Vacaciones y combates

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"Una leve brisa me hacía saber que estaba en mitad de un lugar al aire libre. Abrí los ojos y me encontré en mitad de un llano, en el que no había ni un solo árbol cercano, ni se veían montañas a la distancia.

- Debes despertar antes de que sea demasiado tarde- decía una voz distorsionada, repitiéndose una y otra vez.

A mi alrededor había seis gruesas columnas formando un círculo y tras ellas otro círculo formado por otras doce columnas. No había ningún tipo de marca en las columnas. Intenté acercarme para verlas de cerca, pero fui incapaz de moverme del lugar. Miré hacia el suelo por si había algo que impidiera que me moviera, pero no había nada. Intenté por segunda vez mover mis piernas pero ni siquiera podía levantar los pies del suelo.

Un fuerte ruido hizo que levantara la mirada hacia las columnas. La roca que las formaba comenzaba a quebrarse. Observé y pude ver que también les ocurría a las columnas que formaban el segundo círculo. En poco tiempo la mitad de las columnas se desmoronaron por completo, mientras las demás seguían resquebrajándose. En pie quedaban solo tres columnas en el primer círculo y cuatro en el segundo.

Como si hubiese algo bajo las columnas del segundo círculo, dos de ellas comenzaron a moverse. Parecía que algo saldría de su interior en poco tiempo. Dos de las columnas del primer círculo se desmoronaron, dejando ver dos cuerpos en su interior. Los dos cuerpos llevaban una brillante armadura, con una marca identificativa en el pecho, pero tampoco fui capaz de ver sus rostros. Las marcas eran las mismas que había en los anillos que tenían Ricardo y Alberto.

Las columnas del segundo círculo que se movían se desmoronaron, dejando ver a dos personas que vestían con brillantes armaduras. En el pecho llevaban una marca, pero no fui capaz de averiguar lo que significaban. Estos dos comenzaron a caminar hacia donde estaba, en su camino estaban los dos guerreros con las marcas de los anillos de mis amigos.

Los cuatro comenzaron a correr, enfrentándose entre ellos usando los poderes de sus anillos. Esquivaban con facilidad sus ataques, hasta que estuvieron cerca los unos de los otros. Uno de los que no reconocía su marca, se transformó en un gran oso y de un solo zarpazo lanzó al suelo al que tenía la marca del anillo del agua. El otro que no reconocía esquivó un ataque del que tenía la marca del anillo del fuego lanzándose al suelo, golpeándole un instante después en las piernas y congelándoselas del golpe.

Aquellos dos tenían a los otros a su merced. Sacaron un arco cada uno y aprestaron una sola flecha, disparándola en el pecho de los que tenían las marcas que conocía. Una vez las flechas los atravesaron, sus cuerpos se convirtieron en ceniza y desaparecieron. Los que quedaban sacudieron el polvo de su armadura y comenzaron a caminar hacia donde me encontraba. Una vez más intenté moverme, pero las piernas no me respondían.

La tercera columna del primer círculo se desmoronó y otro guerrero apareció, sin poder verle el rostro. Al igual que el resto tenía una marca en su pecho, la cual era la misma que la del anillo de Miguel.

Ahora aquellos dos se lanzaron contra el que acababa de aparecer, que permanecía impasible ante su ataque. Cuando los tuvo encima, bajó la cabeza y abrió los brazos en señal de rendición. Ninguno de los dos se detuvo y golpearon a pesar de rendirse. El que tenía la marca del anillo de Miguel se convirtió en ceniza después del golpe y desapareció como los otros dos.
Las dos únicas columnas que quedaban en pie comenzaron a moverse, como si algo fuese a salir de su interior. El suelo alrededor de una de ellas se agrietó y una columna de fuego líquido surgió del suelo, rodeando aquella columna. A pesar de estar el cielo completamente despejado un rayo atravesó el cielo hasta caer sobre la otra columna, provocando una pequeña explosión. La columna de fuego líquido desapareció y la columna de piedra también, en el lugar había un guerrero vestido con una armadura y una marca grabada en su pechera. El humo provocado por la explosión se esfumó y no quedaba ni rastro de la columna, había ahora un hombre con armadura y una marca que lo distinguía de los demás en el pecho.
Los cuatro comenzaron a cercarme, todos sonreían y mascullaban palabras que no llegaba a escuchar. Una vez más intentaba moverme, pero mis piernas seguían sin reaccionar.
Cuando  me hubieron rodeado y estaban a un par de metros sobre mí, estiraron uno de sus brazos. En sus manos aparecieron unas extrañas flechas. La flecha de uno estaba formada de hielo, la de otro desprendía chispazos eléctricos, la del tercero estaba compuesta de fuego líquido y la última parecía normal, aunque su punta parecía latir como si fuese un corazón.

(L.A.S) Los Cuatro ArquerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora