Capítulo cuatro.

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   Escuché al rubio gemir frustrado en cuanto vio la hora. El reloj marcaba las 10:30 pm, ni un minuto más ni un minuto menos. Podía apenas notar su desesperación, aún a través de mis ojos medio cerrados por el sueño. 

No me importaba que se quedara a dormir, en mi cama, conmigo, abrazados, toda la noche probablemente. 

—¿Vives muy lejos de aquí?— Corté el silencio. El chico mantenía su mirada fija en la mochila mientras le revolvía el interior con sus manos. 

—Sí, bueno.-—Elevó una de sus cejas, supuse que inconscientemente. — A una hora y media. —Respondió en un susurro que por alguna milagrosa razón logré escuchar.

—Y, ¿no tienes auto?

—Está en reparación.— Colocó su mochila sobre su hombro, como si realmente fuera a dejarlo ir a esta hora si ni siquiera tenía un auto. — ¿Por dónde está la parada del bus?

—Oh vamos.— Lo mire divertido.— ¿En serio crees que dejaré que te vayas a esta hora si ni siquiera sabes dónde para el bus? Tan solo piénsalo. Estamos en pleno otoño, es de noche, tengo sueño y quiero dormir. No saldré a la calle en este preciso momento y si no voy contigo, te pierdes, simple. Hay gente muy peligrosa allí afuera, querido. Y por lo pronto, eres demasiado lindo como para que deje que algo te pase. 

—¿Estás loco? — Me miró enojado y tan solo le sostuve la mirada mientras me tiraba sobre el sillón. —No puedes mantenerme aquí si no quiero. Mira, es tarde y mañana me tengo que levantar temprano, así que sería simplemente genial, asombroso si me abrieras la maldita puerta y me dejaras ir a mi casa tranquilo.

—Dime, entonces, ¿cómo irás? — Le respondí, sarcástico.— ¿Cómo viniste, de todas formas?

—¿Te importa? —Entrecerró sus ojos.—Mira, Harry, sé que quieres agradarme, pero si realmente lo quieres, es decir, si te mueres por ello tan solo ábreme la maldita puerta. 

—¿Crees que me muero por caerte bien, cariño? —Reí. Aunque internamente sabía que eso era totalmente verdadero, en una pelea no perdía mi dignidad.— Moriría por varias cosas, pero no por caerle bien a alguien. Sumado a que, bueno, le caigo bien a todos.— Le sonreí y le guiñé el ojo, haciéndolo enojar más. — Tan solo duérmete hasta mañana. Prometo no tocarte. 

Cerré los ojos, en busca del hermoso sueño que me llevaría hasta el otro día.  Pero el chico al parecer no lograba calmarse con unas simples palabras con un mensaje de "lo hago para cuidarte.", sino que se las empeño para romperme las pelotas tirándome todos los cojines que encontraba a su paso. 

Lo ignoré por unos dos minutos, hasta que empezó a tirarme todo lo que encontraba a su alcance. No supe exactamente lo que era, salvo cuando abrí los ojos y estaba lleno totalmente de rollos de papel higiénico, con un Niall un tanto sonriente enfrente. 

Me senté lentamente y lo miré sin ganas de saber lo que estuviera por decir. Me levanté, aun más lento y caminé a desgana hasta quedar pegado a él.  El chico solo se quedó quieto, esperando mi siguiente movimiento.

Mi mejor movimiento ya que en menos de un segundo lo tenía cargado sobre mi hombro y lo llevé hacia mi cuarto.  Oía sus incesantes gritos y sentía su desesperación por soltarse de mí en los golpes en mi espalda pero simplemente los ignoré. 

Encontré la cama entre la oscuridad y con sumo cuidado recosté al rubio sobre ella. Elevé la mirada de él y me encontré con aquella foto que todavía, luego de siete años, seguía hiriéndome con la misma intensidad. 

Se mantenía ahí y siempre que podía la evitaba, pero el solo hecho de tener que olvidarla como toda la familia había hecho me destruía aún más y me negaba a quitar el último recuerdo que tenía de ella de mi vida. 

Wild |NARRY|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora