Capítulo 2: Sólo abraza tus sueños. Parte II

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   Descendió casi de un salto el corto tramo de escaleras que llevaban al primer piso y, cuando se dirigía a la cocina para preparar la mesa y el desayuno, se encontró con su madre, quién estaba ayudando a su padre a caminar hacia la diminuta sala/comedor de la desgastada casa tal y como eventualmente debía hacer pues a su progenitor se le dificultaba hacerlo por sí mismo.

     Su madre, que hablaba con su esposo distraídamente y con jovialidad, chocó contra su hombro al no notar ni por asomo su evidente presencia.

— Oh. Lo siento, cariño— rió levemente por su descuido cubriendo un poco su boca con una mano y posando su mirada azul cielo en su hija—. Buenos días, cie...— no fue capaz de seguir hablando cuando sus ojos terminaron de enfocar el rostro de la menor entre la penumbra de la casa. Lo primero que notó patidifusa antes que cualquier cosa, como era obvio que ocurriría, fue la ausencia del precioso cabello de su primogénita cubriendo sus hombros y parte de su cara como de costumbre—. ¡Por Dios santo!— gritó escandalosamente cubriendo, ahora completamente, sus labios con ambas manos; de la impresión trastrabilló alejándose unos cuantos pasos de la joven con los ojos muy abiertos. Se dedicó a observarla sin decir nada durante algunos minutos, desde que era una niña nunca la había visto con el pelo tan corto—. ¡¿Pero qué demonios le hiciste a tu cabello, Sedit?!— cuestionó horrorizada olvidándose por completo de su marido, el cual sólo pudo sonreír y negar silenciosamente la cabeza ante la escena que, sabía perfectamente, estaba a punto de presenciar. Realmente esas dos nunca cambiarían.

     La mujer se acercó de un paso largo a su hija, agarró entre sus temblorosos y delgados dedos algunos de los mechones extremadamente cortos situados en la parte superior de la cabeza de su descendencia y los examinó con ojos crítico.

     Ella, al igual que su hija, adoraba esa hermosa melena castaña, la cual aún en ese entonces disfrutaba de peinar y trenzar de todas las maneras habidas y por haber siempre que tuviera tiempo y la menor se lo permitiera o, simplemente, cuando no era ella misma quien se encargaba de hacer aquello en lugar de dejárselo a su ansiosa progenitora que estaba dispuesta a realizarlo con mucho gusto.

     Bajó lentamente los brazos aún algo paralizada. Sinceramente jamás creyó que su hija fuera capaz de hacer algo así o si quiera similar pues cada vez que le pedía, de buena forma, que se cortara un poco el pelo porque lo tenía demasiado largo ésta siempre se negaba rotundamente y, por si fuera poco y sólo para gozar del placer que le provocaba molestarla, se lo dejaba crecer entonces aún más hasta que llegara al largo que aproximadamente debía de tener la sedosa cabellera del General Sephiroth. Sin embargo, a ella no le molestaba que hiciera aquello pues las cosas siempre terminaban de la misma manera: Sedit terminaba recurriendo a ella meses después para que le realizara un corte a causa del sofocante calor de las dos de la tarde.

     Y ahora, habiendo portado y lucido orgullosamente el pelo a la altura de la retaguardia el día anterior, se aparecía con el mismo corte y trasquilado, si no es que era incluso más corto, que el de su mismísimo marido. Quién, por supuesto, era un hombre.

¡Qué horror!

— Lo corté— respondió la pequeña con simplicidad encogiéndose de hombros mientras que en sus labios se formaba una sonrisa, un tanto traviesa, al notar que su madre parecía estar a punto de comenzar a hiperventilar—. Tranquila, mamá. No te alteres, no es la gran cosa— aseguró con tranquilidad pero sin dejar de sonar un poco burlona y, riendo levemente, sujetó con cariño las manos de su madre algo arrugadas y maltratadas de tanto trabajo entre las suyas—. Pronto volverá a crecer, ya lo verás.

     Pensó en que quizás exageraba un poco con su respuesta tan "condescendiente" teniendo en cuenta que la situación no lo ameritaba y que no era para tanto, pero en realidad no era así. Su madre, desde que tenía memoria, era muy paranoica y delicada, y montaba un escándalo por cualquier cosa por más pequeña que fuese, simplemente se exasperaba con facilidad, como si le tuviera miedo o pavor a todo lo existente y ella la entendía a la perfección, muy a su manera claro, pero la entendía.

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