Malos recuerdos

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Tenía ocho años. Estaba en el patio de juegos del orfanato. Estaba sentada en un columpio, cuando el abuson del orfanato se dirigió a mí. Empezó a decir lo rara que era y que por eso no tenía amigos, y después todos empezaron a burlarse de mí. Todos se reían, cuando un fenómeno inexplicable ocurrió: la arena del patio de juegos los estaba hundiendo. Todos gritaban y lloraban, no entendían lo que sucedía. Se hundieron hasta el estomago. Yo me quedé sentada en el columpio observando lo que acababa de suceder, cuando llegó la señorita Straw y como pudo, con ayuda de los empleados sacaron a los 11 niños que estaban enterrados en la arena.
Al final, sólo dirigió su mirada hacia mí. Yo sabía lo que significaba. Y sin más que decir me fue a la dirección, donde recibí el castigo de mi vida.
Solo recordaba los latigazos en mi espalda y la poca sangre que bajaba. La señorita Straw me hacía decir a cada latigazo "me lo merezco". Fueron 20 latigazos.

El recuerdo se evaporó y regrese a la realidad. Estaba en el despacho de mi padre, con el vivido dolor de mis recuerdos. Una gota de sudor frío bajo por mi columna, y otras se juntaban en mi frente.
Mi padre se encontraba parado en frente de mí, sin palabras. Solo con una mirada de asombro y dolor hacía mi.
-¿Te hicieron pasar por esto?- preguntó.
Asentí.
-Supongo que tienes cicatrices en tu espalda, ¿no es así?
Volví a asentir.
-¿Porque no me lo dijiste antes?
Lo miré directamente.
- ¿De qué hubiera servido?, ¿Mágicamente mis cicatrices se hirían?, todo el dolor que pase, ¿se desvanecería? No, no hubiera pasado nada, todo seguiría tal como esta. Ese dolor que pase nunca se ira, ni todas las burlas.
No me había dado cuenta, pero no sólo era el sudor que me recorría la cara, eran lágrimas también. Lágrimas de frustración.
Mi padre se ha cerco a mí y me envolvió en sus brazos. Lloré, y desahogué todo el dolor de años atrás.
Cuando me calme, pedí volver a intentarlo.
- ¿Estas segura?
- Totalmente.
Me volví a sentar en la silla, despoje todo pensamiento, sentimiento y emoción de mi cuerpo. Estaba lista.
- Legeremens.
Y ahí estaba yo. Logrando evitar ese conjuro. No sé como, pero lo logré.
Mi padre me observó orgulloso.
- Bien hecho, Lizzie- dijo con una sonrisa en su rostro- Haz logrado controlar tu mente, y evitar el conjuro. Bien hecho. La próxima semana, practicarás la Legeremancia. Durante la semana, siempre después de clase de pociones, estarás a prueba, así que mantente con la mente cerrada después de mi clase.
- Seguro. Gracias, padre.
- No hay de que. Ve a cenar.

Me despedí de mi padre y me aventuré en los pasillos hasta llegar al gran comedor.
Me dirigí a mi mesa. Por desgracia ahí se encontraba Draco.
Se veía que seguía enojado, así que me fui al otro extremo de la mesa para evitar un mal encuentro.
Me senté y puse algo de comida en mi plato. Me disponía a dar el primer bocado, cuando cierto amigo mío se apareció frente a mí, y me evitó cenar.
- ¿Y ese milagro que te dejas ver, Lizzie?- dijo Blaise.
- Tenía un par de cosas que hacer- dije evitando la verdad.
- Ya me platicaron lo que paso anoche- dijo con cierto énfasis.
- Dios, Blaise. Eso ya es chisme pasado- dije dando una mordida a una rica pera.
- Claro que no.- dijo y me quito mi pera. Intente reclamar pero antes de que lo hiciera, él volvió a hablar- Cuéntame que paso desde tu perspectiva.
Le lancé una mirada de rabia.
- Y te devuelvo tu fruta- dijo al ver las miradas asecinas que le mandaba.
Empecé a relatarle lo sucedido, como había echo con Theo. Al final solo se quedo meditando.
- Vaya... Draco es un exagerado.
Me reí ante eso, ya que era verdaderamente cierto.
- Tú no te preocupes, se le pasará para el lunes.
- Dios, como tardan sus egos en repararse.
Reímos.
El resto de la cena nos la pasamos platicando de que pronto empezaría la temporada de quidditch. Y que Harry Potter era el nuevo buscador de Griffyndor, el más joven en más de un siglo.
Al terminar, nos fuimos a la sala común. Theo nos acompañó, porque Draco dijo que tenía cosas más importantes que hacer.
Me pase la noche observando cómo Theo derrotaba a Blaise en el ajedrez mágico. Ya pasadas de las once, decidí que ya era tarde. Me despedí de los chicos y subí a mi dormitorio que se encontraba vacío.
Me tire en la cama sin despojarme de mis ropas, y  caí en un sueño profundo que tenia aspectos de realidad.

Una sangre sucia en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora