Capítulo 10: Resultados. Parte III

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Sephiroth no era un hombre muy paciente que digamos, nunca lo había sido. En cuanto el cuchicheo en la sala se incrementó y comenzó a distraer a los otros presentes también, la situación rebasó el límite de su tolerancia y decidió intervenir. No soportaría ni la mas mínima falta de respeto, por más que odiarla dar sermones como si estuviera en un preescolar.

- Cadete Allard- tras su llamado cargado de irritación y molestia, todos centraron su atención en él, sobre todo los dos alborotadores, que perdieron el color del rostro, pero él no le prestó mucha atención al temor latente en su expresión-. Le voy a pedir que se comporte como el soldado que es y respete la presencia de sus superiores y sus compañeros, por favor guarde silencio- su tono firme, severo e imperativo daba la impresión de que aquello más que una petición había sido una orden terminante-. No quiero que nadie me vuelva a interrumpir y tampoco quiero volver a ver una falta de respeto semejante hacia su compañera. Recuerden que ella, al igual que ustedes, es un soldado y por lo tanto debe ser tratado como tal- decretó esta vez dirigiéndose a todos con una mirada fulminante y un tono autoritario que liberó con aún más potencia el terror en las entrañas de todos los presentes quienes, asustados por el General, se apresuraron a asentir con la cabeza sin atreverse siquiera a pensar en desobedecer sus órdenes-, ¿quedó claro?- cuestionó con voz afilada ante el silencio que se instaló en la sala.

Los reclutas no sabían si eran ideas suyas, pero realmente sentían que, si alguien volvía a hablar o lo hacían enojar de alguna otra manera, el SOLDADO no vacilaría en prenderle fuego a la habitación y matarlos a todos. Ante el pensamiento tan aterrador los presentes se cuadraron al instante y se pusieron firmes.

— ¡Sí, señor!— exclamaron al unísono aquellos que aún conservaban la voz, Sedit también lo hizo por reflejo, pero su voz sonó más chillona que de costumbre. Ahora ya no se encontraba asustada, bueno, sí estaba un poco aterrada, pero en realidad la sorpresa era aún mayor.

¿Sephiroth acababa de defenderla?

Sentía que él sólo lo había hecho por profesionalismo, y así había sido, pero aun así le impactaba un poco. Lo suficiente como para casi sentirse emocionada.

Desgraciadamente esa emoción no duró mucho. Segundos después de que comenzó a sentirse especial, los ojos fríos del General se encontraron con los suyos. Aguantó la respiración cuando notó como sus ojos brillaban con mucha molestia y desdén y su corazón se sacudió con violencia cuando lo vio abrir la boca. ¿Iba a regañarla a ella también?

— Y en cuanto a usted— Ay, Diosito. Lo sabía, ahora el sermón iba para ella—, le agradecería que evitara este tipo de situaciones. Debería darse a respetar y no permitir que se tomen tantas confianzas con usted con el carácter digno de un soldado.

Sus ojos brillantes y filosos parecían querer atravesarla y ella se preguntó si de verdad estaba tan molesto o si simplemente él siempre era así de amenazante. De cualquier manera, su tono dictatorial se le hizo intimidante, tanto que no pudo evitar encogerse en su sitio y bajar la cabeza cuando ya no pudo seguir soportando su mirada helada posada sobre la suya. No pudo abrir la boca ni para respirar y la sensación de prensión amentó a medida que sentía con más fuerza la atención de todos sobre ella. Estaban esperando a que respondiera.

Se preguntaba sin parar porqué tenía que pasar por todo eso sí había sido culpa del rubio en primer lugar, pero ya no se podía hacer nada. Sabía que Sephiroth tenía razón, pero era una situación algo humillante que no estaba dispuesta a permitir, justo ese tipo de incidentes eran los que ella más quería evitar.

Lo último que Sedit quería era que apenas llegando ya la vieran como alguien débil que tenía que ser defendida, quería demostrar que era capaz de defenderse por sí misma, pero era un tanto difícil hacerlo en aquel momento. Todavía le faltaba mejorar muchísimo para ser capaz de demostrarlo y así cerrarle la boca a cualquiera que opinara que ese no era lugar para ella, pero para ello también debía fortalecer su carácter. Luego de respirar profundamente con determinación renovada, apretó los puños a ambos lados de su cuerpo y, mordiéndose levemente el labio, alzó la cabeza de nuevo y lo miró directo a la cara. Tenía que ganar valor si quería permanecer allí, pero también necesitaba demostrarlo.

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