Dosis de cariño

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Regresé a casa durante las vacaciones, también era una oportunidad de conseguir un empleo y ganar lo suficiente para L.A.

Todo ha cambiado aquí, mamá ya no es la misma de antes, se ve más... Vieja. Llegué unos días antes de lo planeado, quería darle una sorpresa con mi regreso, pero la respuesta que quería obtener de ella no fue lo que esperaba.

—Miren quién llegó familia, ¡es Izzy Bell! —dije levantando los brazos, listo para recibir abrazos en tres, dos, uno...

—Cierras bien la puerta, hay comida en la nevera, te calientas algo.

Me quedé confundido, en otras ocasiones me habría recibido con besos y ayudaría con mi equipaje, pero luego me calló el veinte de que esa no sería mi madre, a ella casi no le había importado desde hace mucho.

Bajé al sótano, lo encontré justo como lo dejé la ultima vez, hecho un desastre, como la habitación de cualquier adolescente. No lo pensé dos veces y me senté a tocar la batería, con ritmos lentos pero precisos, disfrutaba mucho tocarla, aveces mucho más que la guitarra o la armónica, porque me sentía más libre.

Me sentía algo solo, lo cual no es muy normal en mi ya que me encanta estar apartado del mundo, disfrutar mi espacio. Busqué en el directorio a alguien con quien pudiera conversar, pero alguien masculino y sabio o al menos paternal, eso de convivir con puras mujeres y con un chico que se comporta como una no era nada sano, tampoco consideré a los muchachos, porque ellos seguían la tendencia de beber para olvidar, drogarse para olvidar, coger para olvidar, yo no necesito eso ahora.

Tíos, primos ya adultos, mi abuelo ya fallecido, todos estaban lejos de mi, en Florida, Washington, Seattle. El único hombre cerca mío era...

—¿Diga?

—P-papá, necesito hablar con alguien y que me de consejos, ¿crees que pueda verte?

—Claro hijo, sabes que aquí estoy para lo que necesites. Si quieres nos vemos en el viejo bar deportivo, ¿ya bebes, cierto?— Esto último hizo que soltara una risita, porque él ya sabía todo lo que había hecho,  en la noche del concierto.

Me vestí como siempre, la vieja camisa tres cuartos blanca de botones y un chaleco negro, los jeans azules y las botas de mi padre, ese día me pasé un peine por el cabello de forma que luciera decente, ese reencuentro sería muy importante para mi. Cinco años de odio, es un buen tiempo.

De no ser por la enorme nariz de la cual lo heredé, no lo habría reconocido, estaba totalmente diferente a como lo recordaba hace un tiempo. Ahora bien vestido, con el cabello corto y con olor agradable, los rasgos de madurez se notaban y estos le daban un aire amistoso. Me mira con sorpresa y se acerca saludando, y vaya que siento nervios.

—Hola hijo, ¿Cuanto tiempo sin verte? Has crecido en estos dos años, ya comienza a brotar un poco de vello en esa cara de un niño aún.

—Papá — dije decidido — Quiero que tengamos una charla como siempre deseé tener contigo, entre padre e hijo. — Ahí fue donde se puso serio.

—Está bien, que te aparece si me dices cómo te ha ido en la escuela, ¿con qué promedio saliste en bachillerato?

—Con promedio de nueve, uno de los mejores de mi clase. — Con orgullo levantaba la mirada.

—¿Y en la universidad? ¿Qué estudias?

Psicología, pensé en decirle pero... Quise omitir esa parte, lo que en verdad quería estudiar daba vergüenza en verdad, pero era un requisito que debía cumplir para lograr otras metas que en verdad importan.

Mi padre es una persona sensacional, siempre hablando con madurez, bromeando de vez en cuando, desearía haberlo tenido los dieciocho años de mi vida que estuvo ausente, preferiría haber estado bajo su custodia que la de mamá. Desgraciadamente, esa madurez comenzó hace poco, porque como dije antes, había veces en las que deshonraba a la familia.

—Dime, ¿y tu hermana cómo ha estado? Si se fue a Seattle como quería, me imagino.

—Si, esa Penny me abandonó. Desde que se fue, mamá no ha sido la misma, se ha ido desgastando y amargando poco a poco, básicamente ya no le intereso. - Aclaro la garganta- Cada vez que llego de la universidad en vacaciones me recibe con menos entusiasmo, siempre está en el sofá leyendo la misma revista o escuchado radio novelas de romance y, en ocasiones, la escucho llorar en las noches. Me está preocupando.

—Le dijiste sobre tu viaje a California, ¿cierto?

Agache la cabeza sumiso, afirmando. El negaba ligeramente con la cabeza y una sonrisa torcida, después me explicó que desde que se conocieron ella tenía miedo de quedarse sola, desde que Penny se fue solo le quedaba yo, pero también tenía que marcharme.

—Es muy duro para ella, si te rechaza es porque se niega a dejarte ir, yo entendí eso cuando ya era tarde.

En ese momento me quedé callado por un tiempo, pensando... Tal vez papá tenga razón... Tal vez no debí irme y tal vez mi ida le pegó más duro que la de Penny. Es decir, los dos somos sus hijos, pero al ser yo su hijo menor y varón aparte, supongo que era como una especie de “figura” paternal en la casa... Que me jodan.

—Te recomiendo que te vayas lo más pronto posible, Jeffrey. Entre más te quedes en este lugar más lo vas a extrañar, recuerda, el que mucho se despide menos ganas tiene de irse.

—Papá.

Se formó una ligera sonrisa en sus labios...

—Dime... Hijo.

—¿Me prestas dinero para el autobús?

Blanqueó los ojos y esbozó una sonrisa por tomarlo por broma.

—Si, ¿Cuánto necesitas?

You Could Be MineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora