Juramento de silencio

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Han pasado algo más de tres meses desde la noticia de que el anterior portador del anillo del fuego había fallecido. Durante todo este tiempo todo había estado en calma y poco a poco logramos ser los mismos que éramos antes de tener nuestros anillos. Todos los días, mientras me preparaba para ir a trabajar, cogía el anillo del fuego y me preguntaba cuándo sería un buen momento para hablar con mis amigos e intentar encontrarle un nuevo dueño.

Por las breves conversaciones que mantenía con Alberto y con Miguel me había dado cuenta de que todos teníamos cada vez mas asumido el papel que nos tocaba interpretar. No sabíamos cuanto tiempo tendríamos que esperar, ni a lo que nos enfrentaríamos, pero una cosa estaba clara para los tres ¡No permitiremos que nada les pase a nuestras familias y amigos!
Estábamos a finales del mes de noviembre y el tiempo parecía avanzar demasiado rápido, por lo menos a mi parecer. Me preguntaba si aquello sería bueno para nosotros. Finalmente me decidí a hablar sobre el anillo del fuego con Miguel y Alberto.

Durante la hora de la merienda los abordé para hablar de ese tema. En un principio se negaron por si aún quedaba algo del mal en el anillo y corrompía a su nuevo portador. Recordé que el mal desapareció en el momento en que me deshice de los pergaminos en la cueva. Después de un rato debatiendo, accedieron a entregar el anillo. Éramos conscientes de que no podíamos tomar esa decisión a la ligera, pues el corazón del que llevara el anillo podría influir en como usara su poder. Si nos equivocábamos con aquella decisión y con la persona seleccionada, pondríamos en peligro la vida de miles de personas, por no decir a todo el mundo y esta vez ya no contábamos con ningún tipo de pergamino para anular ese nuevo mal.

Estuvimos durante toda la mañana meditando, considerando quienes serian buenos candidatos para llevar la responsabilidad de tener aquel anillo. Fue al mediodía cuando nos volvimos a juntar para proponer candidatos y debatir cual sería el más apropiado.

Durante aquella mañana también estuve pensando en unas palabras que me dijeron con relación a los anillos. Si alguien llegaba a descubrir lo relacionado con los anillos y sus poderes, la magia en ellos desaparecería volviéndolos completamente inútiles. Durante un rato estuve pensando en cómo debía decírselo a los dos y si debía hacerlo antes de entregar el anillo del fuego. Quizás este asunto debería tener mayor prioridad, pues de darse a conocer el poder de los anillos, seriamos incapaces de hacer frente a los otros cuatro anillos cuando hicieran su aparición.

Se hizo la hora de comer y decidimos ir a comer a un restaurante al que no acostumbrábamos ir para poder estar los tres solos y hablar con cierta tranquilidad. Mientras esperábamos di a conocer la preocupación que tenia, sobre la cuestión del secreto de los anillos, entendiendo que era otra cuestión delicada y a la cual dar prioridad. Durante la comida también estuvimos haciendo nuestras propuestas, de posibles candidatos a obtener el anillo del fuego.

Pasó la hora de comer y en lo único que habíamos llegado a un acuerdo era a hacer un juramento de silencio y entregar el anillo del fuego, aunque no teníamos del todo claro si acertaríamos con nuestra elección. Barajamos la posibilidad de entregárselo a un amigo o conocido, a algún familiar de confianza o incluso a algún compañero de trabajo. Creímos conveniente centrarnos en el tercer grupo, aunque con la confianza que existía con todos, casi éramos como amigos, más que compañeros de trabajo. Uno de los argumentos de Miguel fue que a un compañero de trabajo se le podría controlar mejor sus movimientos, por la cantidad de horas que pasaríamos con él en el trabajo.

De toda la lista mental realizada, el número de candidatos se redujo a cuatro. Pero después de pensar en la forma de ser de cada uno y el trato en general de ellos, decidimos que sería el último fichaje de la empresa. Es cierto que lo conocíamos menos que al resto, pero era muy responsable y tenía capacidad para resolver los problemas sin perder los nervios, además de ser bastante amigable y extrovertido. A pesar de una primera impresión muy seria, siempre estaba haciendo bromas. Ya estábamos decididos, pero antes de entregarle el anillo haríamos el juramento de silencio.

(L.A.S) Los Cuatro ArquerosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora