-Ring, Ring, Ring.
Otra vez ese maldito sonido que me sacaba por la fuerza de mi cómoda cama y que día a día empieza a ganarse un pequeño odio en lo mas hondo de mi corazón.
Bueno, aunque esta vez era el último de este curso ,y por consiguiente del instituto, así que sin pensarlo pegué un salto y decidí ir a por mi desayuno.
Bajando las escaleras ya se podía oler el café y las tostadas de tomate de mi padre, e incluso se podía escuchar la sartén funcionado a toda máquina para preparar el bacon y los huevos fritos del grasiento desayuno de mi hermano. Entré recibido por las mismas palabras que entonaba mi madre todas las mañanas:
-Buenos días príncipe durmiente, ¿va a querer el señor unos huevos fritos?
-Claaaro... Es lo que me ha recomendado el entrenador, es lo mejor para mantener la linea.- respondí con tono irónico, como ya era habitual.
-Deja al chaval, que si quiere seguir su dieta allá él, más para los demás. - dijo mi padre con el mismo tono de siempre. Mi madre se acercó y me dijo, en voz baja para que mi padre no se enterara
- Cariño te dejo un croissant en la mochila para que no pases hambre, que esa dieta tuya...
- Vaale..- respondí algo cansado de la misma historia, porque al final no podía evitar comer lo que no debía.
- Me voy, que se me escapa el bus.
-¡Suerte!- dijeron mis padres al unísono.Y llegué a la parada, con los de siempre allí esperandome. Las dos personas que llevaba viendo cada mañana desde que empecé el instituto hace 6 año, Antonio y Ana. Ella era una chica bajita, castaña, pelo rizado, ojos verdes y él, un poco más bajo que yo, castaño, con los ojos marrones y un aire de chulería.
-¡Buenas David!-dijeron mis amigos al verme aparecer.
-Qué... se te han pegado las sabanas, ¿eh?. - dijo Antonio.
-Dios... cada día me cuesta más. Menos mal que es el último.-dije desperezándome-.
-¿ Y no vas a echar de menos esto?- pregunto Ana.
-¿Levantarme todos los días a las siete para pasar frío esperando a un autobús? La verdad... es que no.
-Qué tontico eres... me refería al vernos cada mañana para comenzar bien el día.
-Hombre, pues claro que os voy a echar de menos, seis años no se olvidan de un día para otro.
-Joder tío, es que yo os voy a echar de menos un montón... Este verano hay que quedar muchas veces.
-Si me dejan salir de mi casa será un milagro...-dijo Antonio algo desesperado-.
-¿Pero cuántas te han quedado?-le pregunté ya conociendo la respuesta.
-Tres: Mates, Física y Química. No voy a oler la calle en todo el verano.- respondió Antonio algo cabizbajo.
-Hala... No seas exagerado, ya veras que tus padres te dejan salir.-dije quitandole importancia al asunto.
-Sí no te hubieras tirado todo el año rascandote los huevos...- añadió Ana haciendo gala de su lengua biperina
-¿Alguna vez te voy a caer bien?- pregunto Antonio
-Sí en el fondo te quiero, pero... muy al fondo.- y por fin el autobús llego para poner algo de calma en la tormenta.Durante el día no ocurrió nada interesante: despedidas, recuerdos, gente preparándose para salir de fiesta,otros preparándose para estudiar, pero sobre todo gente ilusionada porque veían su futuro más cerca.
Al volver del autobús me despedí de mis dos amigos que aún seguían enzarzados en la discusión que esa misma mañana habían comenzado, me pregunto si realmente se pueden soportar el uno al otro. Bueno, al fin volví a casa y mi madre me recibió con una carta.
-Esto ha llegado para ti.
-¿Para mi?¿Qué es?- pregunte algo sorprendido.
-Yo que se, ábrelo.- respondió mi madre de manera tajante.
Y con mucha intriga me dispuse a abrirlo