Capítulo 16 - Viaje a Íruzbin

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Gábriel y Mr. Luz se levantaron de sus asientos renqueantes por los efectos del vuelo espacial. La nave debía contar con campos de contención e inhibidores de inercia para evitar que acabaran chafados contra las paredes como un amasijo de carne y huesos pero, pese a eso ello, los humanos no estaban acostumbrados a esos cambios tan drásticos de velocidad, por lo que sus cuerpos andaban bastante revueltos. Con una sensación de mareo que poco a poco iba desapareciendo se acercaron a las ventanas de la nave con paso tambaleante para contemplar con curiosidad la basta inmensidad del espacio.
Quedaron impresionados al contemplar el planeta Tierra, entre un inmenso manto de estrellas, con sus bonitos y llamativos colores, quedar tras de ellos. Resultaba realmente imponente ver como lucía en ese oscuro océano de espacio. Su tamaño poco a poco iba menguando, disminuyendo conforme la nave avanzaba hacia su destino, hasta hacerse tan pequeño que pasó a ser un punto luminoso más, solo una más de entre todos los millones de estrellas que veían, formando la realidad a su alrededor. Un escalofrío recorrió sus cuerpos al darse cuenta, en ese preciso instante, de la grandeza de la creación y de lo diminuta e insignificante que era su propia existencia.
Enuk había estado intentando contactar con su planeta desde que despegaran de la Tierra, mediante los sistemas de comunicaciones que, pese a estar anticuados consiguió usar, pero aun no había conseguido entablar conversación.
—Maldita sea, no lo consigo... Estamos demasiado lejos, no puedo prevenirlos —se lamentó—. Además esta nave carece de los métodos de propulsión más modernos... Si Sersek sabe usar el vuelo hiperlumínico de nuestra nave no tendremos ninguna posibilidad —añadió preocupado el príncipe iruzbiano.
—Confiemos en que no sepa usarlo —contestó Mr. Luz en tono optimista. Tanto Enuk como Gábriel le miraron sorprendidos. Los dos sabían que no podía hacer nada al respecto, sin embargo el carácter desenfadado y la positividad del héroe eran de agradecer.
—Sentaos, tenemos un largo camino por delante —les invitó el anciano.
Estos se sentaron en los asientos que había justo por detrás del piloto y los tres quedaron callados. Durante largo rato prosiguieron el viaje en silencio, cada uno de ellos absorto en sus pensamientos, hasta que Gábriel dijo:
—Si vamos a ayudarte, queremos saber más. Aun tengo muchas preguntas, y ahora tenemos tiempo..
Enuk se giró en su asiento y le miró, sorprendido por la sinceridad del humano.
—Tienes toda la razón —convino. Después se puso de nuevo a los mandos y toqueteó los controles de la consola antes de volver a girarse—. He activado el vuelo guiado, por lo que hasta que estemos cerca del destino podremos hablar tranquilos. Merecéis saber, así que os contaré lo que queráis.
Gábriel se enderezó en su asiento. Tenía muchísimas preguntas que hacer, tantas que no sabía por donde empezar. Pero el hecho de poder hablar directamente con alguien con el conocimiento que atesoraba ese extraterrestre no era algo que pasase todos los días, así que no pensaba desaprovechar la ocasión.
—¿Por qué me utilizásteis? —fue su primera pregunta.
Enuk respondió con un suspiro.
—Siento mucho todo lo sucedido, Gábriel. Entiendo que estás muy dolido pero yo nunca quise que pasara. Simplemente no tuve otra opción —se excusó—. Cuando descubrimos que los reptiles seguían vivos y se habían convertido en una amenaza, el consejo de sabios se reunió. Debíamos decidir como actuar. No podíamos permitir que destruyeran la Tierra.
—Necesitabais preservar el oro —dijo acusatoriamente Gábriel.
—No solo el oro. El planeta en si es valioso, no hay tantos mundos habitables por ahí fuera. No podíamos permitir que un planeta de tal belleza desapareciera. Sin embargo el líder era Fogos, él estaba al mando y se enfureció al enterarse de la situación. Él siempre se mostró en contra en todos los asuntos relacionados con los humanos. Temía el gran potencial que vio en vosotros. Además el hecho de que los reptiles hubieran sobrevivido y le estuvieran provocando le irritó aun más.
»Cuando detectamos la amenaza de los reptiles y su plan de atacarnos, el consejo de sabios, guiado por las palabras de Fogos, decidieron utilizar el plan de emergencia. Debíamos elegir a un humano capaz de llevar a cabo la misión y activar el sistema de exterminio. Y me pidieron a mí que lo eligiera.
—¿Y por qué yo? —insistió Gábriel.
—Tu encajabas. No tenías ganas de seguir viviendo, habías perdido toda esperanza. Y las ideas que tenías acerca del modo en que el ser humano se relacionaba con el planeta, como un virus y su huésped, era fácilmente aprovechable para manipularte. Eras el sujeto ideal para ellos, por eso te aceptaron. Sin embargo yo te elegí por algo más —dijo—. Tenía fe en ti Gábriel, sabía que eras capaz de ver más allá. Lo más fácil hubiera sido hacer caso a lo que el planeta te decía, sin embargo no lo hiciste. Te daba igual vivir o morir, pero te preocupaste por el resto de tus iguales. No quisiste condenarlos si existía otro camino. Por eso te elegí —concluyó Enuk.
—¿En que consistía ese sistema de exterminio del que has hablado? —preguntó Mr. Luz. Si en la Tierra existía algo así quería estar prevenido para un futuro.
—Es cierto—convino Gábriel—. Me enviasteis a las pirámides... ¿Vosotros las construisteis?
—Así es. Cuando nos acomodamos en la Tierra creamos un sistema para aprovechar la propia energía del planeta y alimentar nuestra tecnología. Mediante un sistema de pirámides y obeliscos repartidos en puntos clave del planeta, siguiendo las líneas ley, nos permitía canalizar energía y distribuirla libremente para alimentar a nuestras principales ciudades.
—Vaya.. —dijo sorprendido el héroe.
—¿Y cómo llegó a convertirse en un sistema de exterminio? —preguntó Gábriel con cierta ironía.
—Verás, cuando nuestra misión acabó y abandonamos la Tierra, Fogos quiso acabar con los humanos. Temía que pudierais convertiros en una amenaza. Y casi lo logra. Por fortuna conseguí convencer al consejo de sabio y a mi padre de que merecíais vivir, que nos habíais servido bien y que podríamos aprender mucho de vosotros. Fogos tuvo que aceptar esta decisión, pero exigió al consejo algún tipo de medida de seguridad, para que en caso de rebelión se pudiera erradicar el problema con facilidad. Fue en ese momento cuando se decidió rediseñar el sistema energético que habíamos utilizado en nuestro período en la Tierra y convertirlo en un arma que, en caso necesario, sería activado y barrería a todo ser vivo de la faz del planeta. Y aquí es donde apareces tú —dijo mirando al joven.
Gábriel le contemplaba serio. Comenzaba a entender mejor la situación.
—¿Cómo hablasteis conmigo? Entiendo que una vez recuperé el tetragramatón lo hicisteis a través de él, así lo sentí. Pero, ¿y la primera vez?
—No olvides que nosotros os creamos Gábriel. Para que lo entendáis digamos que mandemos un mensaje a tu subconsciente en un momento en el que nos podía escuchar.
El humano no quedó del todo satisfecho con la respuesta.
—Aun hay demasiadas cosas que no sabéis —el anciano quedó reflexionando unos segundos—. Si de verdad queréis entender lo que está pasando permitidme explicaros la historia desde el principio, si es que deseáis oírla. Pero os advierto que es una historia larga, llena de errores y despropósitos.
—Por supuesto —exclamó el héroe.
—Te escuchamos—añadió Gábriel.
El príncipe iruzbiano tomó una profunda bocanada de aire, después carraspeó aclarando la garganta.
—Está bien, vamos allá. Os lo contaré desde el principio. Hace muchísimo tiempo nosotros los iruzbianos eramos una civilización medianamente desarrollada, como podríais serlo vosotros ahora. Nuestro mundo se hallaba dividido en dos bandos, el norte y el sur. Las gentes del norte luchaban contra las del sur y viceversa. Esta terrible rivalidad acarreó grandes guerras. La consecuencia fue que, en nuestra locura, dañamos el planeta. Fuimos inconscientes y acabamos dañando nuestra atmósfera. Nuestro planeta, Íruzbin, orbita el mismo Sol que la Tierra, pertenecemos al mismo sistema. Sin embargo Íruzbin tiene una órbita mucho más elíptica que la Tierra, por lo que hay largos períodos en que estamos muy lejos del Sol, en el frío espacio, y otras en las que estamos relativamente cerca, soportando altas temperaturas. Nuestra atmósfera es de gran importancia para nuestra supervivencia, protegiéndonos de las temperaturas extremas, y nosotros, con nuestras absurdas rivalidades, la habíamos dañado. Así que en un acto de conciencia sin precedentes, ambos bandos decidieron unificarse en uno solo, acabando así con las dañinas e innecesarias guerras, aunando todos los conocimientos y esfuerzos en una sola causa.
Ambos humanos le escuchaban interesados, sentado en sus asientos de la nave espacial. Ambos pensaron lo complicado que parecía que la humanidad entera se pudiera unir y dejar atrás guerras y conflictos por un bien común.
—"Un hombre del norte y una mujer del sur serán los nuevos reyes", se decretó. De esta manera los dos bandos estarían en igualdad, y todos se mostraron satisfechos. De su simiente salieron los futuros grandes reyes de Íruzbin Mi padre, Ank-tu, es el tercer descendiente de esa estirpe real —aclaró—. Desde ese momento todos los esfuerzos se concentraron en buscar una solución para la atmósfera. Pasaron muchos años y no conseguíamos nada. La atmósfera seguía empeorando y las condiciones en el planeta eran cada vez más duras. Teníamos a nuestras mentes más brillantes experimentando e intentando encontrar posibles soluciones, así como varios equipos explorando planetas cercanos en busca de nuevas materias primas con nuevas propiedades que pudieran ayudarnos. Pero no encontramos nada, cada año que pasaba la esperanza decaía un poco más. Hasta que un día, milagrosamente, apareció la solución a nuestro problema. Como un mensaje del creador, fue él quien vino a buscarnos...
Un asteroide pasó cerca nuestro y en él encontramos la respuesta. Tuvimos que luchar por el asteroide con otra raza, pero vencimos y en su interior hayamos oro. Tras muchísimas pruebas fallidas, finalmente encontramos un material con grandes cualidades térmicas y molecularmente adecuado a nuestra atmósfera. Con él lograrían crear una capa artificial que la emulara y reparara las zonas dañadas. Soportaría los cambios de temperatura. Era ideal, la solución perfecta, nuestra salvación. No obstante había un gran problema. Hacían falta grandes cantidades para lograr nuestro propósito, y en el asteroide había muy poco, rápidamente acabamos con él. Posteriormente en nuestras exploraciones espaciales por la galaxia vimos con desgracia que el oro era un bien muy escaso.
Gábriel y Mr. Luz seguían la historia con atención.
—La situación del planeta se volvía más agónica, y si no hacíamos algo la vida desaparecería de Íruzbin antes de que nos diéramos cuenta. Desde ese momento se centraron todos los esfuerzos en encontrar oro en otros planetas. Comenzamos una incesante exploración por toda la galaxia, pero no fue hasta el nombramiento de mi padre Ank-tu, como rey de Íruzbin, que una de estas misiones tuvo éxito. Finalmente encontramos un planeta en el que abundaba el oro, uno de los planetas más interiores del Sistema Solar. Efectivamente —declaró mirando a sus oyentes que escuchaban atentamente su relato—, era la Tierra. Milagrosamente, en el peor momento, estábamos salvados.
»En aquel tiempo yo era un joven brillante, un reconocido científico, y además hijo del rey. Esa misión era muy importante para todos los iruzbianos, así que al ofrecerme voluntario, mi padre no pudo negarse. Yo era la persona indicada, y él lo sabía. Sin embargo yo era un científico, no un guerrero. Era una misión vital, y no sabíamos que podríamos encontrarnos en ese planeta desconocido. Fogos era mi hermano y el legítimo sucesor al trono, además de el más fiero guerrero de todo Íruzbin y, como no podía ser menos, se ofreció también a acompañarme. Mi padre encomendó esta importante misión y las esperanzas de todos los iruzbiano a sus dos hijos. Y así fue como mi hermano Fogos y yo nos embarcamos en la gran aventura que nos llevó a la Tierra en busca del preciado mineral.
Gábriel aun estaba dolido por haber sido engañado y manipulado, sin embargo al oír el relato del príncipe iruzbiano no pudo más que empatizar con él. Si lo que les había contado era la verdad, tal y como este afirmaba, entendía la agónica situación en que se encontraban y la enorme responsabilidad que asumieron capitaneando la misión, más siendo el hijo del rey, del cual se esperaban grandes cosas. Nadie en la Tierra sabía siquiera que él existía y aun así sintió la enorme presión de fallarles, de saber que las vidas de todas esas personas dependían de sus decisiones. A poco que lo intentara entendía la enorme presión a la que Enuk debió estar sometido y las difíciles decisión a las que tuvo que enfrentarse.
—Acabábamos de llegar a un planeta desconocido. Yo debía evaluar la situación —continuó explicando Enuk—, y Fogos era el encargado de mantenernos con vida. Con gran júbilo comprobé que era un hermoso planeta en estado primitivo. Fue en uno de los primeros paseos de reconocimiento, al que fui yo con otros dos acompañantes, cuando encontramos las primeras formas de vida. ¡En los pantanos había peces! Peces vivos muy parecidos a los que tenemos en Íruzbin Fue una grata sorpresa. Tras varias semanas allí, en otro paseo de reconocimiento, vimos algo moverse en las sombras. Nos acercamos con cuidado, pero el ser que allí se escondía, al vernos, huyó. Así que lo seguimos, debíamos saber que era a lo que nos enfrentábamos. Lo perseguimos unos metros, metiéndonos en la maleza, y de repente, más seres como el que perseguíamos salieron a nuestro alrededor, rodeándonos. ¡Nos habían tendido una emboscada! —explicó reviviendo la emoción del momento—. Eran reptiles, y habían mostrado signos de inteligencia. Quedé maravillado. Sin embargo estábamos en minoría, rodeado por seres potencialmente agresivos. Uno de mis hombres, nervioso y asustado, al ver a los reptiles acercarse a nosotros sin saber cuales eran sus intenciones, abrió fuego y disparó a dos de ellos, cayendo estos fulminados al suelo. El resto, al ver lo sucedido, huyeron aterrorizados. Claramente estábamos muy por delante tecnológicamente, seguramente pensarían que había sido algún tipo de magia. Lo cierto es que nuestra relación con los reptilianos no empezó bien —se lamentó—. Es una pena porque siempre me parecieron una raza formidable...
»Mientras tanto nosotros seguíamos acomodándonos en el planeta. Establecimos un puesto de mando y exploramos los alrededores hasta encontrar el preciado oro. Había en grandes cantidades, así que mandé las buenas noticias a Íruzbin, y pedí que mandaran más voluntarios para comenzar con los procesos de extracción. Mientras tanto, nosotros fuimos acondicionando la zona para cuando viniera el resto, trasvasando ríos, formando campos de cultivo, creando las primeras ciudades y, por supuesto, comenzando las primeras excavaciones. Sufrimos varios ataques de estos reptiles posteriormente en que, con palos y lanzas, intentaban ahuyentarnos. Al fin y al cabo habíamos invadido su planeta. Fogos y el resto de soldados se enfrentaron a ellos con nuestras armas, saliendo claramente vencedores. Los reptiles huían pero siempre acababan volviendo a intentarlo. Querían echarnos de la Tierra.
»Semanas después de que seiscientos soldados llegaran desde Íruzbin para ayudar en el trabajo, Fogos decidió que era hora de quitar a los incómodos reptiles de en medio. Eran muchos y, aunque sus armas eran totalmente rudimentarias, se habían convertido en una auténtica molestia. Fogos pensaba que nos impedían concentrarnos en la misión, así que organizó una expedición llevándose a casi todos los hombres con él con el objetivo de exterminarlos. Yo me opuse, pero no me hizo caso, el tema militar era cosa suya, él tenía la autoridad, al igual que yo en los aspectos científicos tenía la última palabra. Así que solo puede ver como extinguíamos a una especie inocente, en nuestro intento por no extinguirnos nosotros mismos. Podría haberle plantado cara pero me quedé a un lado. Soy tan culpable como él. No obstante, ya me enfrenté al juicio de Serssek y sigo aquí —dijo concluyendo su relato con cierto abatimiento en la voz.
Miró a los ojos a los dos humanos que lo contemplaban atentamente.
—Ya sabéis todo lo que pasó con los reptilianos, como se produjeron los incidentes y porqué ahora Serssek quiere destruir Íruzbin Sé que nosotros nos equivocamos en muchas cosas, y asumo esos errores, pero nunca quise que nada de esto sucediera, y no puedo permitir que ahora mi planeta y todo mi pueblo sea destruido. Ellos no tuvieron nada que ver.
Mr. Luz, impactado con tan sorprendente historia, le miraba mientras asentía ligeramente con la cabeza. Gábriel cogió la palabra.
—Si lo que nos has contado es cierto... solo puedo decir que.. te has enfrentado a duras decisiones. No puedo juzgarte, pues se lo difícil que es tomarlas. Pero fuiste valiente e hiciste lo que tenías que hacer para salvar a tu pueblo.
—Tiene toda la razón. Hiciste lo que creíste correcto —añadió el héroe—. No es fácil enfrentarse a esas cosas. Es una pena que acabara así para los reptiles, y puedo entender que Serssek quisiera venganza. Pero si fue Fogos el culpable, ya se ha cobrado su venganza. Destruir Íruzbin es llevar las cosas demasiado lejos. No podemos permitírselo.
—Muchas gracias, a los dos. Necesitamos vuestra ayuda y agradezco mucho que después de saberlo todo sigáis queriendo ayudarnos.
Ambos asintieron con la cabeza.
—Os ayudaremos. Detendremos a Serssek —dijo Gábriel—. Sus actos no están justificados. Pero aun nos falta mucho por saber, en especial en lo que se refiere a la humanidad... ¿Es cierto que vosotros nos creasteis?
Enuk le miró serió, mordiéndose los labios.
—Es cierto, nosotros os creamos. Yo os creé —recalcó—. Y esa es una larga historia que, os aseguro, necesito contar, pues aun muchas de esas decisiones me atormentan cada noche. Pero pronto llegaremos a Íruzbin —dijo girándose para mirar la pantalla de mando—, y os espera una dura batalla. Deberíais aprovechar y descansar un poco, lo vais a necesitar. Yo seguiré a los mandos y espero poder contactar con mi mundo y avisar antes de que sea tarde. Os prometo que cuando esto acabe os lo contaré absolutamente todo. Os contaré toda vuestra historia, tenéis mi palabra.
—Está bien. Ya ha sido suficiente por ahora, yo al menos necesito poder digerir toda esta información primero. Y estoy de acuerdo en que necesitamos descansar —convino Mr. Luz—, física y mentalmente.
—De acuerdo, hablaremos más adelante —aceptó Gábriel.
Enuk asintió y volvió a los mandos de la nave y cada uno de ellos se acomodó en su asiento lo mejor que pudo para perderse en sus pensamientos sobre lo que les depararía el futuro mientras contemplaban la noche eterna del espacio hasta que cayeron en el mundo de los sueños.

Apokalypse  (Trilogía EXO I)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora