mami?" El pequeño Harry de aquellos años había preguntado con un tono triste en su voz. Su madre sonrió y negó con la cabeza.

Drop the game. [Larry Stylinson] [AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora