Capítulo 12 B - La trampa

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Gábriel y Mr. Luz se encontraban cara a cara, levitando ambos inmóviles sobre la gran pirámide. El héroe continuaba esperando una respuesta del que fue su enemigo hasta que, tras mucho meditarlo, Arkangel alzó la cabeza y le miró fijamente.
—He tomado una decisión —dijo con gesto serio—, y espero no arrepentirme. Si hay una posibilidad, por pequeña que sea, lo intentaré —añadió.
Al oír estas palabras Mr. Luz soltó un suspiro de alivio.
—Realmente creo que eres un buen tipo, Mr. Luz —continuó—, al menos parece que te tomas en serio eso de hacer el bien... Así que confiaré en ti. Demuéstrame que hago lo correcto.
—Me alegra oír eso —respondió este—. No te preocupes, puedes confiar en mi. Te estoy diciendo la verdad. Si he de elegir entre creer a unos reptiles que nos han estado mintiendo y manipulando desde las sombras, o a la Madre Tierra, nuestro planeta, a través de tus palabras, mi decisión está clara. He estado luchando en el bando equivocado demasiado tiempo —expresó, mostrándole por primera vez una sonrisa, algo que sorprendió a Gábriel positivamente. Todo parecía indicar que no se había equivocado al confiar en él.
De repente, sin previo aviso, la tierra comenzó a vibrar. Primero suavemente, después con más brusquedad, hasta que los movimientos se convirtieron en violentos espasmos. Un terremoto se había desatado. Arkangel y Mr. Luz, a unos cincuenta metros de altura, pudieron ver como la tierra se estremecía bajo ellos. A lo lejos podían ver como los edificios del centro de Niptu se desmoronaban, y hasta ellos llegaban los gritos de los aterrorizados ciudadanos. Sin embargo las pirámides no se vieron afectadas, parecían moverse al unísono con la tierra. A los pocos minutos el temblor fue disminuyendo hasta que remitió completamente. El estruendoso sonido desapareció, dejando oír los lamentos de los supervivientes malheridos. Toda la ciudad había quedado arrasada, todos los edificios se habían desmoronado. Ambos héroes vieron, impotentes, el caos causado. Los desastres eran cada vez más frecuentes y ellos nada podían hacer. Si querían evitar más tragedias como esa debían darse prisa. El planeta no iba a aguantar mucho más.
Mr. Luz miró a Arkangel.
—Vamos, no hay tiempo que perder —dijo enérgicamente—. Sígueme, te llevaré hasta ellos.
Gábriel asintió y ambos salieron volando a toda velocidad. Debían apresurarse, les quedaba un largo camino hasta Sumadia y el tiempo corría en su contra.

Tras varias horas de vuelo llegaron a la ciudad. Estaba comenzando a anochecer y Sumadia lucía esplendorosa, con todas sus luces y carteles publicitarios luminosos ya encendidos. La ciudad parecía estar totalmente ajena a la agónica situación que vivía el planeta. Mr. Luz se detuvo sobre uno de los mayores rascacielos del centro de Sumadia, a una altura suficiente como para evitar ser detectados. Arkangel se paró junto a él.
—Es aquí —dijo.
—¿Aquí? —preguntó Gábriel levantando una ceja. Le parecía un poco raro.
—Si, aquí fue donde me trajeron.
—Está bien —asintió— ¿Cómo propones entrar?
Mr. Luz meditó sobre el asunto durante unos segundos.
—Puede que sospechen algo... Nadie a vuelto a contactar conmigo. Pero no tenemos tiempo para planes. Intentemos entrar haciendo el menor ruido posible y esperemos que la cosa no se complique —dijo encogiéndose de hombros.
—Tienes razón. Debemos ir a por todas. No nos queda otra opción —se mostró de acuerdo su improvisado compañero.
Descendieron cautelosamente hasta posarse sobre la azotea del edificio. No había nadie ahí arriba, así que avanzaron hasta la puerta. Estaba cerrada, pero era de esperar. El héroe dio un ligero golpe sobre la cerradura, intentando no hacer demasiado ruido, y la puerta cedió. Ambos se introdujeron en el interior del edificio.
No se veía nadie en la escalera, todo estaba muy tranquilo. Descendieron un piso. Echaron un vistazo a través del cristal de la puerta que separaba la escalera del interior de la planta, y pudieron ver un pasillo y varias habitaciones que parecían ser despachos y oficinas. Vieron luces encendidas en varios de ellos, pero ninguna actividad fuera. Continuaron su camino descendiendo otra planta más sin encontrar ningún tipo de oposición.
—¿Estás seguro de que era aquí? —preguntó Gábriel. Todo estaba muy tranquilo, demasiado tranquilo. Por un segundo sintió cierta desconfianza.
—Sí, estoy seguro. Era justo aquí debajo —contestó Mr. Luz mientras sacaba medio cuerpo sobre la barandilla para mirar en el piso de abajo.
En ese momento la puerta se abrió y un hombre, con pantalones de pinza, camisa y un chaleco antibalas sobre ella, salió al rellano de las escaleras. Al hombro llevaba colgada una pequeña ametralladora semiautomática.
—Voy a fumar un cigarrillo, y echaré un vistazo a la azotea —dijo hablando hacia el interior.
—De acuerdo —le contestaron.
El hombre, de manera despreocupada, sacó un paquete de tabaco de su bolsillo. Se disponía a sacar un cigarrillo cuando oyó un ruido, levantó la cabeza y vio un puño golpearle.
Mr. Luz agarró el cuerpo inconsciente y lo dejó en el suelo con cuidado. Arkangel miró al pasillo interior, a través del cristal de la puerta, y pudo ver varios hombres armados haciendo rondas. El más cercano estaba a escasos metros de la puerta.
—Es la primera sala de la derecha —dijo el héroe—. Con un poco de suerte podremos noquear a ese tío y entrar antes de que sus compañeros nos vean.
Gábriel asintió con la cabeza mientras abría cuidadosamente la puerta. Se acercó rápidamente hasta el guardia, que avanzaba por el pasillo en sentido contrario, y le dio un golpe seco en la cabeza que provocó que el hombre cayera inerte en sus brazos. Después lo arrastró junto a la puerta que Mr. Luz ya estaba intentando forzar. Al cabo de unos segundos la puerta cedió y ambos entraron al interior de la sala.
Las luces estaban apagadas pero, gracias al gran ventanal del que gozaba el despacho, la luz de la ciudad iluminaba la estancia. Arkangel dejó el cuerpo inconsciente del guardia en el suelo, apoyado junto a la puerta. Molestaría un poco si alguien intentaba abrirla desde fuera. Mr. Luz avanzó hasta la mitad de la enorme sala, mirando la pared de la derecha. Comenzó a palparla, como si buscara algo.
—El presidente me recibió en este despacho, y abrió una puerta secreta aquí mismo, que me llevó directamente ante ellos —le explicó a Arkangel mientras seguía tocando la pared con las palmas de sus manos.
Gábriel no sabía que pensar. No era eso lo que esperaba. Se había alejado de su objetivo, a varias horas, para acabar llegando a un solitario despacho en el que no había signo alguno de actividad.
Si la élite realmente se escondía ahí, esperaba haber tenido que enfrentarse a una seguridad impenetrable, sin embargo había resultado excesivamente sencillo acceder.
«¿Y si ya no están aquí? O, peor aún, ¡¿y si todo es una trampa?!».
Lo había arriesgado todo...
—La debió activar el presidente desde su mesa —dijo el héroe refiriéndose a la puerta secreta, mientras se encaminaba hacia la lujosa mesa de despacho que había al final de la sala junto al ventanal—. Ven, ayúdame a buscar el interruptor.
Mr. Luz se acercó a la mesa y comenzó a inspeccionarla. Gábriel acudió con cierta prudencia cuando, inesperadamente, unas paredes de luz azul aparecieron formando un cubo a su alrededor. Era una especie de cárcel con paredes formadas de un material similar al cristal, con miles de lineas que emitían un brillo azul recorriéndolas en lo que parecían ser extraños circuitos.
«¡Noo!»
Al verse atrapado y comprobar que sus sospechas eran ciertas, Gábriel se lanzó hacia las brillantes paredes, intentando golpearlas para salir, pero se encontró que pese a su frágil aspecto, ese material, fuera lo que fuese, era realmente resistente. Las paredes no mostraron el menor signo de debilidad ante los fuertes golpes. Incluso intentó apuntar el tetragramatón hacia ellas, pero este no reaccionó, no hizo nada. Estaba atrapado. Automáticamente, reaccionó girándose enfurecido hacia Mr. Luz.
—¡¡Era una trampa!!, ¡me has traído a una trampa! —gritó iracundo.
El héroe parecía verdaderamente sorprendido.
—¡No!, yo no...
En ese instante la puerta secreta de la que el héroe había hablado se abrió, emitiendo un ruido sordo que captó la atención de ambos hombres. Miraron fijamente hacia la abertura y pudieron ver a un ser salir lentamente de ella. Las sombras ocultaban su aspecto pero pudieron apreciar como movía ambas manos y comenzaba a aplaudir.
—Bien hecho, Mr. Luz... —dijo. Su voz era profunda y resultaba aterradora—. Lo has conseguido.
Cuando dio otro paso más y la luz iluminó su rostro, Gábriel quedó sin aliento al corroborar que, efectivamente, se trataba de un reptiliano. Su cabeza era ligeramente alargada, cubierta de escamas verdes similares a las de una serpiente; No tenía nariz, solamente la hendidura de los dos agujeros sobre un morro semialargado carente de labios; Sus ojos eran amarillos con una larga y estrecha pupila negra que cortaba el iris verticalmente; Su cuerpo era humanoide y tenía una gruesa cola de varios metros de longitud se erguía tras de él. También llevaba puesto un traje de combate, probablemente similar al de los héroes, pero de un aspecto aún más imponente. Era negro en el pecho con un difuminado verde en los costados, color rojo sangre en la zona del estómago y plateado en las extremidades.
Los reptilianos existían y, pese haber oído hablar de ellos y haber visto algunas imágenes antes, el contemplar uno en directo por primera vez le resultó estremecedor. Al menos en eso no le había mentido el héroe. Al recordar la trampa que le había tendido este y verse atrapado, la impotencia y la rabia se apoderaron de él. Se giró hacia Mr. Luz y, sin mediar palabra, le propinó un fuerte puñetazo en la cara que lo derribó.
—¿¡Cómo has podido!? —gritó—. ¡Confié en ti y me has vendido! ¡El planeta morirá, y nosotros también! ¡¿Es qué no lo entiendes?!
—Te juro que no sabía nada.. —le contestó el héroe desde el suelo, limpiándose la sangre de la boca.
—Jajaja. No te miente —intervino el reptil—. Él realmente quería traicionarnos, se creía más listo que nosotros.
Al oír eso Gábriel se calmó un poco y, confuso, esperó. Ya no podía hacer nada, solo dejar que el ser continuara hablando.
Mientras tanto, de la puerta secreta salieron más seres como él, hasta un total de doce, que se fueron colocando en formación por detrás del que parecía ser el líder. Todos llevaban un traje de combate especial similar en aspecto al de Gábriel, pero en tonos verdes y negros, a diferencia del suyo negro y gris. Todos menos uno. Uno de ellos vestía un elegante traje negro con corbata y, desentonando un poco, llevaba una abultada mochila colgada a la espalda. Sin embargo, el lugar en el que se colocó este, por detrás de sus compañeros, no evidenciaba que fuera especialmente importante, por lo que Gábriel dedujo que el traje que él mismo llevaba debía de haber estado destinado para ese reptil. Nunca le encajó que ese traje de aspecto tan agresivo fuera destinado para Mr. Luz.
—Permíteme presentarme —intervino nuevamente el líder de los reptiles—. Soy Serssek, líder de mi raza... O de lo que queda de ella —dijo mirando sobre sus hombros y señalando visualmente a sus compañeros que aguardaban tras él.
Observó a los dos humanos, encerrados tras los extraños muros, mientras daba un par de pasos lentamente en su dirección a la vez que movía su gruesa cola de lagarto de un lado a otro.
—Sinceramente, no confiábamos en sus probabilidades de éxito —le explicó mientras miraba al héroe—. Te has convertido en un enemigo peligroso, Arkangel. Así que pensamos que si le desvelábamos nuestra identidad nos traicionaría y te traería hasta aquí. Por muy crédulo y obediente que fuese, no podría soportar la idea de que no fuéramos humanos. Y así ha sido. Nos ha traicionado y te ha traído directo hasta nosotros —explicó satisfecho.
Mr. Luz se puso en pie, junto a Arkangel. Este le miró un segundo, con cierto arrepentimiento, pero después giró la cabeza de nuevo. Puede que no lo hubiese hecho a propósito, que no fuese su culpa, sin embargo, por confiar en él estaba ahí atrapado, lejos de su objetivo. Serssek se giró y miró a uno de sus hombres, que se acercó hasta él para darle un arma de extraño aspecto. El reptil miró a Arkangel, le apuntó con ese extraño rifle y, sin mediar palabra, disparó. El humano se cubrió instintivamente, pero lo único que notó fue como el tetragramatón se escurría de su mano. Salió disparado, atravesando la pared de luz que los mantenía retenidos, y se quedó en la punta del arma que sostenía el reptil, como si estuviera imantado.
—Ya has tenido esto demasiado tiempo —dijo.
Gábriel, al ver que el tetragramatón había atravesado la pared, se lanzó contra ella sin dudarlo ni un segundo, con la intención de golpear a Serssek, pero chocó contra una pared que parecía de hormigón armado. Era infranqueable.
—Jajaja. Ni lo intentes. Es un material altamente resistente. No te imaginas cuanto. Yo decido que es lo que puede salir, y a ti te quiero ahí dentro —le explicó—. Y no solo eso, en su interior el poder de vuestros trajes queda anulado. No podréis escapar —concluyó.
Otro de los reptiles se acercó a su líder, sosteniendo un pequeño cofre de oro puro en sus manos. Con cuidado, Serssek acercó el rifle hasta el cofre y dejó caer el tetragramatón dentro de él. Entonces el otro reptil lo cerró rápidamente.
—Perfecto —dijo con una sonrisa en su escamado rostro—. Ve y guarda esto, e infórmanos cuando lleguen —le dijo a su camarada. Este obedeció sin rechistar y desapareció por la trampilla secreta.
Serssek se giró nuevamente hacia el humano, parecía muy satisfecho.
—En cuanto dejen de recibir la señal sabrán que has fracasado, y deberán venir ellos mismos —añadió.
—¿¡Ellos!? ¿De qué estás hablando? —preguntó alterado Gábriel. No sabía a que se estaba refiriendo pero no estaba para jueguecitos.
—Es cierto, si tu no sabes nada, jajaja jajaja... —exclamó divertido el líder de los reptiles—. Tu crees que es el planeta Tierra quien te habla, ¿no? Jajaja.
El resto de reptiles imitaron a su líder y todos comenzaron a reír ruidosamente. Todos se estaban riendo de él, cosa que le enfureció aún más. Continuaron con sus malévolas carcajadas hasta que Serssek cesó, y el resto de reptiles le imitaron.
—Estabas dispuesto a destruir a toda tu raza y sacrificarte tu mismo, sin cuestionarte ni por un segundo que pudieras estar siendo manipulado —le dijo Serssek, mostrando su desaprobación negando con la cabeza.
La cara de Gábriel se tornó en sorpresa.
«¿De qué está hablando?»
El reptil dio varios pasos y se aproximó a escasos centímetros de la pared holográfica que los mantenía cautivos. Con gesto serio buscó la mirada de Gábriel, y este pudo ver sus finas y alargadas pupilas negras sobre un iris amarillo mirándole fijamente.
—Te han utilizado, humano...

Apokalypse  (Trilogía EXO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora