Capítulo VIII: Las Islas Sebucus.

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Con la paz reinando en Drake los héroes Ra-Seru tenían la misión de ir a librar al resto del mundo. Una vez descansandos emprendieron viaje al norte nuevamente, donde pasarían una pequeña estadía en el Monasterio Biron. Después de una despedida sin muchos fuegos artificiales, los tres partieron hacia la Antigua Cueva del Viento, situada al extremo más nórdico del territorio Drake. Una puerta reforzada con listones de hierro les impedía el paso. Por otro lado, había una doble puerta de hierro macizo, la cual parecía llevar hacia el territorio norte que se pretendía alcanzar.

—Listo, hasta aquí llegamos.— soltó Noa de manera pesimista. —Tendremos que destruir esa puerta si queremos continuar.— agregó remendando el comentario anterior.

—¡No podrán derribarla malditos Seru!— vociferó una voz anciana del otro lado.

—... La voz del anciano ¿No viene detrás de esta puerta?— indicó Gala. Claramente esa puerta no era la indicada. A pesar de tratarse de una cueva bastante angosta, se podía observar que, en el extremo oeste, una puerta más pequeña de madera con extremos acerados. —Señor.— dijo con voz tranquila Gala. —Si presta atención se dará cuenta que no hay neblina en los alrededores, por lo tanto, tampoco hay presencia de los fastidiosos Seru.— luego de un silencio breve se escuchó una cerradura, la puerta cedió.

—Ya me parecía extraño...— el anciano se acercó a ellos y observó en todas las direcciones. —Luego de haber sentido esa calidez la neblina desapareció.— hizo una pausa breve para realizar un gran suspiro. —¿Ustedes son los responsables de tal milagro?—

—No es por presumir, pero sí, tenemos mucho que ver al respecto.— dijo tímidamente Vahn.

—Me suponía, sobre todo porque los Seru que tienen en sus brazos se ven bastante inofensivos.— con aquel comentario se mantuvieron expectantes, pero rápidamente descartaron la amenaza. —Pasen por favor, son mis primeros clientes en diez años. Soy "el Viejo Brujo", o al menos así me conocen. Les pido disculpas por no poder ofrecerles demasiado, pero me vi obligado a usar gran parte de mi mercadería para subsistir todo este tiempo. Aun así, mi mercancía es de primera calidad, no encontrarán nada mejor, incluso en la tienda de mi hermana que está del otro lado.— gesticulaba el anciano, mientras desparramaba todos los artículos que tenía para la venta en un deteriorado mostrador.

—¿Del otro lado hay otra tienda? ¿Se refiere a la doble puerta metálica?— cuestionó Gala.

—Así es. Esta cueva tiene dos entradas, Sur y Norte, dependiendo el lado por el que se ingrese, se llega a mi tienda o a la de mi hermana. Cuando la neblina llegó me vi obligado a utilizar el mecanismo que traba ambas puertas. Espero que mi hermana haya hecho lo mismo.—

—Si no es mucha molestia, nos gustaría que accionara el mecanismo nuevamente, necesitamos pasar del otro lado de la cueva.— Vahn lo solicitó con demasiada amabilidad, el anciano no dudó en dar el visto bueno.

—Es aquella palanca de allí. Hagan lo que les plazca, pero antes de marcharse compren algo por favor...— el Viejo Brujo los convenció de llevar lo necesario para el resto del viaje. Pasando por un extenso pasillo llegaron finalmente a la tienda de la "Vieja Bruja". La hermana del personaje que habían conocido hace instantes. Luego de una plática corta la señora insistió en que los viajeros debían descansar, incluso los invitó para quedarse a dormir.

Inexplicable es el mundo de los sueños, tanto, que la misma Noa pensó en interactuar lo más posible. Había tenido la idea de que sus padres, a quienes desconocía, le hablaban en ellos. Pero está vez era distinto, en los sueños que había tenido sólo escuchaba voces invadida por la penumbra de la más espesa oscuridad. Ahora visualizada con nitidez una ciudad musgosa, con fuentes que seguían funcionado en agonía e invadida por la ya conocida Neblina. Vahn y Gala también estaban allí.

La Leyenda de LegaiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora