Visitas inesperadas, nuevos comienzos

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Nos dirigimos al despacho de mi padre por unos pasillos y escaleras que dieron a una mazmorra. En aquel lugar hacia un frio horrible, te salía vaho por la boca de lo frio que estaba. Conducimos por una puerta más donde encontré una habitación con una cama individual con unas colchas verde esmeralda en ella y a lado mi baúl y otras de mis cosas.

A lado de la cama había una mesita de noche donde puse mi hamburguesa y me volteé hacia mi padre que me miraba con ojos de decepción más que de enojo.

-¿Por qué le dirigiste la palabra a ese elfo?- pregunto mi padre con una gota decepción y diez gramos de enojo.

-Se merecía por lo menos un gracias después de la forma en lo que lo trataste- dije enfrentándolo. De ninguna manera me quedaría callada.

-Así se les debe de tratar.

-¡Por supuesto que no!- dije elevando la voz- Yo me pase 11 años de mi vida viviendo como uno de ellos, vistiendo lo que ellos vestían y recibiendo el mismo trato que ellos. Se lo que es la crueldad en su forma más desagradable y no porque los demás les den el mismo trato, lo haré yo.

Mi padre se quedó observándome sin ninguna emoción en cara. No sabía que era peor, verlo enojado o verlo tan calmado.

-Regresando de con la profesora McGonagall hablaremos.- apunto con su varita a la mesa y apareció un gran malteada de chocolate- Come. No esta envenenada ni nada.

Y se retiro.

No me gustaba discutir, era una persona tranquila en lo que cabe pero cuando me provocaban con cosas como esas, no respondo. No me agradaba ver el trato que le hacían a esas pobres criaturas, no tienen la culpa, ellos solo tratan de servir lo mejor posible, y los trataban como cucarachas, como a mí varios años atrás.

Me dispuse a ser otra cosa y saque mi libro de Historia de la magia para tener algo para las clases, que vergüenza llegar y ser la única que no entiende lo que el profesor estaba diciendo. También empecé a comer mi hamburguesa, que estaba mejor de la que había comido antes y mi malteada de chocolate que sabía deliciosa.

Cuando termine de ver lo más importante del libro de Historia, decidí abrir el de encantamientos y ver que podía hacer. Vi un encantamiento que decidía como volver a su normalidad los objetos rotos, así que tome el plato y lo lance al suelo sin el menor remordimiento. Este se rompió en mil pedazos, unos más grandes y otros más pequeños. Leí las instrucciones del libro que decidía:

"Para reparar objetos cualquiera, apunte directamente con su varita y diga fuerte y claro <<Reparo>> y el objeto volverá a su normalidad.

Ojo: No todos los objetos responden a este hechizo, hay que utilizar cierta palabra para reparar; he aquí el hechizo para reparar lentes, es <<Occulus Reparo>>

Para más información consulte..."

Saque mi varita de mi baúl y la dirigí hacia el plato estrellado en el piso y dije fuerte y claro:

-Reparo.

El plato se unió rápidamente y se depositó en la mesita de noche. ¡Acababa de realizar mi primer hechizo! Era muy emocionante pero de pronto un elfo domestico estaba en frente de ella. Se parecía mucho al que había visto en la cocina pero este tenía los ojos saltones verdes.

-Hola, ¿usted es Caroline?- dijo el elfo con una voz chillona.

-Sí, pero prefiero Lizzie. ¿Quién es usted, señor?- dije para que no se sintiera mal. Se veía un poco peor que los otros elfos que había visto en la cocina.

Una sangre sucia en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora