Una vez despertó el portador del anillo de Magno en el hospital, se levantó sin permiso y se dirigió hacia la salida. Algunos enfermeros y celadores intentaron detenerlo, pero los repelió creando unas chispas que hicieron que perdieran el conocimiento. En la entrada del hospital había un hombre vendiendo periódicos, llamándole la atención la fecha que indicaban todos.
En ese instante se dio cuenta de todo el tiempo que había transcurrido desde que terminó la guerra en la antigüedad hasta ese momento. Durante varias horas caminó por la ciudad para conocer como había cambiado el mundo que esperaba gobernar en breve. Una vez fue consciente del tiempo en que se encontraba y como había cambiado el mundo en todo ese tiempo, aceleró su paso y se dirigió con prisa en dirección a la cueva donde se encontraba el santuario de los cuatro arqueros. Durante el camino se dio cuenta que el poder del anillo del Fénix había desaparecido, indicándole que había sido derrotado.
Apenas tardó unas horas en llegar hasta el santuario. Entró en la cueva sin vacilar y sin mirar atrás en ningún momento. A pesar de la escasa iluminación, su paso fue firme en el interior de la cueva. Después de caminar unos cien metros se detuvo y chasqueó los dedos haciendo aparecer unas chispas que iluminaron la zona dejando ver tres pasillos frente a él. Sin dudar continuó por el pasillo central. Al alejarse de allí, la poca iluminación desapareció y caminó en completa oscuridad por aquel pasillo. Parecía que conocía perfectamente aquella cueva.
Finalmente llegó a la sala donde se encontraba el pergamino en el interior de una vitrina. Sonrió al verlo, abrió la vitrina y enrolló el pergamino, para después guardarlo en sus ropas. Después de mirar a su alrededor se marchó del lugar por el mismo camino por el que había entrado.
En una oscura galería, oculta en alguna parte de las montañas, dos cuerpos inmóviles caían a tierra rodeados de un gran charco de agua. Segundos después uno de estos cuerpos comenzó a moverse levemente y a levantarse. El otro comenzó a arrastrarse hasta alcanzar una pared cercana para utilizarla como apoyo y así comenzar a levantarse.- ¿Qué es este lugar? ¿Por qué está todo tan oscuro?- preguntó uno de ellos casi susurrándose a sí mismo.
- Alberto ¿Eres tú?- preguntó la otra persona.
- ¿Miguel?- preguntó el otro, reconociendo la voz de la persona que le hablaba.
- ¿Qué es lo que ha pasado? ¿Dónde estamos?- preguntó Miguel sin terminar de entender cómo se encontraba en aquella situación.
- Ojalá lo supiera- respondió Alberto que tampoco entendía cómo habían llegado hasta allí.
- Lo último que recuerdo es que me encontré con dos tipos muy raros, estoy seguro que tenían alguno de los anillos porque llevaban unas armaduras- explicó Miguel, recordando lo último que vio antes de despertar en esa cueva.
- ¿Uno de ellos utilizaba el poder del hielo?- el silencio por unos segundos fue suficiente para responder a Alberto-. Algo parecido me pasó a mí, eran dos guerreros, uno utilizaba el poder del hielo y el otro…
- El otro cambiaba de forma ¿No?- Alberto no respondió, sorprendido de que a los dos les ocurrió lo mismo-. Supongo que esos dos fueron los que nos trajeron hasta aquí.
- Seguramente haya sido así- afirmó Alberto.
- Pero eso no explica cómo hemos podido escapar de lo que nos retenía atrapados- indicó Miguel.
- Primero tenemos que salir de aquí, ya tendremos tiempo para encontrar respuestas cuando estemos fuera- dijo ahora Alberto, palpando en la pared por si encontraba algún tipo de interruptor que encendiera algún tipo de iluminación.
- ¿Cómo podemos salir de aquí?- cuestionó Miguel bajando su tono de voz-. Dudo que podamos salir si no podemos ver por dónde vamos.
- Entonces tendremos que salir de aquí como sea, aunque eso signifique tener que ir siguiendo las paredes de la cueva hasta encontrar una salida- respondió Alberto, notando a Miguel algo triste.
- Pero ¿Cada uno por su cuenta?- siguió preguntando Miguel, con el mismo tono de voz apagado.
- Sería mejor que no, pero podríamos perdernos los dos. Pero si nos separamos, el primero que salga podrá volver con un par de linternas o antorchas- sugirió en respuesta Alberto.
- Vale, ya me las ingeniaré para encender un fuego… si es que consigo salir- el pesimismo de Miguel parecía ir en aumento.
- No hace falta ser tan pesimista, ya verás como conseguimos salir los dos- indicó Alberto que intentó animar a Miguel-. Y para asegurarme que saldremos por nuestro propio pie, me apuesto lo que quieras a que salgo antes que tú.
- Acepto la apuesta- respondió Miguel la propuesta.
- Entonces, el primero que salga invita a merendar y a comer al otro durante una semana en el trabajo- dijo Alberto imponiendo lo que apostaban.
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(L.A.S) Los Cuatro Arqueros
Художественная проза¡Fuimos tan ingenuos! Creímos que podríamos dejar atrás lo ocurrido. Pero la suerte nunca quiso estar de nuestra parte en aquel tiempo. Sabíamos que había otros anillos, pero preferíamos cerrar los ojos y olvidar. Creímos que si mirábamos en otra di...