El Fuego contra Magno

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Aquella misma mañana en el trabajo había quedado con Ricardo en vernos junto a la estatua que había en el paseo que hacia todos los días para ir a trabajar. La hora acordada eran las ocho de la noche y apenas quedaba un cuarto para que se hiciera esa hora.

Llevaba ya un rato dando vueltas y esperando. Esperaba como de costumbre que llegara un poco tarde. Al rato de esperar saqué el teléfono móvil para asegurarme de la hora que era, descubriendo que se me había apagado. Me sorprendió aquello, pues me había asegurado de que la batería estuviera cargada. Encendí el teléfono y tecleé el código pin, mientras pensaba en cómo y cuando se me había apagado. Una vez encendido me aseguré de que tenía suficiente batería, quedándome como única opción haber dado sin querer al botón de apagar.

Al minuto recibí un mensaje del buzón de voz avisándome de que tenía varios mensajes no escuchados en el contestador. Marqué el número del contestador para escuchar los mensajes que me habían dejado. Me quedé casi paralizado al escuchar que uno de los mensajes me lo había dejado Alberto y decidí llamarle en cuanto terminara de escuchar los mensajes. Después de un efusivo saludo, comenzamos a hablar del tema por el que me había dejado el mensaje.

- Nos ha costado, pero hemos conseguido salir de la cueva donde nos llevaron- indicó Alberto tomando las riendas de la conversación-. Miguel ha llamado a su mujer, la ha tranquilizado y ha quedado que nos recogerían en una hora en el pueblo, que es lo que pensamos que tardaremos en llegar al pueblo.
- Me alegro de que estéis bien- indiqué tranquilo después de saber que estaban bien-. Yo estoy esperando a Ricardo, habíamos pensado empezar a buscaros e intentar terminar con nuestro problema.
- Pues será mejor que no intentéis hacer nada, por lo menos hasta que nos reunamos los cuatro- sugirió ahora Alberto.
- ¿Ha pasado algo que aun no sepamos?- pregunté intrigado por su última afirmación.
- Pues es posible que sí, pero mejor si lo hablamos solo entre nosotros- respondió evitando dar alguna información.
- Por lo menos explícame algo para decirle a Ricardo porque os tenemos que esperar- insistí intentando sacarle algo de información.
- Nos hemos encontrado con el que lleva el último de los anillos, nos ha hecho un resumen de algunas cosas que habéis hecho y dice que quiere enfrentarse única y exclusivamente a Ricardo esta misma noche, luego podemos hablar más y mejor- finalmente cedió y resumió lo que querían que habláramos juntos.
- Entonces nos vemos más tarde, pero ¿Dónde?- pregunté sin pretender sacarle más información.
- ¿En el bar del club náutico dentro de dos horas?- preguntó como sugerencia.
- Entonces nos vemos allí dentro de dos horas- respondí dando por hecho que Ricardo tampoco tendría ningún problema para quedarse.
- Si tardamos más, os intentaremos avisar- dijo Alberto recordando lo poco puntuales que eran ambos y que todavía estaban en la montaña, camino hacia el pueblo.

Al rato de hablar con Alberto, siendo mucho más puntual de lo habitual apareció Ricardo mostrando una media sonrisa. Una vez frente a frente y sin decir una sola palabra, ambos  hicimos el mismo gesto. Ambos sacamos de nuestros bolsillos, los anillos que teníamos cada uno. Vi algún resto de sangre en el anillo del Fénix y comprendí que la batalla había más dura de lo que él me había contado por la mañana.

Guardé los tres anillos en el mismo bolsillo y comencé a explicarle que había hablado con Alberto, contándole lo poco que este me había dicho por teléfono. Expliqué también que habíamos quedado en un rato para hablar con él y con Miguel. Indicó que su novia lo esperaba para cenar, de modo que la llamó para decirle que llegaría un poco más tarde de lo que pensaba.

Decidimos hacer algo de tiempo en unos recreativos cercanos, donde le pedí que me explicara lo que había ocurrido realmente en su combate contra el guerrero del Fénix. Insistió en su primera versión, pero yo también le insistí en que sabía que no me estaba contando la verdad. Tanto insistir logré que me contara la verdad de su combate, quedando perplejo por lo que escuchaba.

(L.A.S) Los Cuatro ArquerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora