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No hubo más preguntas. Harry tenía que averiguar lo que quería sin mí. Me obligué a tragarme el nudo de la garganta y el enfado que tenía dentro de mí. Ese que pedía abandonar mi cuerpo, pero me abstuve de malgastar más energía.

Había desayunado un tazón de cereales, almorcé y cené. Harry trabajaba en el ordenador casi sin parar, y yo ya había revisado los archivos por mi cuenta. 

No nos habíamos hablado desde ayer por la mañana, lo que hacía las cosas más incómodas de lo que habían sido hasta ahora. Traté de no dejar que me afectara. Pero la forma en la que mi cuerpo reaccionaba cada vez que estábamos en la misma habitación casi me volvía loca.

Esa noche, decidí lavar mi ropa. Ya era hora de que hiciera algo más que preocuparme y estar molesta por cosas sobre las que no tenía control alguno.

Me di cuenta de que la había cagado una vez que ya estaba metida en la ducha, porque me había dejado mi ropa y la toalla en la habitación cerca de la cocina. Cerré los ojos y gemí frustrada.

Salí de la ducha, con la piel aún reluciente del agua y la piel de gallina afloraba en mi piel. Intenté asomar la cabeza fuera del baño, mirando al pasillo para detectar cualquier signo de Harry.

La luz de su habitación estaba encendida y la puerta cerrada. Pensé que si pasaba por allí rápido, evitaría un encuentro incómodo. De puntillas, corrí por el pasillo con las manos en mis pechos desnudos. 

Me daban ganas de reírme de mí una vez que llegué a la habitación. ¿Qué dirían si vieran a una chica desnuda corriendo por los pasillos como un jaguar?

Sin aliento, entré en la habitación. Había toallas dobladas en un estante, cogí una y comencé a secarme, luego rápidamente la envolví alrededor de mi pelo. Mi ropa seca estaba en la secadora y cogí unas bragas de color púrpura y un sujetador blanco que encontré. 

Fui todo lo rápida que pude al vestirme. Entonces, busqué una camisa pero no tuve tiempo de ponérmela cuando de repente escuché un portazo de un coche fuera de la casa.

En cuclillas, levanté las cejas y me obligué a escuchar hasta que de repente sonidos sordos irrumpieron en el silencio. Los cristales de las ventanas se rompieron. Una vez destrozadas, el sofá estaba lleno de agujeros, materiales de todo tipo por el aire mientras yo caía de rodillas, gritando con la garganta seca. La toalla se deslizó de mi cabeza al suelo.

Cerré los ojos con fuerza. Balas y balas y más balas penetraban la casa. Cristales estallando y piezas de los mismos caían en mi piel. Caminé sobre mis manos y rodillas, sintiendo ya las lágrimas de terror picándome en los ojos.

"¡CATALINA!"

Levanté la cabeza mientras me apoyaba en la isla de la cocina, en cuclillas y poniendo mis manos sobre mi cabeza. Gritaba el nombre de Harry como una cobarde, porque después de todo, sin él, ya estaría muerta.

Una sensación de confort me llenó durante unos segundos cuando a través de todo el follón, Harry apareció delante de mí. Se arrastró rápidamente hacia mí, envolviendo sus brazos alrededor de mi pequeño cuerpo poniéndome en frente de él, sentándose contra la isla para proteger mi cuerpo de las balas.

Apretó la mandíbula y sostuvo su arma firmemente en su mano derecha. "Voy a llevarte al sótana, mientras yo me ocupo de ésto. Te necesito allí para estar seguro." Gritó sobre todo el ruido.

Asentí frenéticamente con la cabeza. Sentí cómo frotaba su nariz contra mi mejilla suavemente, sintiendo el gesto algo entrañable. Pero conociendo a Harry, ese gesto había sido algo accidental. 

"¿Y qué pasa contigo?" Le pregunté, empezando a sollozar.

"No hay tiempo para preocuparse por mí. Mi prioridad eres tú." Harry se agachó, agarrando mi cintura y tirando de mi pecho hacia el suyo. Con su brazo debajo de mis rodillas y alrededor de mi espalda, nos acercamos rápidamente a la puerta del sótano. Con una mano en el pomo de la puerta y la otra en mi espalda, Harry fácilmente me dejó en el suelo e hice tal y como me dijo.

Dust Bones [ES] ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora