blue.

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Semanas Después.




Desde aquella pequeña conversación que tuve con el pequeño niño, Carl, nos hemos vuelto mas unidos a tal punto que he logrado comprender sus pequeños sentimientos puros y profundos que lo atormentan dia y noche. El rencor que le tiene a su madre que responde por el nombre de: Lori.





—Hey Alice —llama mi atención el ojiazul haciendo que lo vea por mi hombro; ya que el viene montado en mi espalda.

—¿Qué pasa?

—Se que llevamos poco tiempo de conocernos, posiblemente no encuentre a mi padre....

—¿A qué viene esto?—pregunte deteniendo mi paso, girándome a verlo.

—Vamos a Atlanta.


Haciéndome sonreír de oreja a oreja me gire hacia mis dos compañeros que iban adelante nuestro, estos de igual forma se habían detenido mostrando una sonrisa en su rostro ante aquel comentario que dio Carl.

— Joder hombre, pensé que nunca lo diría—murmura Ruben acercándose a nosotros.

—Vamos, fue divertido vagar por el bosque—contesta Miguel con tono burlón.

—Te quiero mucho más que a mi mamá—susurra Carl en mi oído haciéndome sonreír con ternura; jamas habia sentido algo similar ante unas palabras o una simple oración.



—Oye mamá de medio turno.—dice Rubén con una sonrisa, le alzo el dedo de en medio, provocando una risa por parte del. Nuestras risas paran cuando mi oído se agudiza y mis pupilas se hacen pequeñas, veo a Rubén está en el mismo estado que yo, volteó rápidamente hacia Carl.


Hay tres sombras atrás del ciervo, Carl esta apunto de tocarlo, pero siendo mas rapido y lo abrazo dando la espalda a los hombres siento algo entrar en mi espalda, suelto a Carl de golpe haciendo que este caiga al suelo.


—¿A-alice?—escucho su linda voz, le doy una sonrisa al compás que me dejo caer lentamente al suelo se llenan sus ojos de lágrimas,  No sentí dolor ya que mi Virus T actúa demasiado rápido, pero debo ser tratada como una humana.


—Hijos de Puta—gritó Rubén haciendo que los hombres se exaltaran.


—Lo siento estábamos cazando—escucho decir una voz profunda.


En el momento que busco con la mirada a los hombres uno se detiene viendo al castaño sorprendido, dejando ver unos ojos azules demasiado claros: —¿Carl?—susurra el hombre.

Todo se volvió negro.

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