Capítulo 6: Los resultados de una ardua batalla. Parte III

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      Angeal, que vio las intenciones de la chica y lo riesgosas que eran, corrió precipitadamente hacia el lugar donde se hallaba haciendo uso de toda su capacidad. Sin embargo y por más que puso empeño en ello, dada la distancia a la que se encontraba la chica y la rapidez con la que ocurrió el suceso, no pudo llegar a tiempo a su objetivo.

      Alzó la voz tratando de advertirle que debía huir pero, desgraciadamente, el sonido salió demasiado tarde y con muy poca velocidad y para cuando logró emitir su advertencia el impactó ya había ocurrido. Observó alarmado, con el ceño fruncido como una pasa y un desagradable sentimiento de ansiedad, como el delgado cuerpo femenino se elevaba del suelo, entre una masa de humo y fuego, y salía volando por los aires hasta estrellarse en quién sabe dónde.

      Se acercó al lugar con cautela, pero no demasiado, y se detuvo cuando encontró finalmente el cuerpo inmóvil desplomado en el suelo, Al observarla en ese estado no pudo evitar hacerse una y otra vez la misma pregunta: ¿Estaría muerta? Realmente no lo sabía y tampoco sabía a qué Dios rezarle para suplicarle que no fuera así.

      Sedit rebotó bruscamente contra el piso y rodó en el repetidas veces, casi desmantelándose literalmente en el proceso. En el momento en el que su espalda chocó contra una roca y que, dada la velocidad, prácticamente rebotara sobre ella y se viera obligada a retroceder por el impulso, la chica pudo escuchar claramente como su huesos crujían con violencia y tuvo la certeza de estar a punto de quebrárselos por completo.

      Cuando finalmente se detuvo, quedando totalmente boca abajo, no pudo moverse los primeros segundos. Sentía un dolor tan intenso en la cabeza que sentía que su cráneo se rompería en pedacitos con el más mínimo movimiento se hiciera, sentía que el mundo giraba sin parar a su alrededor aun cuando permanecía con los ojos fuertemente cerrados y sentía que en cualquier momento perdería el conocimiento. Afortunadamente, no fue así.

      Todo se mantuvo en silencio durante varios minutos, en los que todos esperaban expectantes un movimiento o una señal por parte de ella que indicara que no había perdido el conocimiento o algo peor.

       Sedit se llevó como pudo una mano a la cabeza tratando de apaciguar el dolor y, levantándola un poco, observó con dificultad el lugar donde se había producido la explosión. Aturdida, notó cómo los rastros de cuerpo del ave eran cubiertos en su totalidad por un intenso y cegador brillo de color rojo. Aquella masa luminosa se fue reduciendo gradualmente hasta que, segundos después, se transformó en una esfera que dejó de brillar lentamente, dejando en su lugar a una Materia color rojo de Sedit identificó como una Materia de Invocación.

      Angeal, por su parte, respiró con alivio cuando percibió que, aunque muy poco, se movía. Le alegraba ver que al menos seguía respirando y que se encontraba relativamente "bien" teniendo en cuenta la situación.

      La joven sonrió con cierto desdén al ver la esfera de Mako cristalizado, sin poder ver ni escuchar bien y con un atorrante mareo, levantó un poco su doloroso torso apoyándose en sus antebrazos y se dispuso a arrastrarse, literalmente, hacia la dichosa Materia faltante. Con mucho esfuerzo comenzó a movilizarse de manera lenta pero efectiva y algunos minutos después ya había llegado hasta su objetivo.

      Un alivio indescriptible inundó su cuerpo una vez que la hubo equipado en el Aro de Plata y, luego de respirar profundamente repetidas veces, se puso de pie. Sus piernas temblorosas amenazaron con dejarla caer y desplomarse en el piso pero sacó fuerza de donde no las tenía para mantenerse firme. Observó sus brazos notando los numerosos hematomas y moratones que tenía así como las leves quemaduras de sus antebrazos e hizo una mueca, suplicaba porque ahí tuvieran algún servicio de salubridad.

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