Capítulo 11 A - Armagedón

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Gábriel y Mr. Luz se encontraban cara a cara, levitando inmóviles sobre la gran pirámide. El héroe, impaciente, continuaba esperando una respuesta del que fue su enemigo. Tras mucho meditarlo, Gábriel había tomado una decisión. Levantó la cabeza y, mirando fijamente a los ojos del héroe, dijo:
—Lo siento, pero ya no puedo confiar en ti. En una ocasión te dí la oportunidad de ayudarme, de hacer esto juntos, y la rechazaste. Ahora es demasiado tarde —concluyó—. He tomado una decisión. Debo hacer esto, Mr. Luz. Todo esto es por un bien mayor. Los humanos hemos sido muy egoístas, solo pensábamos en nosotros mismos sin importarnos como afectasen nuestros actos a nada que no fuésemos nosotros. Ahora ha llegado el momento de redimirnos. Por primera vez en nuestra historia debemos dejar de pensar solo en nosotros y hacer lo que es mejor para el planeta.
El héroe escuchó con tremenda decepción las palabras de Arkangel. Quizás tuviera razón, puede que ya fuera demasiado tarde. Tuvo que haberse dado cuenta antes, debió haberle hecho caso... Pero no lo hizo. Alzó la cabeza y le miró con aire pensativo.
—Puede que tengas razón. Quizás el sacrificio sea necesario. Es cierto que no hemos actuado de la mejor manera —declaró—. Pero, no puedo permitirlo. No puedo permitir que millones de personas mueran. No mientras quede una sola posibilidad de salvarlas, por remota que esta sea. Arkangel, por favor, escúchame —le imploró en un último intento de persuadirle—, confía en mi. Juntos podríamos derrotar a esos lagartos que forman la élite. Nos han estado manipulando, pero ahora lo sabemos. Tenemos una oportunidad, una oportunidad de detenerlos y salvar a la humanidad —insistió Mr. Luz. Debía convencerlo fuera como fuese. Pero, de repente, sin previo aviso, la Tierra comenzó a vibrar. Primero suavemente, después con más brusquedad, hasta que los temblores se convirtieron en violentos espasmos. Otro terremoto se había desatado.
Gábriel y Mr. Luz, levitando en los cielos, pudieron ver como la Tierra se estremecía por debajo de ellos. A lo lejos podían observar como los edificios del centro de Niptu se desmoronaban entre nubes de polvo, cayendo sin oposición ante la furia del planeta. No obstante, las pirámides resistieron el envite con elegancia, moviéndose al unísono con la tierra.
A los pocos minutos el temblor fue disminuyendo hasta que remitió completamente. En ese escaso margen de tiempo, de tan solo unos minutos, toda la ciudad había quedado arrasada, todos los edificios se habían desmoronado.
—¿No lo ves?, ¡es una señal! —le gritó Arkangel—. La Tierra se estremece, no aguantará mucho más. Me está avisando... Es demasiado tarde para todo, Mr. Luz. Demasiado tarde para confiar en ti; Demasiado tarde para detener a esos reptiles, si es que existen; Es demasiado tarde para la humanidad. Debo hacer esto, y he de hacerlo ya —dijo totalmente concienciado.
El héroe miró a su alrededor y contempló una ciudad totalmente arrasada mientras el viento llevaba hasta él los lamentos de los pocos supervivientes de la tragedia. Los desastres eran cada vez más habituales. La gente estaba muriendo y él nada podía hacer para salvarlos. Se lamentó internamente.
—Puede que tengas razón, ya no lo discuto. Pero, aun así, no puedo. ¡No puedo rendirme y condenarlos a todos! —gritó dejándose llevar por la rabia y la frustración—. Una vez me dijiste que solo luchabas por hacer lo que creías justo. Admiro tu determinación Arkangel. Crees en ello y estás dispuesto a sacrificarte, a sacrificar a toda tu especie, tomando tan difícil decisión. Pero no puedo permitírtelo. No puedo abandonar... No puedo olvidar a toda esa gente inocente. Lucharé por lo que creo hasta mi último aliento. Si ha de pasar, pasará, pero no será porque yo no haya intentado evitarlo —concluyó.
Ambos se miraron. Cada uno entendía y respetaba la decisión del otro, sin embargo solo uno podía triunfar. Les gustase o no, solo había un camino.
—De acuerdo, entonces no queda alternativa. ¡Acabemos con esto de una vez por todas! —respondió Gábriel.
Apretó los puños con fuerza y, sin perder más tiempo, se lanzó al combate, mientras Mr. Luz se preparaba para el envite.
Arkangel lanzó un veloz puñetazo hacia el rostro del héroe, pero este lo bloqueó y contraatacó con un rápido gancho. Gábriel intentó bloquearlo, pero no fue lo suficientemente rápido, recibiendo un fuerte golpe en el mentón. Acto seguido reaccionó y atacó con un gancho ascendente que hizo retroceder al héroe. Después volvieron a enzarzarse, dando y recibiendo golpes por igual.
Arkangel seguía un poco renqueante del día anterior, y estaba acusando el cansancio. En cambio Mr. Luz estaba en plena forma, lo que le daba una importante ventaja frente a su rival.
El héroe avanzó soltando una ráfaga de puñetazos sobre Gábriel, que detuvo los primeros golpes, pero no pudo seguir el alto ritmo que le imponía. Finalmente un golpe atravesó sus defensas e impactó sobre su rostro, otro más le golpeó el pecho y un tercero le alcanzó las costillas, para finalmente recibir un fuerte puñetazo que lo lanzó por los aires varios metros, hasta aterrizar sobre la arena del desierto.
Gábriel estaba débil, Mr. Luz le estaba superando. Tenía que continuar, tenía que volver a levantarse y seguir luchando, debía vencer. Sin embargo, en una parte de su corazón, ansiaba perder, ser derrotado por el héroe. Una parte de él deseaba que Mr. Luz venciera esa batalla, que le detuviera y le impidiera cumplir su objetivo. Si el héroe le superaba, no sería culpa suya. Si vencía Mr. Luz sería él quien tomara la decisión, suya sería la responsabilidad, y por tanto sobre él recaería la culpa de lo que aconteciera después.
El héroe descendió en picado lanzando una patada voladora. Gábriel se repuso justo a tiempo de detener el golpe con su antebrazo para, posteriormente, contraatacar con un puñetazo que impactó en el costillar del héroe. El fuerte golpe sumado a la velocidad que llevaba Mr. Luz en su descenso, le produjo un intenso dolor. Seguramente se había roto alguna costilla. Cayó de bruces sobre la arena, perdiendo el aliento durante unos segundos. Sentía un intenso pinchazo que a duras penas podía superar. Arkangel, al ver que el héroe tardaría unos minutos en recuperarse, hizo un esfuerzo, levantándose dolorido, y avanzó unos metros en dirección al piramidón. El héroe seguía de rodillas sobre la arena apretándose con fuerza el pecho con ambas manos.
El piramidón era un macizo trozo de metal oscuro con forma piramidal, que durante miles de años había permanecido expuesto junto a la gran pirámide. Era la cúspide de la pirámide pero, por algún motivo, nunca habían intentado volver a ponerlo en su sitio. Ahora entendía porqué.
Se acercó al pesado trozo de metal, extendió su brazo y apuntó directamente el tetragramatón contra él. Una especie de onda invisible, una extraña energía, empezó a surgir del objeto que sostenía en su mano y el piramidón, poco a poco, comenzó a levitar, como si no pesara nada.
Mr. Luz que se esforzaba por contener el dolor, giró la cabeza para ver con frustración como su enemigo elevaba la punta de la pirámide lentamente del suelo.
Gábriel movió el brazo con delicadeza, trazando el camino que el pesado objeto debía seguir hasta la parte más alta de la pirámide. El piramidón siguió obediente la senda que marcaba con el legendario objeto. Al alcanzar este el punto más alto de la pirámide, Gábriel bajó lentamente el tetragramatón hasta que el piramidón descansó sobre la punta de la gran pirámide, encajando perfectamente. Ahora todo estaba en su sitio. Solo faltaba activarlo y todo acabaría.
El héroe logró a duras penas ponerse en pie, controlando el desgarrador dolor que sentía en su pecho. No podía rendirse, debía hacer un último esfuerzo, así que se lanzó en la dirección de su rival. Le cogió totalmente desprevenido, propinándole una patada en la espalda que lo derribó. Arkangel, tras caer contra el suelo, se giró rápidamente y vio a Mr. Luz volando torpemente unos metros sobre él. Ambos estaban agotados y doloridos, habían llegado al límite de sus fuerzas.
—¡No puedo dejarte que hagas esto! —volvió a gritarle el héroe.
—¡¡Pues acaba conmigo de una vez!! —le instó Arkangel.
Gábriel estaba tendido sobre la arena del desierto, con el cuerpo recostado apoyándose en una de sus manos. Mr. Luz, levitando, se esforzaba por controlar el dolor, con su brazo izquierdo apretándose el pecho. Arkangel no hizo amago alguno de levantarse, parecía que estaba ahí esperando su final. El héroe pensó que seguramente su enemigo ya no podía más, que realmente estaba tan agotado que no podía continuar. Él mismo estaba al límite de sus fuerzas, y eso contando con la extraña bebida que le ofrecieron los reptiles, que sanó sus heridas y le hizo recuperar sus energías.
Sin duda Arkangel debía de estar extenuado. Era la oportunidad perfecta, debía ser ahora o nunca. Así que reunió las pocas fuerzas que le quedaban y se preparó para dar el golpe de gracia. Lanzaría un último y letal ataque. Era el momento. Debía hacerlo.
Gábriel lo miró inmóvil. Aun le quedaba un último as en la manga.

Apokalypse  (Trilogía EXO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora