Una verdad dolorosa

727 24 2
                                    

RAQUEL

Las cosas iban despacio, pero iban. Poco a poco, las botellas se fueron gastando y apenas nos quedaba media botella. Habían pasado más de dos semanas y media y no nos habíamos vuelto a encontrar a los mercenarios. Quizás habrían muerto de hambre o habían vuelto a la ciudad.

Algunas de nosotras estábamos demasiado débiles y llevábamos más de 3 días en una cueva sin comida y apenas bebida. Tania tenía fiebre, y Yoli se había torcido el tobillo aunque ya lo tenía mucho mejor. Rosa, Inma y yo nos encargábamos de buscar comida y bebida en el desierto. Algún que otro cactus que nos daba algo de beber y alguna que otra liebre o zorro.

La última liebre todavía nos seguía durando, puesto que no encontrábamos otro animal y teníamos que apañarnos. Lo único bueno de todo esto es que no nos habíamos vuelto a encontrar con ningún mercenario y en la cueva apenas llegaba el sol, hacía fresquito. Había unos cuantos metros antes de llegar al final donde estábamos.

Me dolía pensar que los minutos aquellos que pase con Kill Blind, fueron los más felices desde que todo aquello empezó. No me podía creer que hubiera pensado aquello demasiadas veces y menos sabiendo que nos quería matar. Repetía una y otra vez los minutos que pasé con él y siempre me sacaba una sonrisa.

No sabía la cara que tenía cuando aquello ocurría, pero solía recordarlo por las noches cuando todas estaban dormidas. Salía de la cueva y me quedaba sentada en el suelo mirando el horizonte. Miraba el cielo, todas estaban dormidas y algunas recuperándose, yo mientras tenía las rodillas encogidas y mis brazos rodeándolas. Cerré los ojos y cuando los abrí, ví una silueta en frente de mí.

Se acercó a mí y me tapó la boca con la mano, para impedir que gritara. Me llevó detrás de la cueva y me pegó a la pared. La luz de la luna reflejaba en su cara y me era imposible no reconocerle. Kill Blind.

-¿Qué haces aquí?

-Lo mismo pregunto. Llevamos dos semanas intentando encontraros por el desierto, pero no hemos encontrado ni una huella de pies.

-Mejor. ¿Cómo has llegado hasta aquí?

-Por que estamos en esa cueva-me señaló la cueva que teníamos a unos metros de la nuestra-. Te ví fuera y quise venir a hablar contigo.

-No les digas a los demás que... Espera, ¿qué? ¿Has venido para hablar conmigo?-Asintió. Una sonrisa intentó mostrarse en mi cara, pero la oculté.- Si te ven las demás te matan.

-Me estás viendo tú y no intentas matarme. Casi nos morimos en aquella red. Nos han mandado nuevos mercenarios. Son más expertos que nosotros...

-¿¡Qué!? Más mercenarios-repetí-. No, no, no, tengo que matarlos.-Intenté irme mientras cogía la daga de mi cinturón aunque me cogió del brazo y evitó que me fuera.

-¿Estás loca? Ni se te ocurra eh, que te mato yo primero. No te quejes que aún encima que no les he dicho que estáis aquí.-dijo en un susurro.

-No me toques las narices. Si estás aquí es porque quieres algo y no me pienso quedar para averiguarlo, antes te mato a ti también.

-Ni de coña.

Me cogió de la muñeca antes de irme y me atrajo hacia él para colocarme un pañuelo en la boca que me impedía hablar, después me cargó a su hombro como si fuera un saco de patatas. Intentaba bajarme y se lo decía aunque ni lo entendía, ni quería bajarme. Me llevó unos cuantos metros apartados de las dos cuevas.

Me bajó y me quitó el pañuelo de la boca, pero en vez de guardarlo me lo puso en la muñeca y lo ató a nuestras muñecas.

-¿Se puede saber que haces?-intenté quitarme el nudo del pañuelo, pero lo había atado demasiado bien.

Un Desierto Inolvidable (Auryn, Make My Day)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora