Mi padre

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El hombre con la barba llena de canas y tan larga que le llegaba a la cintura me seguía mirando atreves de sus gafas de media luna.

-¿Usted... me conoce?-dije con la voz temblorosa.

-Por supuesto- dijo sonriéndome y muy seguro de lo que decía- Yo mande a Severus por ti. Qué raro que hayas llegado por mi chimenea y no por la de él, pero bueno, en un momento a otro vendrá.

Sonrió y se dirigió a su escritorio donde tomo asiento. Todavía no sabía en donde me encontraba ni quien era él, había muchas dudas en mi cabeza.

-Disculpe, señor...-dije con voz tímida pero segura.

-¡Oh! Disculpa a este pobre viejo que ya se le olvidan las cosas. Mi nombre es Albus Dumbledore, soy el director del colegio Hogwarts de Magia, y estas en mi oficina dentro de las instalaciones del colegio-contesto Dumbledore a todas las preguntas en mi mente, como si la hubiera leído. En ese momento alguien toco la puerta- Puede pasar.

La puerta se abrió y dejo pasar a mi padre, cubierto de polvo negro, supongo de por el viaje con polvos flu.

-Severus, que placer verte de nuevo. Al parecer tu hija llego por mi chimenea en vez de por la tuya.

-Lo mismo digo señor, me alegra haber regresado al colegio; en cuanto a esta situación, supongo que debió moverse un poco y llego aquí- explico mi padre con un tono de voz neutral.

-Ya veo.

Mi padre me dirigió una mirada que significaba que teníamos que retirarnos ya así que con una leve reverencia a hacia el profesor Dumbledore se voltio y me tomo por los hombros para dirigirme a la salida.

-Antes de que te la lleves, Severus- dijo Dumbledore interrumpiendo nuestras salida- Me gustaría darle un recorrido Caroline por el colegio, si no es problema alguno.

Mi padre se voltio hacia él y dijo:

-Ninguno- dijo y luego se dirigió hacia mí- Te veré luego. Pórtate bien.

-Lo hare padre-dije y se retiró.

Nos quedamos solo Dumbledore y yo. De repente un ave algo grande y de un color rojo intenso se posó en una percha dorada detrás del escritorio del profesor Dumbledore. Tenía unos ojos negros y un pico dorado. Era hermosa de admirar.

-Caroline, te presento a Fawkes, es mi fénix- dijo Dumbledore, señalando a Fawkes- Fascinantes criaturas, los fénix. Pueden transportar cargas muy pesadas, sus lágrimas tienen poderes curativos y son mascotas muy fieles.

-Increíble- fue la unica palabra que dije pues era la unica que definía lo que veía.

-Lo es, pero no vamos a hablar de fénix, ni nada eso. Quería hablar contigo sobre lo que te espera.

Me quede sorprendida pero no dije palabra alguna, pues quería prestar toda la atención posible.

-Caroline...

-Disculpe interrumpirlo, profesor, pero prefiero que me llamen Lizzie.

-Claro, no hay problema, Lizzie. Vamos a dar un paseo.

Salimos de su oficina y nos dirigimos hacia una escalera en forma de gárgola que fue bajando. Nos dirigimos a unos verdes campos y a lo lejos se veía una linda cabaña.

-Lizzie, me es grato decirte, que me alegro de haberte sacado de ese orfanato. No solo para que vinieras a aprender magia, sino para que vivieras. No dude en mandar a Severus.- dijo y me miro. Nos terminamos sentando en un viejo tronco con el atardecer a nuestra izquierda- Conozco a Severus desde hace tanto tiempo, e igual que tu ha sufrido mucho, quizá más. Pero, siempre lo he visto como un gran hombre que solo le falta amor. Perdió a la mujer que más amaba yéndose a los brazos de otro, pero lo respeto porque él quería que fuera feliz; años después, ella murió a manos de un mago tenebroso, su nombre: Lord Voldemort. Y después de eso, se volvió más frio de lo que era, pues ahora lo había perdido todo.

Una sangre sucia en SlytherinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora