Capítulo 14: ¡Qué comience la tortura! Parte I

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Sedit se quedó tiesa y sin aire mientras era casi estrangulada por el desconocido, quien no paraba de abrazarla con fuerza aún a pesar de que ella trataba de apartarse. Quería ver quién era, pero no podía despegar la cara de su pecho (bastante firme, por cierto) debido al firme agarre que este tenía sobre ella.

— ¡Sedit, hola! ¡Qué gusto verte de nuevo!

Finalmente el muchacho pareció apiadarse de ella y la soltó, pero mantuvo sus manos en ambos brazos femeninos. La menor rápidamente alzó la cabeza, aún algo aturdida, y sus ojos se encontraron con la encantadora y animada mirada azulada del cachorro de Angeal. De inmediato se olvidó de la sorpresa y el susto que le había causado su arrebato y le sonrió, algo nerviosa pero feliz de verlo de nuevo.

— ¡Zack!— articuló entusiasmada—. Buenos días.

— ¡Buenos días!— replicó, aun sonriendo amigablemente, con esa vitalidad que lo caracterizaba. El ascensor estaba a punto de llegar al comedor así que Sedit se acercó un poco más a las puertas—. ¿Vas a ir a desayunar?

— Ah, sí— contestó, algo desconcertada por la sonrisa tan emocionada y curiosa del pelinegro, y comenzó a sentirse algo cohibida de nuevo. A veces Zack se acercaba demasiado y, aunque no le resultaba para nada desagradable o incómodo, sí la ponía un poquito nerviosa.

— ¡Perfecto! ¡Vayamos juntos!

Tras su entusiasmado anuncio, las puertas del elevador se abrieron y, sin esperar respuesta alguna por parte de la chica, la tomó de la mueca y la llevó con él. Sedit se sorprendió bastante por su acción y quiso liberarse de su agarre, apenada por el contacto, pero no se atrevió a hacerlo cuando vio como el muchacho se giraba un momento a mirarla y le regalaba una de esas sonrisas suplicantes que hacen que sea imposible negarse independientemente de cuál sea la petición.

Al final, resignada, la menor se dejó hacer y permitió que Zack la arrastrara con él, después de todo, el muchacho le caía bien y pensaba que sería agradable pasar tiempo con él. Mientras caminaban Sedit no pudo evitar pensar que cuanto más lo veía actuar de esa manera tan impetuosa y precipitada, más sentido le veía al apodo que le había dado Genesis. Ya comenzaba a entender un poco más porque lo llamaban así e incluso debía reconocer que hace un momento no había podido evitar relacionar la mirada que él le había lanzado con la de un pequeño cachorrito bajo la lluvia. Rio mentalmente ante su propio pensamiento y no pudo evitar sonreír.

Mientras era guiada por el mayor, quien había comenzado a hablarle de diversas tonterías, escuchó una pequeña risita burlona a sus espaldas. Extrañada se giró y observó como un SOLDADO de Tercera Clase, al igual que Zack, los seguía con una pequeña sonrisa. Ella se quedó observándolo, frunciendo un poco el ceño con confusión, y al parecer el muchacho se dio cuenta porque la saludó agitando una mano en su dirección. Tenía el casco puesto por lo que Sedit no podía verle el rostro, pero estaba segura que ese gesto había sido dirigido a ella y que los estaba mirando, se preguntó vagamente si sería amigo del pelinegro o algo similar.

— Espérame aquí, iré a buscar la comida— casi eufórico la obligó a sentarse en la alargada barra metálica que tenía función de silla y, olvidándose por completo de su amigo, se fue corriendo velozmente a la barra para buscar los alimentos.

Sedit lo siguió distraídamente con la mirada, aun con la mente en blanco. Debido a que Zack se había marchado tan rápido, la menor no tuvo oportunidad de quejarse ni de decir nada respecto, por lo que se quedó con las palabras en la boca. Es decir, obviamente agradecía el gesto, pero le incomodaba pensar que el pelinegro estaría pagando su comida, para ella eso era como abusar de él.

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