Capítulo 7 - Tecnología secreta

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Gábriel continuaba dando vueltas por la base subterránea, intentando pasar desapercibido mientras buscaba algún indicio del tetragramatón, algo que le indicara que dirección seguir, pero hasta el momento no lo había logrado. Eran muchas las cosas que había visto en la base, y algunas de ellas habían llamado especialmente su atención, pero ninguna comparable al escalofrío que sintió al mirar a través de los cristales ligeramente empañados de una sala y ver algo moverse dentro de unas enormes probetas. Pero no tenía nada que ver con su misión, así que prefirió no indagar más sobre eso...
Continuó indagando hasta que se topó con algo que llamó su atención. Un panel led junto a una de las puertas identificaba el proyecto que se llevaba a cabo en la sala como "Supertraje prototipo".
Gábriel se detuvo pensativo, atusándose la barba de varios días que lucía.
«Hmm... No es lo que buscaba, pero podría serme útil.»
Estaba claro que Mr. Luz era un enemigo rápido y poderoso, en gran medida gracias a su traje, y ahora mismo debía de estar por ahí, siguiendo sus pasos, buscándole, hasta que finalmente diera con él. Y cuando eso sucediera le vendría muy bien poder contar con la velocidad, fuerza y resistencia que otorga un supertraje. El primer enfrentamiento que tuvo contra el héroe pudo resolverlo con solvencia y salir airoso, pero sabía que el hecho de que este le hubiera subestimado fue un factor decisivo en su victoria. La próxima vez que se encuentren seguro que el héroe será más cauto y luchará con todas sus fuerzas y, en ese caso, salir vencedor no resultará tan sencillo. Además tener la posibilidad de acceder a la tecnología gravitatoria, al igual que Mr. Luz con su traje, era algo que no podía dejar pasar. Volar no solo le pondría al mismo nivel que su enemigo, sino que también le facilitaría enormemente los desplazamientos necesarios para cumplir su misión.
Miró a ambos lados e, intentando no llamar demasiado la atención, abrió la puerta del despacho y se introdujo en él, cerrándola a sus espaldas. Tras un primer vistazo pudo comprobar que no había nadie en la sala. Era una habitación grande, con mesas en los laterales sobre las cuales había modernos equipos informáticos y multitud de pantallas. En el centro de la sala había una estructura cuadrada de cristales negros que ocultaban su interior. Gábriel se acercó a una de las mesas y echó un vistazo a los documentos esparcidos sobre ella.
La mayoría eran datos y estadísticas del proyecto. Entre ellos encontró un informe sobre las capacidades y cualidades del traje prototipo que estaban creando. Según rezaba el traje aumentaba la potencia muscular y mejoraba la respuesta de los impulsos nerviosos del portador, aumentando así su velocidad. También lo dotaba de un novedoso sistema de vuelo antigravitatorio, posibilitando grandes velocidades y una maniobrabilidad muy buena, permitiendo incluso frenadas en seco y cambios de dirección en ángulos cerrados. El traje estaba hecho en un material altamente elástico pero increíblemente resistente, sin embargo en el informe no se hacía mención de cual era el nombre de este material. Un poco más abajo había una lista de las pruebas realizadas, en las que se detallaba la relación del calibre de proyectil usado y la resistencia que había mostrado el traje. Al parecer los resultados mostrados eran satisfactorios en la mayoría de los casos. No cabía la menor duda de que hacerse con ese traje sería algo muy positivo, tanto para él como para el éxito de su misión.
Sin perder más tiempo se giró y comenzó a examinar la estructura de cristal del centro de la sala, intentando descubrir la manera de abrirla, ya no lo último que quería era hacer saltar las alarmas al intentar forzarla. Era un cristal grueso y de aspecto resistente. Buscó algún tipo de interruptor pero no encontró nada. Al examinar detenidamente el cristal frontal, pudo apreciar una pequeña zona en la que habían restos de huellas, como si lo hubieran tocado con el dedo, pero al intentarlo él, el cristal no reaccionó. Tuvo claro que esa era la clave, algún tipo de dibujo sobre el cristal, pero no tenía ni idea de que sería. Continuó indagando, buscando algún modo de abrirla cuando, de repente, la puerta de la sala se abrió tras él.
Un hombre, de unos cincuenta años, ataviado con una bata blanca y actitud relajada, entró en la sala. El científico, al levantar la cabeza, quedó paralizado al ver un intruso.
—Tu.. no puedes estar aquí... —balbuceó sorprendido. Gábriel estaba tan absorto intentando descubrir como abrir la estructura que le cogió totalmente por sorpresa, provocando que tardara unos segundos en reaccionar, aunque finalmente lo hizo. De un salto se abalanzó sobre el científico, cogiéndole de la pechera y cerrando rápidamente la puerta.
—¡No me hagas daño, por favor! Tengo dos hijas pequeñas —comenzó a lloriquear.
—Tranquilo, no te haré ningún daño —dijo al ver que no suponía una amenaza—, si me ayudas.
No pudo evitar pensar que en el fondo le estaba mintiendo. No le iba a matar, él no, pero iba a morir. Tanto él como sus dos hijas, y junto a ellos miles de personas inocentes en todo el mundo. Niños y niñas que aún no habían tenido la oportunidad de hacer mal a nadie. Sin embargo su misión era clara, debía activar un sistema que erradicaría toda vida del planeta, con las consecuencias que ello conllevaría. Pero, ¿qué podía hacer? Era por un bien mayor, debía salvar al planeta antes de que fuera demasiado tarde y esa era la única manera.
—Necesito este traje —dijo Gábriel en un tono suave, casi agradable—. Ayúdame a abrir el contenedor y no te pasará nada, lo juro.
—De acuerdo, haré lo que me digas —contestó rápidamente el científico.
Gábriel soltó la bata del hombre, y este se acercó a la estructura de cristal que contenía el traje. Miró el cristal frontal, volvió a mirar a Gábriel y titubeó antes de colocar su dedo sobre la zona del cristal en la que había marcas de huellas. El científico posó el dedo índice e hizo una circunferencia. La zona del cristal que el científico había delimitado con la circunferencia se volvió de un color rojo intenso. Entonces dibujó con el dedo sobre ella una estrella de cinco puntas, y la circunferencia se volvió de color verde. El contenedor emitió un ruido y sus puertas comenzaron a abrirse.
Ante sus ojos apareció un fantástico traje, de color gris y negro metalizado. Tenía el aspecto de una armadura, con el pecho y los hombros en negro, sobre el color gris oscuro que se imponía en el resto del traje. Bajo el pecho, toda la parte abdominal estaba recubierta de placas de acero negro metalizado dejando solo las abdominales en un tono gris más claro que el resto del traje. Cada pierna eran dos piezas, una gris cubriendo el muslo y otra negra cubriendo la pantorrilla. Tenía un aspecto verdaderamente imponente. El que lo había diseñado tenía buen gusto, o al menos un gusto similar al de Gábriel.
«Maravilloso»
El científico se hizo a un lado, en silencio, mientras Gábriel se deshacía de su ropa y se ponía el nuevo traje. El científico vio la cara de decepción que puso al acabar de vestirse y comprobar que el traje le quedaba grande.
—Tranquilo, el traje fue diseñado para Mr. Luz, que es más grande físicamente que tú —explicó con la mayor delicadeza posible—. Pero lleva un sistema de adaptación. Su tamaño se modificará para adaptarse al cuerpo del portador.
De repente el traje empezó a encogerse, adaptándose perfectamente a su cuerpo.
—¡Increíble! —exclamó—. Me siento muy ligero, casi como si fuera desnudo —dijo mientras hacía diversos movimientos para probar la elasticidad y adaptabilidad del traje.
Con su nuevo y flamante traje tenía un aspecto fantástico, sin duda el aspecto que merecía un héroe de su talla, o un villano de su nivel, dependiendo como se mirase. Parecía que llevase una moderna y ligera armadura, más que un traje. Por último cogió el antifaz negro y se lo colocó en la cara. Si Mr. Luz buscaba su antítesis, no cabía duda de que en el nuevo aspecto de Arkangel lo había encontrado.
—Es un nuevo material que no es de este mundo. Es extraordinariamente ligero pero, al mismo tiempo, increíblemente resistente —comenzó a explicar repentinamente el científico ante la sorpresa de Gábriel, que no esperaba ninguna explicación o aclaración por parte de su "rehén". Al fin y al cabo estaba robando el traje. Sin embargo parecía evidente que el hombre estaba orgulloso de su trabajo y seguramente este traje habría ocupado varios años de su vida.
—¿En serio? —se interesó—. ¿No es de este planeta?
—No, es un material que consiguieron de un cometa que pasó cerca de la Tierra —explicó satisfecho por el interés mostrado por el intruso.
—Vaya, es increíble. Ehh.., ¿y cómo activo el sistema de vuelo? —aprovechó para preguntar ante la buena disposición del científico.
—Con la mente —le contestó.
Gábriel lo miró totalmente desconcertado.
—Si, verás, el traje recoge los impulsos nerviosos de tu cuerpo y se integra en tu sistema central. Cuando tu desees volar, volarás. Así de simple.
Vio que el joven seguía sin entender.
—No es fácil de explicar desde cero, pero te pondré un ejemplo. Cuando tu quieres caminar, no tienes que activar nada, no tienes que pensar en mover un pie y después otro. Simplemente caminas. Y si en lugar de caminar quieres correr, no has de pensar en ello más rápidamente, simplemente corres, ¿verdad? Pues es lo mismo —concluyó el científico, satisfecho de la comparación.
—Pero entonces... —no le dio tiempo a preguntar, de repente la alarma comenzó a sonar en toda la base con un zumbido sordo y repetitivo.
«Maldita sea, me han descubierto. Habrá despertado alguno de los hombres que dejé inconscientes... O puede que ya haya llegado Mr. Luz»
Se volvió hacia el científico con urgencia.
—Necesito una última cosa. ¿Dónde está el tetragramatón?
—Lo siento, no conozco ese proyecto —contestó este con cierto temor.
Gábriel suspiró y meditó unos segundos.
—¿Cuál es la zona de mayor seguridad de la base? —preguntó.
—Mmm... Veamos.. Sí, debe ser ahí —dijo pensando en voz alta—. Mira, gira a la izquierda nada más salir, sigue recto y gira por el tercer pasillo a la derecha. Un poco más adelante verás un amplio pasillo a tu izquierda, lleno de cámaras de seguridad y con un par de hombres armados custodiando la puerta que se encuentra al fondo del mismo. Ese es el lugar más protegido de la base —le explicó—. No sé porque estoy haciendo esto, porque te estoy ayudando, pero siento que debo hacerlo... es extraño. Pero, por favor, no hagas que lo lamente —añadió el científico.
—Tranquilo, estás haciendo lo correcto. Aunque no lo parezca, yo soy el bueno de esta historia —le contestó Gábriel, acompañando la frase con una pequeña sonrisa—. Eres un buen hombre. Hazme caso y vete de aquí ahora mismo. Ve a tu casa con tus hijas —hizo una pausa—. Voy a hacer todo lo posible para darnos una oportunidad a todos nosotros, pero, por si no encontrara la manera, disfruta de tus hijas lo máximo posible, mientras puedas... —dijo solemnemente.
Se giró, abrió la puerta y se fue, dejando tras de sí al científico tan sorprendido como confuso.

Apokalypse  (Trilogía EXO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora