Capítulo 10 - La Decisión

11 0 0
                                    

Gábriel estaba sentado en la mesa de la cocina. Hacía un buen día, con el Sol empezando a asomar por la ventana y el olor a tostadas en el ambiente. Junto a él estaba Sara.
Gábriel la contempló, observando el aspecto que presentaba recién levantada, sin ningún maquillaje. Le parecía aun más preciosa al natural, con su pelo alborotado y los ojos ligeramente hinchados.
Esta le miró tras dar un mordisco a su tostada.
—Sabes, hoy he tenido un sueño muy raro...
—¿Ah si? ¿De qué trataba?
—Pues es un poco confuso... pero yo estaba viajando —continuó—, creo que iba en coche o algo así, entonces me despisto un momento y cuando me doy cuenta estoy en un sitio muy iluminado. La luz es tan fuerte que no veo nada. Entonces comenzaba a andar y veía paredes metálicas, era todo muy raro...
Gábriel la escuchaba con atención.
—Entonces llegaba a una especie de laboratorio, que me recordó un poco a una sala de operaciones, y vi una imagen de un hombre, como en una pantalla. No lo había visto nunca pero es como si lo conociera. Aún recuerdo su cara... Era joven, con gafas, perilla y pelo hacia atrás... Y entonces me decía: tranquila, solo ha sido un sueño... Recuerdo que miré al exterior de la sala través de una gran ventana y había un precioso bosque virgen. Y ahí me he despertado... Es raro, ¿verdad? Que en mi propio sueño me digan que ha sido un sueño...
Gábriel levantó la cejas sorprendido.
—Vaya.. Si que es extraño, si..
La chica le miró a los ojos.
—¿Cómo podemos saber que estamos despiertos? ¿Y si ahora mismo seguimos dormidos?
Gábriel sonrió. Pero después miró a su alrededor y se sintió confuso. ¿Dónde estaba? Esa no era su cocina. La mesa, las sillas, los azulejos... Todo era distinto. Sara le miraba fijamente, sin decir nada. Confuso, se levantó, acercándose a ella, pero el espacio pareció expandirse, alejando a Sara de él, y por más que lo intentaba no lograba acercarse.
—¡Sara! —suplicó, alargando la mano para intentar tocarla... pero no pudo.
La habitación se expandió más y más y el Sol que entraba por la ventana se hizo más fuerte, cegándole.
—¡Nooooo...!
Despertó de un salto, sudoroso y abrumado. Se encontró acurrucado junto a unas rocas en una pequeña cueva en la zona montañosa al sur de Sidonéa.
—Sara... —murmuró.
Estaba amaneciendo y el Sol aparecía tras las montañas para comenzar a escalar un cielo lapislázuli completamente despejado, sin una sola nube sobre el horizonte. Se frotó los ojos con la mano, después los abrió para contemplar un nuevo día, el que sería el último día de la raza humana.
Se puso en pie lentamente mientras trataba de ordenaba las ideas en su mente. Levantó la cabeza para otear el horizonte y comprobar que estaba muy cerca de su objetivo, los enormes desiertos arenosos se extendían hasta la lejanía. Hace tan solo unos días no hubiera imaginado jamás todo lo que iba a sucederle, sin embargo ahí estaba, tras haber superado los obstáculos que había encontrado en el camino de tan inesperada e inquietante aventura, y a tan solo unas horas de Niptu, el país de las pirámides, con las cuales pondría fin a la estancia de la humanidad en la Tierra... Por fin acabaría todo.
Una vez se hubo concienciado sobre el paso que estaba a punto de dar alzó el vuelo dispuesto a proseguir su camino. Mientras sobrevolaba lo que parecía un mar de arena en dirección a su destino, no podía evitar seguir dándole vueltas a la cabeza. Había intentado convencerse de que estaba haciendo lo correcto, lo que el planeta le había pedido que hiciera. Si, en efecto, la Tierra era un ser vivo, sin duda su inteligencia sería infinitamente superior a la de cualquier ser humano. ¿Quién iba a saber mejor que ella lo que debía de hacerse? Sin embargo, no podía dejar de preguntarse una y otra vez si efectivamente estaba haciendo lo correcto. Al fin y al cabo, aunque fuese la mejor opción posible, estaba a punto de hacer desaparecer a toda la humanidad. Pero por más vueltas que le diera solo veía tres posibilidades y, muy a su pesar, una de ellas ya la había tenido que descartar.
Si realmente existía una élite de personas que, controlando al ser humano desde las sombras, habían causado la caótica situación que vivía el planeta, podría haber intentado plantarles cara y hacérselo pagar. Y, si lo hubiese conseguido, la humanidad se habría salvado y el planeta también. Con la ayuda de todos los seres humanos el planeta se hubiese recuperado de nuevo. Por desgracia el único que podría haber sabido algo al respecto era Mr. Luz, y este aseguró no saber nada sobre el tema. Es más, lo negó categóricamente. Esta era para Gábriel la única opción buena, por así decirlo. Y, lamentablemente, había quedado descartada. Las otras dos opciones no acababan bien para la humanidad.
«Lo único que puedo hacer ahora —pensaba mientras surcaba el cielo en dirección a Niptu— es seguir las instrucciones del planeta, activar el mecanismo y destruir la vida sobre la Tierra. Esto permitirá al planeta sobrevivir y, con el tiempo, recuperarse. La vida volverá a brotar de nuevo. Todo continuará, pero sin nosotros...»
Existía otra opción, pero ni tan siquiera quería planteársela. Podría desobedecer; Negarse a cumplir la misión; Negarse a extinguir a su propia especie; No colaborar en la desaparición de millones de personas inocentes, que no habían hecho nada malo para merecer ese final. Sin embargo era totalmente consciente de que esa decisión conllevaría la muerte del planeta y, en consecuencia, de toda la vida que en él existe. La vida actual, que de cualquier modo ya está condenada, pero también la futura vida que podría haber existido si él hubiese cumplido con su misión.
En realidad esta última opción no hubiese sido más que un acto de cobardía por su parte: no atreverse a hacer lo que sabía que debía hacer.
Contra más vueltas le daba al asunto, más comprendía que realmente solo tenía una opción, por amarga que esta le resultase.

Apokalypse  (Trilogía EXO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora