Capítulo II: El cazador y el Ra-Seru.

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Despertó sintiéndose sumamente extenuado. Al mirar a su alrededor notó que estaba completamente sólo. Antes de salir se aseguró de poder caminar con normalidad. Escuchó un sonido característico, cuerno fúnebre que aullaba al viento en señal de despedida. Cuando salió de su casa, vio a la gente congregada en la costa, unas tres balsas que contenían los cuerpos de los caídos la noche anterior y seguramente al padre de Mei también. Sin decir una palabra se acercó hasta su amiga, para que supiera de su presencia, pero tal era su angustia que su toda atención estaba en aquella balsa.

—Mamá... ¿A dónde irán Juno y los demás?— preguntó un niño a su madre. Espectador involuntario de aquel amargo suceso.

—Irán al Valle de Noaru, allí el dios Rem los espera.— contestó dulce y nostálgica la mujer.

—¿Volverán algún día?— la pregunta inocente del pequeño dibujó una sonrisa en el rostro de su madre.

—No lo creo amor. El Valle de Noaru queda muy lejos, cuando uno va allí ya nunca más regresa.—

—Extrañaré mucho a Juno.— mientras las balsas eran arrastradas mar adentro por las olas. La gente de Rim Elm se despedía de los caídos.

Al día siguiente Vahn se reunía con el jefe de la aldea. Sería nombrado cazador oficialmente y además se le daría una misión especial.

—Vahn sería muy egoísta de nuestra parte si no te lo pidiese. Pero viendo la necesidad de liberar al mundo de la Neblina, te pido que revivas los árboles Génesis esparcidos por el mundo.— el anciano ponía en conocimiento cuestiones que Vahn ignoraba.

—Entonces hay más árboles. No veo por qué no hacerlo, después de todo como cazador también tengo la misión de terminar con la Neblina.—

—Te lo agradezco Vahn. Ahora pediré que abran las puertas para ti.—

Vahn caminaba rumbo a la puerta cuando Mei lo intercepta.

—¿Ibas a ir sin despedirte?— preguntó agitada.

—Claro que no ¿Por qué te agitas?—

—Es que creí que no te alcanzaría, toma.— dijo entregándole la vestimenta de cazador.

—Claro, me tomaste las medidas para confeccionarlo. Discúlpame con todo lo que sucedió lo había olvidado.—

—No te preocupes... Vahn ¿Puedo pedirte un favor?— él asintió con la cabeza. —Se trata de mi madre. Sé por lo que me han dicho que ella debería estar en el monasterio Biron. Sí aún vive, hazle saber...— de repente Mei se quedó sin palabras.

—No te preocupes. Así lo haré. Ahora me despido.—

—Llévate esto también.— dijo ella entregándole un pendiente. —Gracias...—

Vahn cruzó la puerta del pueblo que estaba completamente reparada.

El mundo era extenso y no podía ver mucho más allá del horizonte, donde aún había Neblina. A paso ligero trataba de llegar a La Fuente, también conocida como el Oasis de los Cazadores. Se trataba de un lugar de descanso para aquellos que se adentraban en la Neblina. Por momentos la soledad lo obligaba a dialogar con su Ra-Seru. Vahn en ese sentido seguía siendo experimentado y Meta aclaraba varias de sus dudas. Fueron atacados incontables veces. Pero aún así, los conocimientos de las artes de Biron les facilitaban el paso. Finalmente llegaron al Oasis.

—¡Qué alegría verte Vahn! Veo que has llegado sin problemas.— dijo uno de los cazadores dándole la bienvenida.

—No tuve demasiados problemas. He enfrentado, Gelatinas, Gobu Gobu y Moscas salvajes. Pero pude arreglármelas.— sonó a presuntuoso, sin embargo los cazadores rieron.

La Leyenda de LegaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora