El viaje no era demasiado largo, pero en aquella ocasión me pareció una eternidad. No hacía más que recordar las amenazas de aquellos dos y la desventaja que tendría si las hacían realidad.
Mientras esperaba a que salieran mis maletas, que fue por varios minutos, junto a la cinta transportadora empecé a darme cuenta hasta qué punto el agotamiento y la preocupación me estaban afectando. Durante aquel tiempo no hice más que dar vueltas nervioso, mirando en todas direcciones. De esa manera conseguí llamar la atención de algunos vigilantes en la zona y alertar, sin motivo real, a algunos pasajeros que no habían recogido sus equipajes aun.
Antes de poder atravesar la puerta con mis maletas, un policía del aeropuerto me pidió que lo acompañara. Por mi actitud nerviosa había levantado sospechas en algunos pasajeros, que advirtieron de ella a seguridad. Durante unos minutos estuvieron haciéndome preguntas sobre mi lugar de origen, destino e incluso el motivo por el que viajaba. Mientras respondía sus preguntas abrieron mis maletas para comprobar lo que había en ella. Un rato después, habiendo explicado también mi estado por no haber dormido aquella noche, me dejaron salir sin encontrar nada que me hiciera aun más sospechoso de algún tipo de delito.
Salí del aeropuerto, el aire soplaba con fuerza y bastante frío. Me coloqué a desganas en una larga cola para subirme a un taxi que me llevara hasta casa de mi familia. Habría deseado que al menos uno de ellos hubiera venido a buscarme, pero sus trabajos u obligaciones les impidieron hacerlo. Una vez me tocó esperar un buen rato, viendo como poco a poco el resto de la gente iba subiendo a un taxi.Finalmente logré subir a un coche e ir a casa de mi familia. Indiqué donde debía llevarme, arrancó el motor del coche y se puso en camino. A pesar del esfuerzo del conductor en darme conversación, comencé a dormirme en el asiento. Después de uno de los cabezazos contra la ventanilla, vi que el conductor intentaba llevarme por un camino diferente, y a la vez más largo, que el camino por el que me habían llevado en otras ocasiones. Se lo hice saber al conductor, que intentó poner alguna excusa, pero le hice saber que tenía algo de prisa y no me podía permitir dar vueltas innecesarias.
Una vez llegamos a casa de mi familia, bajé el equipaje y pagué al taxista, aunque la actitud amable de este al subirme había desaparecido. En el telefonillo busqué el piso de la abuela de mis primos, pues a ella le habían dejado una copia de la llave para que pudiera entrar en la casa.
Entré en la casa, dejé las maletas en una de las habitaciones. Sabía que estaría solo hasta que llegara mi primo pequeño del colegio. Aproveché para guardar la ropa en el trozo de armario que me habían preparado. Fui a la cocina para beber un poco de agua, encontrándome sobre la vitrocerámica todos los ingredientes para que hiciera algo de comer junto a una nota escrita por mi tía.
“A ver si no se te quema la comida.”
Sonreí al leer la irónica frase, miré el reloj y vi que aun era muy pronto para hacer la comida y me senté en el sofá, después de ponerme algo de música en la cadena estéreo. No tardé en ceder al cansancio y quedándome completamente dormido. Mientras dormía mi madre me llamó varias veces, pero no desperté hasta pasadas cuatro horas.
Desperté sobresaltado, como si hubiera tenido una pesadilla durante ese rato. Me desperecé, fui al lavabo y me lavé la cara. Miré el reloj y me puse a preparar la comida. No tenía mucho tiempo para preparar la comida, pues en unos minutos llegarían dos de mis primos y mi tía. Tuve la suerte de que se retrasaron y de que la comida se preparase en poco tiempo. Como terminé antes de que llegaran, preparé la mesa y me puse a ver el televisor.
No llevaba ni dos minutos sentado cuando llamaron a la puerta. En seguida imaginé que se trataba de uno de mis primos. Me levanté para abrir la puerta cuando escuché un ruido en el salón, como si algo hubiera golpeado contra la ventana que daba al tendedero.
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(L.A.S) Los Cuatro Arqueros
Ficción General¡Fuimos tan ingenuos! Creímos que podríamos dejar atrás lo ocurrido. Pero la suerte nunca quiso estar de nuestra parte en aquel tiempo. Sabíamos que había otros anillos, pero preferíamos cerrar los ojos y olvidar. Creímos que si mirábamos en otra di...