Capítulo 4

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No sé cuánto tiempo llevaba aquí metida con el misterioso hombre, que de vez en cuando me miraba. Pude ver que tenía unos ojos negros muy profundos, los cuales me inspiraban una cierta desconfianza, me seguía mirando desafiante, como si estuviera esperando cualquier tipo de movimiento "sospechoso" para actuar , como si realmente disfrutara con esto, viendo como poco a poco me vuelvo más y más vulnerable.

-Por mucho que me mire de esa forma, no conseguirás que te deje salir de aquí.

-¿Qué hago aquí?- pregunté con un hilo de voz apenas audible.

-¿Tan estúpida eres?, que aún no te has dado cuenta...-los ojos se le estrecharon, como si estuviera sonriendo, pero no era una típica sonrisa alegre que mostraba felicidad; si no más bien una sonrisa burlona- Estás secuestrada, preciosa, salta a la vista, ¿no crees?

-¿Por qué? ¿Por qué yo, nosotras?

-¿No te cansas de hacer tantas preguntas?

-Sólo quiero saber porque estoy aquí.- El hombre cansado de mi insistencia, suspiró.

-Vuestro director debe mucho dinero a nuestro jefe, por lo que hasta que no pague lo que debe, bueno, ya imaginarás el resto de la historia. Ahora cállate, me estoy quedando sin paciencia.

¿El Sr. Arthur debe dinero a estos hombres?, no sé de qué le puede llegar a deber una cantidad de dinero tan elevada como para que estas personas hayan recurrido a esto. ¿Drogas? ¿Armas?, no creo que sea algo tan peligroso, es que vamos... ¡es el director de un internado de chicas!, donde el mayor problema que ha habido, ha sido quedarnos sin suministros de compresas... 

¿Qué daño podría hacer un hombre así? El Sr. Arthur es de una estatura media tirando a baja, calvo con barba canosa, es un trozo de pan, siempre que cualquiera de nosotras hemos tenido algún problema, fuera lo que fuera, ha sido el primero en intentar solucionarlo. Es imposible que él sea el causante de todo esto.

Siguió pasando el tiempo y ya tenía el cuerpo adolorido de estar atada y tirada en el suelo, creo que jamás se me habían hecho tan largas unas pocas horas, ¿Cómo lo sé? Simplemente por el mero hecho de que le sol a penas se había movido.

-Podrías aflojar las cuerdas, me están haciendo mucho daño...

-Cállate.

-Por favor.-volví a suplicar.

-¡He dicho que te calles!- Se acercó a mí con paso firme y amenazante y me propinó un puñetazo en la cara, dejándome tirada en el suelo con un hilo de sangre descendiendo por mi cara hasta llegar al suelo.- ¡Estás en un puto secuestro! ¡¿No lo entiendes?! ¡Me importa una mierda si te duelen las cuerdas, esa es la cuestión, joder, que sufras, que sufráis todas las que estáis aquí!

Para ese momento yo lloraba en silencio, con miedo de volver a hablar y acabar peor aún. Espero que Ginny esté bien.

-Mírame- volvió a hablar-¡Mírame!-gritó al ver que no me movía- Deja de llorar por tonterías o realmente te daré motivos para hacerlo, créeme.

 Dicho esto, volvió al lugar dónde estaba situado y se puso a ojear su teléfono. Siguió pasando el tiempo, poco a poco, sentía la cara dolorida. De pronto, llamaron a la puerta.

-¡JACE!- gritó un hombre des de fuera, esa voz la reconocía, era la misma voz del hombre que daba las órdenes.-¡Abre la puerta!-volvió a gritar, parecía bastante alterado.

Jace, el misterioso hombre, me miró me miró y salió, cerrando con llave por fuera. Y entonces fue ahí cuando vi mi oportunidad. 


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