Capítulo 14 - El retorno de los Dioses

5 0 0
                                    

Una enorme nave espacial había aparecido en los cielos sobre la gran ciudad de Sumadia.
Los gritos de terror de los ciudadanos de a pie al ver aquella colosal estructura surcando los cielos, alertaron al resto de habitantes de la gran ciudad que ya estaban recogidos en sus casas. En cuestión de segundos el caos y la locura se había desatado en la capital de Sidonéa.
A lo largo de sus vidas los ciudadanos habían sido aterrorizados con multitud de películas en que la Tierra era invadida por seres extraterrestres, y estos siempre eran representados como monstruos hostiles y con ganas de matar humanos. De modo que, sin dar tiempo a que la nave extraterrestre hiciera algún tipo de gesto que pudiera revelar sus intenciones, ya fueran estas pacíficas u hostiles, todos los habitantes de Sumadia corrían desesperados por salvar sus vidas. Daban por hecho que serían como les habían hecho creer.
Se produjeron aglomeraciones, avalanchas, atascos, enfrentamientos entre ciudadanos por conseguir escapar primero... Un auténtico caos, que se cobró muchas vidas.
Gábriel y Mr. Luz, desde el despacho del rascacielos en que se encontraban cautivos, tenían una visión privilegiada del moderno vehículo volador. Y este, sin duda, resultaba impresionante. A los pocos minutos de que apareciera, toda la zona centro de la ciudad había quedado desértica. Todos los habitantes estaban huyendo despavoridos, alejándose lo más rápidamente posible. Bajo la enorme estructura flotante se encontraba la gran plaza de Sumadia, y allí aguardaban los trece reptiles. Con sus trajes especiales y totalmente dispuestos, esperaban ansiosos, deseosos de que los invasores bajasen de una vez.
La nave, lentamente, comenzó a descender sobre la gran plaza hasta que finalmente aterrizó, o más bien se quedó levitando a escasos metros del suelo, frente a los reptiles. Las brillantes luces que adornaban sus laterales descendieron en intensidad, hasta que finalmente se apagaron. La extraña y moderna máquina voladora no emitía ningún ruido, pero tampoco lo había hecho antes, mientras descendía. En todo momento se desplazó en completo silencio. Fuera cual fuera el tipo de tecnología que utilizaban para mover la nave, no tenía nada que ver con la conocida en la Tierra.
En ese momento una de las piezas de la zona inferior comenzó a brillar sutilmente, hasta que un trozo, una plataforma de unos dos metros de ancho que comenzaba casi en el medio de la nave, comenzó a descender por su extremo opuesto. Esta se posó sobre el suelo formando una rampa.
Solo una intensa luz se veía al final de la pasarela. Entonces, entre la luminosidad, pudo distinguirse una figura. Esta bajaba por la plataforma, en dirección a los reptiles. Detrás suyo otras le seguían.
Gábriel y Mr. Luz, a más de veinte pisos de altura, no conseguían ver con claridad lo que estaba pasando, pese a tener la plaza justo enfrente. Podían ver al grupo de reptiles de pie frente a la nave, pero no veían lo que pasaba debajo de esta.

Serssek miraba fijamente hacia la pasarela, intentando descifrar que era lo que se ocultaba tras la intensa iluminación que le cegaba. Cuando la primera figura hubo avanzado lo suficiente por fin pudo verle con claridad. Fue una grata sorpresa comprobar que el mismísimo Fogos había bajado en persona. Siempre había deseado que fuera así, pero no estaba seguro de si lo haría, si bajaría él mismo, o si enviaría a otros en su lugar.
Varios seres bajaron de la nave y se quedaron de pie, frente a los reptiles. Eran un total de doce. El primero en bajar estaba al frente, y junto a él aguardaba otro ser. Los diez restantes se encontraban firmes por detrás de ellos.
Eran seres de aspecto humano: tenían brazos y piernas, manos con cinco dedos, ojos, orejas, boca, pelo... Todo exactamente igual que los humanos. Todo menos el color de la piel, la suya era azul. Algunos de ellos con un tono más oscuro y otros más claros, pero todos ellos eran de piel azul.
Los doce seres eran hombres, con largas cabelleras y voluptuosas barbas, algunas adornadas con elaboradas trenzas. Vestían imponentes armaduras metálicas de color oscuro y bajo estas portaban coloridos mantos enrollados por el cuerpo, con intrincados bordados en ellos.
El líder, de más dos metros de altura y gran envergadura, miró con cólera a los reptiles y tomó la palabra.
—¡Yo, Fogos, príncipe heredero de Íruzbin, pondré fin a todo este error, aquí y ahora! —gritó con rabia.
Este gigante de piel azul oscura portaba una larga y copiosa barba, decorada con tres gruesas trenzas que le llegaban a la altura del pecho y lucía una larga cabellera morena que le colgaba por los hombros. Sobre ella llevaba una elegante corona de oro macizo. Su mirada severa transmitía una firme confianza.
—Vaya, vaya... El mismísimo Fogos en persona —intervino Serssek mirándole con picardía—. Temía que no te atrevieses a venir tu mismo.
Fogos miró al reptil de arriba a abajo, examinándolo con visible desprecio.
—¿Dónde está esa serpiente de Kumrad? ¿No se atreve a dar la cara y te manda a ti? —preguntó con cierto tono de decepción en sus palabras, como si no fuera lo que esperaba.
—Kumrad no está aquí —contestó—. Pero esto no es por él. Yo soy Serssek, líder de los Tiamantinos, de los pocos que sobrevivimos a vuestra matanza —añadió entornando los ojos de pura rabia.
Fogos, sorprendido, giró la cabeza para mirar al ser que se encontraba junto a él, propinándole una mirada cargada de rencor.
—¡No me lo puedo creer!, ¿¡me has vuelto a mentir, Enuk!?
Este no llevaba armadura, solo una túnica de seda clara, y unos mantos exquisitos con bordados de oro encima. Tenía el pelo largo y liso, de un color grisáceo casi blanco, y una barba del mismo color, con complicados cruces de diversas trenzas formando una especie de dibujo, que resaltaban el azul de su cara. Su mirada derrochaba sabiduría.
Ante la pregunta cargada de reproche de su compañero, se limitó a evitar su mirada y bajar la cabeza. No dijo nada, pero apretó los puños con fuerza.
—No esperaba esto de ti, hermano —dijo señalándole—. Pero da igual, acabaré con estas serpiente primero y después le encontraré. ¡Voy a poner fin a todos nuestros errores de una vez por todas! ¡Pagará por lo que ha hecho!
Serssek y el resto de reptiles no sabían que estaba pasando entre los invasores, pero tampoco les importaban en absoluto sus asuntos.
—¡¡Destruisteis a nuestra raza... —exclamó el reptil con un odio profundo reclamando la atención de Fogos—. Y ahora será tu el que pagues por lo que hiciste a mi pueblo.
El gigante azul le miró e hizo un gesto burlón señalando al grupo de reptiles.
—No lo hice lo suficientemente bien, por lo que veo —respondió con superioridad.
Serssek, llevado por el incontrolable odio que crecía en su interior, se lanzó al ataque. Sus compañeros le siguieron.
Los extraterrestres, por su parte, estaban preparados para la acometida. Los diez que esperaban detrás se adelantaron, protegiendo a los dos líderes. En sus manos llevaban escudos, hachas y picos, sin embargo sus hojas no eran de metal sino de luz, una extraña luz azul.
Gábriel, desde su posición junto al ventanal, no vio más que un tumulto. Pudo apreciar que los dos grupos se habían lanzado al ataque finalmente, pero solo lograba intuir lo que pasaba. Decaído, le preguntó a Mr. Luz, que se encontraba junto a él.
—¿Y qué pasará con nosotros ahora?
El héroe le miró y forzó una sonrisa
—No te preocupes, saldremos de aquí. Encontraremos la manera —contestó con tono tranquilizador.
—No me refiero a eso —replicó—. Quiero decir, ¿qué será de nosotros? ¿qué será de la humanidad? Esos extraterrestres me han engañado y han intentado que destruyera la vida en la Tierra. No querían destruir solo a los reptiles, también querían destruir a la raza humana. Quizá ya no les seamos útiles, o puede que no quieran arriesgarse a que sus esclavos vuelvan a caer en malas manos, no lo sé. Pero cuando acaben con los reptiles, vendrán a por nosotros —dijo cabizbajo—. No sé que planeaba Serssek pero, incluso suponiendo que consiga acabar con ese grupo de extraterrestres, habrán muchos más en su planeta, sea cual sea, y ellos son solo trece.
Mr. Luz puso su mano en el hombro de Arkangel, dándole su confianza.
—Pase lo que pase —dijo el héroe—, nosotros defenderemos a nuestra raza. Si quieren pelea, aquí estaremos —contestó intentando animarle.
Gábriel asintió con la cabeza. El carácter del héroe le sorprendía, incluso en una situación así era capaz de ser optimista. Quizá Mr. Luz fuera un ingenuo, pero sus palabras consiguieron tranquilizarle. Ambos continuaron atentos a lo que acontecía en la plaza.
La batalla continuaba entre los reptiles y los invasores. Los primeros confiaban en el poder de sus trajes, similares al de Arkangel,buscando el combate directo y luchando con sus propias manos. Los invasores, en cambio, se apoyaban en sus escudos y armas luminosas.
Enuk se había quedado a un lado, mirando el enfrentamiento a varios metros de distancia, pero Fogos contaba por dos. Con un arma de luz en cada mano el príncipe iruzbiano luchaba ferozmente.
Ambos bandos comenzaron a sufrir bajas.
El reptil que no llevaba traje especial fue el primero en caer. Uno de los extraterrestres lo rebanó con su arma de luz, quedando el cuerpo mutilado junto a la mochila que portaba. Más tarde varios reptiles destrozaron los escudos de sus enemigos y los mataron a golpes.
Fogos, con un rápido y contundente movimiento de su arma, acabó con la vida de otras dos serpientes, cortándolas en diagonal. Serssek, mientras tanto, demostró ser un auténtico maestro de las artes marciales. Esquivó con un salto una acometida lanzada por uno de los invasores, giró el cuerpo en el aire y propinó una patada giratoria en la cara de su enemigo. Al caer, otro de ellos le atacó con su hacha de luz, pero se volvió sobre sí mismo y detuvo el brazo de su enemigo, agarrándolo violentamente con su mano. Le retorció el brazo dolorosamente hasta que el invasor dejó caer el arma, presa del dolor. Entonces Serssek lo acercó hacia él y le dio un fortísimo cabezazo, dejándolo fuera de combate. Después, con dos rápidos y precisos movimientos, remató a los dos rivales que permanecían en el suelo.
La lucha continuaba, pero Gábriel veía cada vez menos gente ahí abajo. Solo Serssek y dos de sus hombres continuaban en pie, por parte de los reptiles. Y tan solo Fogos y un hombre más, por parte de los invasores, sin contar a Enuk, que observa la batalla a cierta distancia.
El líder de los reptiles se lanzó nuevamente al ataque guiado únicamente por el odio que llevaba miles de años acumulando. Estaba disfrutando enormemente de la batalla. Sus compañeros estaban cayendo a su alrededor, pero lo hacían como héroes, vengando a su gente. No podía imaginar manera mejor de despedirse de este mundo.
La victoria cada vez estaba más cerca.

Apokalypse  (Trilogía EXO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora