Capítulo 3

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Entraron aproximadamente 7 u 8 hombres en el aula vestidos totalmente de negro y pasamontañas, los cuales solo dejaban al descubierto los ojos de los individuos, a demás cada uno de los hombres llevaba consigo un arma que no daba buena impresión, si no todo lo contrario, eran espeluznantes.

En ese momento no me podía mover, mi cuerpo no reaccionaba, ningún estímulo proveniente de mi, simplemente, nada.

-¡Que nadie se mueva!-Todas estábamos asustadas, era normal, no quisiera que nadie pasara nunca por una situación similar. La mayoría de las chicas lloraban y lloraban, y yo simplemente estaba ahí parada, inmóvil, sin saber qué hacer, estaba en shock. ¿de qué demonios iba todo esto?

-¡Os quiero ver a todas calladas de una puta vez! Ahora os pasarán una bolsa donde debeis meter móviles, relojes,...etc. Todo lo que llevéis encima. ¡YA!- volvió a gritar el mismo hombre.

Una vez que todas dejamos nuestras cosas en aquella bolsa, el hombre se dirigió a sus compañeros:

-Lleváoslas de aquí y cerradlas, ya sabéis como funciona esto, muchachos.

Los encapuchados asintieron sin réplica y cada uno de ellos se fue acercando a nosotras, como si ya supieran a quien tendrían que llevar cada uno de ellos. Por raro que pueda parecer, yo seguía ahí, quieta.

-¡Hijo de puta! ¡Suéltame! ¡Te he dicho que me sueltes!-miré hacia donde provenían los gritos y entonces la vi, Ginny estaba tratando de forcejear con el hombre que la tenía sujeta sin lograr nada, claramente aquel hombre le superaba tres veces en volumen y fuerza.

-Mira niñata, cállate y estate quieta o no tendrás un bonito final, ¿entendido?

-Suéltame- seguía insistiendo ella.

Al parecer el hombre perdió la paciencia y le propinó una bofetada tan grande que además de dolerme hasta a mí, dejó a Ginny en el suelo.

-¡Ginny!- grité yo, pero el hombre que me tenía cogida no me dejó moverme.

-Ni lo intentes o tú serás la próxima- me susurró mientras me miraba desafiante.

-Guarda fuerzas para después, Paul, pasaremos una temporadita con estas chicas.- dijo aquel hombre, dirigiéndose al muchachote que acababa de abofetear a mi mejor amiga.

Después de lo sucedido, nos encerraron a cada una de nosotras en un aula diferente con uno de los misteriosos hombres "para vigilar que ninguna de nosotras hiciera cualquier estupidez que pudiera delatarlos" fue lo que escuché decir a uno de los hombres, por todo lo que había pasado, no me costó suponer que era el cabecilla de toda esta operación, por así llamarlo, ya que todos y cada uno de los hombres seguían sus órdenes sin poner pega alguna.

Una vez encerrad con el hombre de negro, empecé a sentir un cúmulo de cosas; rabia, ira, impotencia, pero sobre todo miedo. Miedo a lo desconocido, a no saber qué demonios hacia aquí, miedo a no saber que pretenden hacernos y sacan ellos con esto. Pero por encima de esto, miedo a estar secuestrada en mi propio internado.


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