Capítulo 5 - La antigua reliquia

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Mr. Luz entró en el edificio del ayuntamiento, pisando los restos de la gran cristalera que ahora se encontraban esparcidos por todo el suelo de la sala. Comprobó los alrededores encontrando a varios de los miembros de seguridad tirados por el suelo aun inconscientes. Subió rápidamente las escaleras y se dirigió al fondo del pasillo del primer piso, cruzándose con varios hombres inconscientes más, hasta llegar al despacho del alcalde.
La puerta estaba abierta y entró directamente. No sabía que podía encontrar allí, pero esperaba, o más bien deseaba, que Arkangel no hubiera le hubiera hecho nada malo al señor Olivera. Para su consuelo, al echar un rápido vistazo a la habitación, vio al alcalde sentado en su mesa.
—¡Señor Olivera!, ¿está usted bien? —preguntó, tras irrumpir precipitadamente.
—¡Shh..! —este le miró al tiempo que le hacía un gesto con la mano pidiéndole silencio, mientras continuaba hablando por teléfono.
El héroe, sorprendido, hizo caso y aguardó en silencio a que acabara de hablar.
«No sé quien está al otro lado del teléfono, pero debe ser algo importante.»
—Así es señor... Si, señor —decía el alcalde—. Si, acaba de llegar. Está aquí conmigo —continuó mientras levantaba la mirada para encontrarse con los ojos del héroe.
—De acuerdo, ahora mismo se lo digo. Adiós señor.
El hombre, de aspecto orondo y cara redonda colgó el teléfono mientras mantenía la mirada al héroe, con sus pequeños ojos marrones. Acto seguido se levantó y se acercó a él, mientras se tocaba con la mano el cuello dolorido.
—Hola Mr. Luz, me alegro de verte. Perdona mi brusquedad, pero estaba hablando con el presidente.
«¡El presidente...!»
—Como bien sabes —comenzó a explicarle el alcalde—, ese joven con el que te has enfrentado, ha entrado aquí y me ha amenazado para que le diera información sobre un proyecto altamente secreto. No sabemos para quien trabaja, ni cual es su objetivo, pero sería muy peligroso si consiguiera lo que está buscando —le explicó con visible preocupación. Hizo una pausa para reflexionar antes de proseguir—. He llamado al presidente para informarle de la situación, y su orden ha sido clara: debemos detenerle. Me ha dicho que quiere verte, ha pedido que vayas inmediatamente a su despacho a reunirte con él. Allí te explicará todo lo que necesites saber.
El héroe asintió con la cabeza, pero por dentro estaba hecho un lío.
En los casi ocho años que llevaba ejerciendo de protector del pueblo, solo una vez había tratado con el presidente, y fue por un asunto mayor, algo muy delicado. Le llamaron para evitar una posible crisis nuclear que podría haber tenido terroríficas repercusiones para la humanidad de la mano de la temible organización Mantis... Pero esa era otra historia.
Ahora el tema se centraba en es tal Arkangel, un chaval que en principio solo parecía un poco desquiciado pero inofensivo, y que había resultado ser un rival formidable. Y, a juzgar por las palabras y la expresión del alcalde, un gran peligro se cernía ahora sobre todos ellos. Todo se había vuelto demasiado dramático...
Iría a ver al presidente, y esperaba que este le diera respuestas que aclararan un poco tan extraña situación.
—De acuerdo Sr. Olivera, ahora mismo voy hacia allá —contestó.
Cuando se disponía a marcharse, el alcalde le agarró la mano.
—Confiamos en ti, amigo —añadió mirándole con una extraña mezcla de confianza y preocupación en su mirada—. No nos falles.
—No lo haré —contestó el héroe sorprendido.


Gábriel se encontraba tumbado en una cama mirando el techo profundamente pensativo. No estaba en su piso, había decidido no volver para evitar que el héroe o la policía pudiera encontrarle. Ahora que ya se había concienciado la misión era lo más importante y no podía dejar que le encerraran. Tras el enfrentamiento acabó realmente agotado, había conseguido vencer ese primer asalto, gracias a unos poderes que desconocía que poseía, pero aun así había resultado un rival muy duro y el utilizar su nuevo potencial le había dejado exhausto, así que buscó un hostal en el que poder pasar la noche sin llamar la atención. Por suerte para él, estos abundaban en la ciudad de Sumadia y no hacían ninguna pregunta.
Después de haber cenado, satisfecho y con la barriga llena, se tumbó en la cama, pero no podía dormir. Tenía muchas cosas en la cabeza y no podía dejar de darles vueltas. Comenzó a recordar la conversación que había cambiado su vida y le había llevado hasta donde estaba:
—Hijo mío, necesito tu ayuda. Soy la madre naturaleza.. el planeta que habitáis y al que llamáis Tierra... Debes ayudarme hijo mío... Me estoy debilitando rápidamente. Vosotros, mis hijos, tus hermanos, me están matando. Desconocedores del daño que causan y cegados por el mal y la codicia, me están destruyendo. Me estoy marchitando. Y no aguantaré mucho más... Necesito tu ayuda, hijo mío...
»Lo que te pido es necesario. El daño continuará, vuestra codicia os hará enfrentaros entre vosotros. Vuestra ira os llevará a vuestra destrucción. Y ante vuestra armas devastadoras de vida pereceréis y yo pereceré con vosotros. Vuestro destino es inevitable.
»Te pido que seas mi salvador. Pido de ti un sacrificio necesario por un bien mayor. Debéis desaparecer. Es la única manera. Después de vosotros vendrán más, pero si yo desaparezco todos los futuros desaparecerán conmigo.
»Tu, hijo mío, eres mi elegido.. Tu, hijo mío, debes liberarme de la humanidad...

Apokalypse  (Trilogía EXO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora