CABAÑA DEL LAGO, ATARDECER Y UNA PROPUESTA

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《PEETA MELLARK》

-¿A dónde vamos, Peeta? -Susurró Katniss a mi lado con los ojos vendados y conmigo guiándola entre medio del bosque. Le coloqué la venda cuando estábamos cerca del destino final.

-Ya falta poco, ángel.

-¿Había necesidad de que me colocarás la venda? No veo nada. -Se quejó.

-Pensé que no te afectaría, ya que creciste en el bosque prácticamente.

-Pero quiero ver. -Se quejó. -No entiendo a qué viene tanto misterio el día de hoy. -Agregó.

-¿Confías en mí?

-Claro. -Contestó sin dudar.

-Entonces, no te preocupes. No te dejaré caer. -Aumenté el agarre en su cintura y continuamos caminando.

Invité a Katniss al bosque sólo con dos motivos. La primera mostrarle la gran sorpresa que le tenía en el claro cerca del lago. Y la segunda, proponerle matrimonio.

Habían pasado poco más de dos años desde el fin de la rebelión, y un año y medio desde que estábamos oficialmente juntos. O al menos, un año y medio desde que nuestra relación era real y no un acto para las cámaras.

El día que aceptó ser mi novia y que me dijo que me amaba fueron los días más felices de mi vida. Jamás imaginé que esas simples palabras pudieran llenarme de tanta felicidad.

Había deseado por tanto tiempo que ella correspondiera a mis sentimientos, me había limitado a observarla en silencio la mayor parte de mi niñez y adolescencia, hasta que los Juegos nos unieron, y nos convertimos en los "Trágicos Amantes del Distrito Doce", una agradable distracción para el Capitolio, pero una tortura para nosotros que nos convertimos en títeres del Presidente Snow.

Sólo que años después, la situación cambió, la guerra entre los distritos y el Capitolio acabó. El mundo era más pacífico y los Juegos ya no existían.

Nosotros pese a nuestras tragedias, éramos libres y podíamos tomar nuestras propias decisiones sin que nos las impusieran. También a pesar del dolor que suponía empezar de cero con la carga de tantas perdidas y tristezas a cuesta, podíamos volver a ser felices nuevamente.

Como ahora, que nuestro amor era completamente real y recíproco.

Me detuve cuando llegamos al lago y alcé a Katniss. Ella se sujetó de mi cuello y yo acerqué mis labios a los suyos, dándole un tierno beso en los labios, que ella me devolvió con fervor, haciéndome sonreír.

-¿Ya llegamos? -Preguntó aun con los ojos vendados.

-Casi, es que no quiero que te caigas, hay bastante desnivel aquí.

-¿Seguro? ¿No habrá sido una excusa para besarme? -Preguntó en tono juguetón.

Me reí.

-Tal vez. -Respondí simplemente. Ella apoyó su cabeza en mi pecho y suspiró. Besé su frente. -Adoro besarte, lo sabes.

-También yo. Todo el tiempo. Y tal... vez algo más que besarte.

-Y yo. Pero ahora tendremos que dejar eso para después. -Contesté ligeramente ruborizado al entender sus palabras. -Te tengo una sorpresa y te la mostraré ahora mismo. No me molestaría un agradecimiento así, luego de eso. -Katniss se rió contra mi pecho, haciéndome estremecer y disparando mi corazón en latidos frenéticos ante su cercanía. Continúe caminando con ella en brazos. Cuando llegamos frente a la cabaña recientemente terminada, la deposite en el suelo.
Katniss no se movió, yo estaba detrás suyo.
-¿Lista? -Katniss asintió en respuesta. Yo le quité la venda improvisada, un pañuelo de cuello, de sus ojos y la guarde en uno de los bolsillos de mi jean. Me paré a su lado y la cogí de la mano. -Abre los ojos.

Katniss casi no podía creer lo que tenía frente a sus ojos.

Junto a un arquitecto, Haymitch y obreros del distrito habíamos construido una cabaña grande de una sola planta cerca de aquel lago donde Katniss solía venir a nadar y pescar con su padre.

La otra cabaña estaba en tan pésimo estado, que la demolieron y ahora no quedaba nada de ella. Había obligado a Katniss, de que por unos meses no viniera aquí. Ella no se había quejado por eso. Pero insistió sin éxito que le contará el motivo de mi prohibición. Le dije que no diría nada hasta que llegará el momento. Y ella pareció entenderlo o sospechar el verdadero motivo, porque jamás preguntó nada. Habían pasado cuatro meses desde entonces. La nueva cabaña no estaba construida en el mismo lugar de la otra, sino más lejos donde aparte del bosque, daba una perfecta vista del lago, las colinas y las montañas. La cabaña construida con madera de roble, cemento, ladrillos y piedras era muy natural y estética desde fuera y dentro.

-Peeta, es hermosa.

-Esa era la idea.

Sonreí.

Ella se giró a verme.

-Gracias. Es maravilloso.

-Tú amas este lugar y yo también lo estoy empezando a amar. Amo la tranquilidad del bosque y el estar contigo. Solo pensé... prepararte esta sorpresa. Que tengamos nuestro propio lugar, aquel al que podamos escapar cuando queramos estar en paz. Donde podamos pasar años si deseamos. Donde podamos traer a nuestros hijos para pasar un momento agradable. O simplemente que sea un lugar de nosotros dos, que nadie más conozca. Haremos lo que queramos con este lugar, pero siempre lo compartiremos juntos... los dos.

Me arrodille y saqué del bolsillo de mi chaqueta la caja del anillo y con el sol desapareciendo por el horizonte durante el atardecer, le dije:

-Siempre te amado y lo seguiré haciendo toda mi vida. ¿Me harías el honor de convertirte en mi esposa? Para amarte y respetarte por el resto de mi vida.

Katniss pareció sorprendida, pero sus ojos brillaron emocionados y con una sonrisa en su rostro contestó.

-Sí. Me quiero casar contigo.

Se lanzó a mis brazos en cuanto coloque el anillo en su dedo. Sus labios se encontraron con los míos y me besó con tanta intensidad, que pude leer sus sentimientos hacia mí con tanta claridad que no necesite escuchar ni una sola palabra suya.
Katniss me amaba.

La tomé entre mis brazos y le devolví el beso con la misma intensidad, sellando el pacto de un amor eterno.

PANEM ONE-SHOTSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora