Traidor

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Tuve un problema con esta parte, la publiqué de nuevo porque me daba error. Disculpad la molestia.

El sol se había ocultado tras las montañas, dejando paso a las sombras y a todo aquello que se escondía en ellas.

Jellal le tocaba hacer guardia esa noche, era la primera vez que hacía guardia a aquellas horas, «Tómalo como un entrenamiento», le había dicho Erza.

Jellal sabía que aún estaba enfadada con él por intentar besarla durante su entrenamiento.

El joven iba de un lado a otro de la puerta trasera del castillo haciendo sonar sus pasos con el ruido metálico de la armadura. Erza le había asegurado que al completar su entrenamiento por fin tendría una buena armadura.

Otro ruido metálico sonó a lo lejos, cerca de unos árboles y sin dudarlo se encaminó hacia ellos.

El ruido eran golpes cortos y seguidos, era obvio que quien fuera que estuviera haciendo ruido quería llamar la atención de Jellal.

—¿Quién anda ahí? —preguntó una vez que estuvo cerca de aquellos árboles que se movían lentamente por el suave viento y bajo la luz de la luna su sombra parecía cobrar vida.

—¿Quién crees que soy? —Una voz masculina que le resultó familiar habló de entre los árboles. El sonido metálico había cesado cuando aquel hombre había empezado a hablar.

—Esa voz... —Jellal se puso en posición de defensa.

—Parece que me has reconocido, traidor —dijo la persona que se escondía en las sombras.

—¿Traidor? Solo hice lo que era correcto.

El sonido de un par de pies aterrizando en la tierra sonó justo a su lado.

Ahora aquel extraño visitante estaba a su lado, mirándolo con sus ojos rojos.

—Si, claro, lo correcto... Te fuiste con el enemigo.

—¿¡El enemigo!? ¡Ellos no torturan y matan a gente por pura diversión! —exclamó Jellal.

—Aunque no lo creas, es muy divertido, oír sus gritos suplicando por su vida...

—¿A qué has venido? —preguntó Jellal poniendo su mano derecha sobre la empuñadura de la espada, la cual estaba envainada en su lado izquierdo.

—¿Por qué debería decírtelo? ¿Para que vayas corriendo como un niño asustado a contárselo al viejo Makarov? Tendrás que esperar para saberlo, pero la espera no será muy larga pronto lo sabrás, Jellal.

—¡Esto no es un juego! —exclamó el guardia.

—Si que lo es y uno de mis preferidos... Dile Makarov que le mando saludos... Gihii.

Después de que aquel hombre le dijera aquello, Jellal sufrió un fuerte impacto en la cabeza cayendo inconsciente al suelo.

                   ***

—Jellal ¿Me oyes?

La voz de Erza sonó como un eco lejano en la cabeza de Jellal.

Fue abriendo los ojos despacio y se encontró con los de Erza.

—¿Estoy muerto? Porque si lo estoy, debes de ser un ángel —dijo Jellal acariciando el rostro de Erza—.Un ángel con el cabello más hermoso que he visto.

—No, no estás muerto pero al parecer el golpe que has recibido en la cabeza te ha afectado.

Jellal miró a su alrededor, estaba en una habitación, su habitación. Estaba tumbado en la cama y poco a poco fue incorporándose.

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